Bailando

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Una mañana después de preparar a Marie para la escuela, llegó Helen a cuidar de los mellizos, porque Savannah tenía ganas de ir a Ballet Academy of Florence.

—En este cuaderno esta todo lo que debes saber, ya sea porque se sienten mal, tienen hambre... —Helen interrumpió a Savannah.

—Yo sé, Sav, tranquila, todo estará bien. Solo es por un par de horas —le sonrió y tomó a Aaron de los brazos de su amiga.

Savannah miró a la cuna, donde duerme Avery y acarició el cabello de su hija. —Volveré antes de las 11:00am —prometió Savannah y beso la mejilla de su hijo con amor—. Chao, mi cielo.

Miró por última vez a su amiga y le sonrió. Savannah se marchó antes de que se arrepintiera de salir y dejar a sus bebés. Se subió a la camioneta, respiró hondo, antes de colocar la llave en el encendedor y girarla. Se puso el cinturón, antes de arrancar y dirigirse hacia la academia, tenía años que no iba a visitar a la Sra. Florence.

En el momento que aparca, se siente nerviosa. Agarra el bolso con sus cosas y se baja, camina hasta la puerta de cristal. Al entrar, se sintió como en casa, como si estuviera regresando a cuando era niña.

Ve a su profesora practicando, esta se voltea al escuchar la puerta.

—Hola Savannah —La saludó, parecía sorprendida de verla.

—Sra. Florence —sonrió mientras se acercaba a donde se encontraba su antigua profesora.

—Me alegra verte —la señora Florence la abrazó—. ¿Vienes a bailar?

—Me gustaría —confesó Savannah tímidamente—. Tengo mucho sin poder bailar, debo estar muy oxidada.

—Entonces, volveré a pulirte —se rio su profesora—. Anda, querida, cámbiate.

Savannah se fue a cambiar al vestidor, rápidamente se vistió, se recogió el cabello en un moño y salió del vestidor, lista para bailar de nuevo. Primero hace un calentamiento, así sus músculos no se resentirán o saldrá lastimada. Al terminar con el calentamiento, vio a la Sra. Florence dar play al reproductor, cuando escuchó una de sus piezas favoritas sintió como si algo se encendiera dentro de ella, comenzó a bailar.

Su cuerpo recordaba los pasos y movimientos como si jamás fuera dejado de bailar, allí estaba su talento presente, al igual que su pasión. Florence se le unió y juntas bailaron varias piezas.

—Eres maravillosa, Savannah —Florence parecía encantada—. Para nada oxidada.

—Gracias, pensé que realmente me costaría volver a bailar —hizo una mueca y se miró en el espejo—. Extrañaba mucho bailar.

—Savannah ¿Te gustaría ser profesora de Ballet? Ya no tengo la misma energía y tengo un problema con mi columna vertebral, ya no puedo bailar durante horas —la tristeza que se reflejó en sus ojos, hizo a Savannah querer llorar.

— ¿No puede enseñar más? —Preguntó con un hilo de voz—. ¿Estará bien?

—Puedo estar presente, ayudarte con algunas clases, el papeleo o con las obras, pero lamentablemente ya no puedo ser profesora —negó suavemente con la cabeza—. ¿Entonces, que dices? Amaría tenerte en mi academia. Eres una magnifica bailarina, tienes paciencia, eres firme y dulce, será una gran profesora.

—Hablaré con mi esposo esta noche y te daré respuesta mañana ¿Esta bien? —preguntó Savannah alegre. Estaba bastante emocionada con la propuesta.

—Está bien, te veo mañana —La Sra. Florence la abraza con fuerza. Savannah se va a cambiar, y cuando sale del vestidor, ve a su profesora sentada viendo fotografías—. Fuiste una de mis mejores alumnas.

Atados de manos (En edición)Where stories live. Discover now