[22] Día 29: Colorado.

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Al despertarme, salí de la habitación con la esperanza de que Camila no estuviese enfadada. Me la encontré por el pasillo pero para ella fuí como un puto fantasma, no de esos de helado que están tan buenos, no, un fantasma de verdad. Bueno... Yo también estoy buena, aunque no soy comestible.

Me encerré en la habitación y pedí comida para intentar digerir la abstinencia, porque sí, me había quedado sin nada. Ayer por la noche fumé demasiado y Camila no estaba allí para impedírmelo. Puede que sonase un poco infantil pero sin que ella me lo prohibiera me entraban incluso más ganas de consumirlo. Además, necesitaba calmar los nervios de alguna manera.

Una vez comí un buen desayuno continental de hotel a las 11 de la mañana, me vestí y salí sin avisar del hotel. Aún quedaban horas hasta el concierto y dado que Camila no me hacía ni puto caso, nadie notaría mi ausencia.

Si no hubiese tirado el móvil al suelo le podría preguntar a Siri dónde comprar marihuana, mierda.

Droguerías, por favor. Pero de droga.

Mis pasos en línea recta me condujeron a un barrio que dejaba bastante que desear, y eso que no estaba lejos del hotel. Supe que ahí iba a encontrar lo que buscaba, a Jesucristo.

No, en serio. El bar se llamaba Jesucristo. En nuestras conversaciones universitarias, Kizzy lo mencionó alguna vez. A mi me hizo tanta gracia que no lo pude olvidar...

— Vengo a que me hagas un milagro.

El hombre de la barra me miró de arriba a abajo. ¿Ropa demasiado nueva para usted? Si quiere le hago rajas o algo.

— ¿Qué quieres, niñata?

— Eh, eh. Sin faltar. Solo vengo a comprar, nada más. Kizzy me recomendó este lugar.

— ¿Kizzy? ¿Nuestra Kizzy? —preguntó el hombre. — Margaret, está hablando de Kizzy —llamó a la cocinera.

— ¿Nuestra niña?

¿En serio? ¿Sus padres?

― Así que Kizzy tiene padres. Es broma, es broma... Soy Lauren, la conocí en la universidad.

— Así que Lauren... ¿Y qué necesitas?

La madre de Kizzy miró a su marido y le sonrió. Supuse que estarían alegres por recibir señales de que su hija seguía viva en California. Kizzy y las señales de vida... Sobre todo porque detestaba los teléfonos y no tenía uno.

— ¿Tenéis hierba?

— La mejor calidad de hierba de todo Colorado.

— ¿Qué más ofrecéis? Necesito algo más fuerte.

— ¿Más fuerte?

— Mira, no sé cómo voy a estar esta noche.

— Éxtasis, cocaína... No tengo nada más aquí, pero puedo conseguirte lo que quieras.

El éxtasis era ya otro nivel... Y yo necesitaba una sensación más exagerada.

— Creo que me quedaré con la cocaína, aunque también quiero marihuana.

El padre de Kizzy asintió y se metió en el almacén.

Saqué el dinero de mi bolsillo y esperé pacientemente a que el hombre me diese lo que quería.

— Un momento, tengo que comprobarlo...

Abrí la bolsa, cogí un poco con la uña y me lo puse en la punta de la lengua. Rápidamente se durmió.

— No quiero que me timen, vuestra hija me ha enseñado bien —dije sin más dándole el dinero.

Acababa de perder el sueldo de este concierto y parte del siguiente, espero que merezca la pena.

Instant Crush [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora