Capítulo 53: "Me ha reconocido"

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De pronto entre aquellos hombres y mujeres, veo a una rubia alta, con una falda tubo hasta lo gemelos, una camisa de seda y unos altos tacones. No podía verle bien la cara porque no estaba muy cerca, y porque se encontraba con la cara volteada.
Traté de identificarla hasta que volteó hacia el frente...con aquella falsa y asesina sonrisa que conocía perfectamente bien.
Maldita sea...

Esto debe ser una puta broma...

CONTINUACIÓN...

Al verla allí palidecí, las piernas comenzaron a temblarme, el corazón comenzó a palpitarme a mil y la respiración comenzaba a escasear en mí garganta.

— Amanda, hey, ¿estás bien? — preguntó Candace al verme tan perturbada.

— Yo... (titubié) — no pude terminar de hablar, solo salí huyendo del lugar.

Simplemente necesitaba correr y escapar de allí.

Fui al lugar de siempre, ya se había convertido casi en una ceremonia.
Me senté sobre el tronco de roble viejo bajo aquel sauce llorón, y precisamente lloré...lloré sin parar.

Candace y Cecile se preocuparon mucho por mí estado y de inmediato le avisaron a Julianne, ya que además de ella era la única persona del colegio más cercana a mí.
Al finalizar la reunión corrieron tras Julianne.

— Srta Evans, disculpe, necesitamos hablar con usted. — dijo Candace.

— Sí claro, discúlpame un momento. — dijo Julianne dirigiéndose a una profesora con la que hablaba. — Díganme, ¿qué ocurre? se ven preocupadas. — dijo observándolas a ambas.

— Lo estamos, se trata de Amanda. — Continuó Candace.

— ¿Qué sucede con Amanda? — de inmediato su rostro se inundó de preocupación.

— Estábamos en medio de la reunión, y de repente se puso pálida y comenzó a temblar. Le pregunté qué le sucedía pero solo salió corriendo y no sé dónde esté en este momento, de verdad nos preocupa que le haya pasado algo malo, por eso es que acudimos a usted. — finalizó Candace.

— Bien, yo...creo saber dónde está, ustedes no se preocupen, estará bien. Vuelvan a sus actividades tranquilas. — terminó de decir Julianne, mientras se dirigía a la puerta trasera del colegio, hacia donde estaba la salida al parque.

Caminó varios metros hasta el fondo del gran parque, abrió las ramas caídas del sauce y allí me encontró. Sentada sobre el tronco con la cabeza gacha, tapándome la cara y llorando. ¿Por qué siempre debía verme en ese estado? Lo odio.

— Amanda, ¿estás bien? — oí desde mí lugar, apenas escuché su voz sentí paz.

— No me veas así, no otra vez. — dije entre sollozos mientras trataba de evitar que me mirase a la cara.

— No hagas eso, está bien. — dijo quitando las manos de mí rostro. — Cálmate y cuéntame qué te ha ocurrido, ¿por qué estás así? — preguntó observándome dulcemente.

— Ni siquiera sé cómo decirlo. — dije sollozando.

— Tal como hablaste conmigo la semana pasada, así es como debes hacerlo. Dijiste que confiabas en mí ¿lo recuerdas? — dijo.

— Sí, lo sé. — dije observándola con la mirada cristalina.

— Entonces bien, ¿qué ha sucedido? tus amigas están muy preocupadas por ti. Me dijeron que te descompusiste en la reunión y luego solo saliste corriendo, pero viéndote así no creo que sea una simple descompostura. — dijo observándome.

— No estoy descompuesta, sucede que...(suspiré profundo) está aquí. — dije casi en un susurro.

— ¿Qué? ¿Quién está aquí? — preguntó sin entender.

Cuando amarte no sea pecadoWhere stories live. Discover now