Capítulo 13

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Ese viernes también quedaron. Fue una tarde de estudio normal. Cuando el pelirrojo se centraba, podía sacar mucho provecho de las clases, pero se distraía con una mosca.

Era la víspera del fin de semana, lo que significaba descanso y mayores niveles de pereza en sangre. Sí, tanto Doble D como su acompañante estaban exhaustos al final de la semana; sobre todo Kevin, quien había tenido que currar de más por no haberlo querido hacer antes. Decidieron relajarse y ver vídeos de YouTube. Kevin se reía exageradamente, muy alto, y Edd lo encontraba adorable. Fue una tarde de viernes agradable, tanto durante el estudio como en el descanso, pues el chico de la gorra conseguía hacer todas las situaciones divertidas con su despreocupada forma de ser.

Estaban sentados en la cama, apoyados en la pared, mientras sus hombros se rozaban. El de los ojos verdes notó que su compañero estaba nervioso. Lo veía en su postura, en la forma de sentarse y en que, de a ratos, hacía crujir el cuello.

_Edd, ¿te duele el cuello?
_Hmm... Sí, un poco. Por qué lo-
_Se te ve tenso -lo interrumpió-. Ven.

Hizo que se girara para que su espalda quedase enfrente de él. Colocó sus manos en el cuello del otro y comenzó a masajearlo. Estaba tenso y podía notarse una contractura que hacía "clak" cada vez que pasaba por encima los pulgares. Edd cerró los ojos ante aquel alivio.

_¿Cómo es que sabes dar masajes? _preguntó con voz calmada.
_Una vez me hice daño jugando al rugby, y tuve que ir a un fisioterapeuta para poder volver a jugar. Me enseñó algunos ejercicios para que me dejase de doler el cuello si alguna vez me pasaba algo parecido, y de paso aprendí. Tampoco soy un especialista, jeje.
_Pues... Se siente tan bien...

El sonrojo invadió el rostro de Kevin desde la mandíbula hasta las cejas. ¿Por qué esa frase lo había alterado tanto? "Dios, la voz de Edd ha sido muy sexy. Tengo que parar esto ahora", se dijo.

Sus dedos dejaron de moverse y el moreno volvió a abrir los ojos, giró la cabeza para encontrarse con dos ojos verdes que lo miraban muy de cerca. Transcurrieron unos segundos inciertos hasta que el menor pronunció "Gracias".

La tarde finalizó entonces. Se despidió de Edd tras acompañarlo a la puerta de su casa, intentando alargar un poco más su charla.

_Edd... Mañana... ¿Tienes planes? _se atrevió a preguntar.
_Pues no.
_¿Te parece bien que te recoja a las diez?
_¿Puedo preguntar qué haremos?
_Quiero sorprenderte -Doble D levantó una ceja-. ¿Aceptas?
_De acuerdo _respondió esbozando una mueca de intriga.
_Genial. Pero por favor, no te pongas el plumas naranja. ¡No te ofendas! -exclamó al ver que su amigo fruncía el ceño-. Mañana lo entenderás.

***

Unos ojos azules se abrieron ante una oscuridad profunda y delirante, que hacía girar su cabeza en la desorientación somnolienta que lo envolvía. Debía ser pronto, pues si los rayos del Sol no se colaban entre las ranuras de la persiana, aún no habría amanecido, aunque siendo invierno, el Sol no se mostraba hasta entradas las ocho. Doble D acostumbraba a madrugar, le gustaba aprovechar el día, y quizá su carácter obsesivo y alterado por naturaleza hacía que su cuerpo se ciñera a la rutina con tal fuerza, que incluso en los meses de verano tardaba algunas semanas en comenzar a dormir hasta más tarde. Miró el reloj digital, que con su tenue luz, y los ojos acostumbrados a la negrura, le permitieron distinguir los números siete y quince. Había quedado con Kevin a las diez en punto; no tenía que desplazarse, así que no le hacía falta contar con ese tiempo. Iba a darse una ducha, a vestirse y a desayunar; después haría la cama, repasaría el temario de biología y se prepararía mentalmente para la sorpresa que su amigo le tenía preparada, la cual causaba en estos momentos el mismo nivel de ansiedad que de excitación.

La estafa que lo comenzó todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora