Capítulo 11: Habitación sin ventanas

2.9K 249 5
                                    

Al atardecer le pedí a mis damas que me dejaran sola y que no me molestaran para la cena, fingiendo que la comida me había caído mal. Por un lado, me ahorraría el disgusto de cenar con el Príncipe engreído y así podría escaparme temprano para poder ver a mi enamorado. Ansiaba verlo de nuevo. Intentaba ya no darle tantas vueltas al asunto y dejar de sobre pensar las cosas con la cabeza y empezar a escuchar más a mi corazón, que gritaba por su compañía. Esperé un tiempo hasta que las chicas se fueron para tomar mi capa oscura e ir a su encuentro. Esta vez fue difícil hacerlo, teniendo en cuenta que el sol aún no se ocultaba y los sirvientes iban y venían por todos lados. Para evitar ser vista bajé por las habitaciones de la servidumbre sabiendo que a esa hora los corredores estarían vacíos. Se notaba gran diferencia entre los grandes salones con luz natural y estos estrechos pasillos apenas iluminados por antorchas estratégicamente colocadas en los muros. Aquí abajo la luz era tenue y es que no era de esperarse que la gente transcurriera por ahí la mayor parte del día. Todos estaban ocupados arriba con sus deberes correspondientes.

De niña tenía prohibido bajar allí y a pesar de no tener al Rey en el palacio para regañarme por desobedecer, seguía con esa extraña sensación de estarme metiendo donde no debía. Ahora de adulta estaba segura de que nada malo pasaría si caminaba por esos corredores pobremente iluminados y aun así eso no le quitaba lo tétrico al lugar. Un escalofrío me recorrió, obligando a abrazarme para mantener un poco de calor. En realidad, no tenía frio, sino miedo y no de la oscuridad. Temía a ser descubierta por mi Nana allí abajo y que mis planes de ver a Nathaniel se vieran frustrados por un regaño junto con ser escoltada hasta mi habitación. Miré a mis pies un momento, levantándome la falda para asegurarme de no tropezar con ella, caminando a paso rápido deseando salir lo antes posible hasta que me pegué de frente con alguien y por la fuerza ambos caímos al suelo de sentón. La capucha me cubrió el rostro, impidiéndome ver a mi acompañante, pero pude reconocer su voz en cuanto abrió la boca.

—Disculpe mi torpeza —su tono fue de sincero arrepentimiento. Vi su mano extendida y la tomé, revelando mi rostro al caer la pucha por el impulso tomado para levantarme.

Era claro que no me reconoció al inicio, sino su tono hubiera sido muy diferente y no habría tenido la cortesía de ayudarme a ponerme de pie.

—¿Qué haces tú por aquí? —cuestioné al Príncipe, que contorsionó ante mi pregunta viéndose descubierto y soltó mi mano de inmediato.

—Podría preguntarte lo mismo —se defendió, fingiendo que no se inmutaba por mi cuestionamiento.

Me crucé de brazos, torciendo el gesto mientras esperada una respuesta de su parte, fingiendo que yo no hacía nada malo.

—Yo vivo aquí —mencioné lo obvio— y quería visitar a una amiga —me excusé procurando que mi tono sonara lo más natural posible— tú ¿de quién estas huyendo? ¿Por qué la prisa?

Su risa sínica resonó por el corredor.

—¿Yo? ¿Huir? Por favor, Helen, soy un Príncipe, yo no huyo de nadie —su tono fue de prepotencia— y pensándolo bien no debería sorprenderme verte por aquí, cuando es en donde deberías de estar —sonrió apenas terminó de decirlo.

Intenté mantener la calma, prefería que pensara algo así y no que me descubriera, así que dejé pasar sus "hirientes" comentarios.

—No has contestado a mi pregunta ¿Qué haces tú aquí? —repetí intentando ponerlo nervioso.

—Un futuro rey no le da explicaciones a una criada —su respuesta fue tajante, mirándome a los ojos mostrando su terquedad.

—¿Crees que tus intentos de insulto me ofenden? —me reí irónica— Deberías empezar a comportarte como un futuro Rey en lugar de mostrarte como el Príncipe caprichoso que eres. Ya madura Kenneth.

La Princesa de ÉireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora