Epílogo

4.2K 227 67
                                    

Cinco años después

Escuchó las risas que venían del patio y sonrió, mientras veía a Marie acercarse con una bandeja. Su hermanita era una toda una mujer con sus 16 años, ya era toda una belleza con su larga cabellera del color del trigo y sus grandes ojos almendrados azules verdosos, además de ser alta y con curvas. Era la viva imagen de su madre.

— ¿Todo bien? —preguntó Savannah con una sonrisa, mientras terminaba de rellenar otra bandeja.

—Sí, los niños están contentos —Marie se encogió de hombros y se apoyó de la isla, mirando a su hermana—. ¿Piensas en mamá alguna vez?

Savannah cerró los ojos y sintió un nudo formarse en su garganta. —Siempre, Mar, jamás ha dejado de estar en mis pensamientos —se volvió hacía su hermana y abrió los ojos, sonrió con tristeza.

—Casi nunca hablas de ella, Sav —vio una tristeza en los ojos de su hermanita.

—Duele, mi cielo, aún sigue siendo doloroso hablar de ella, recordar que la perdí a los 15 años —parpadeó para alejar las lágrimas y soltó una bocanada de aire de golpe, mientras su voz temblaba—. La amé, Marie y la sigo amando, durante 15 años fue mi madre y heroína, solo que no logró vencer su enfermedad.

—Lo sé, pero no recuerdo a mamá, Savannah, al menos tu posees recuerdos —se acercó un poco a Savannah—. Yo solo tengo un par de videos de ella.

—Prometo contarte más de ella, Mar, pero déjame hacerlo poco a poco ¿Sí? —sorbió por la nariz, se irguió y recompuso.

—Está bien, Sav, no creas que por eso, soy una malagradecida, porque no es así —abrazó a Savannah, y le dijo al oído—: Agradezco cada día que seas quien me crío, no pude haber tenido una mejor madre y hermana.

—Te amo, Marie, nunca lo dudes —le susurró al oído, en su voz se oía el amor y era imposible no distinguirlo.

Escuchó pasos y una voz carraspear, ambas se giraron para encontrar a Fred en la puerta de la cocina con una sonrisa.

— ¿Es día para ponerse sentimental, hermanitas? —se rio mientras se acercaba a ellas.

— ¡Llegaste! —gritó Marie al tiempo que corría hacía Fred y se le lanzaba.

Fred la atrapó a tiempo y le dio vueltas. —Hola Mar —la miró bien y frunció el ceño—. Que hermosas te has puesto, eh, tendré que estar como un halcón...

—¡Fred, ni se te ocurra avergonzarme! —ante esa regañina, Fred se rio.

—Ya, hermanita, no lo haré... mientras no se propasen contigo —le guiñó un ojo.

Savannah miró a su hermano, tenía meses sin verlo. Su hermano estaba por culminar su licenciatura en bioquímica en Stanford, y después se quedaría para un programa de doctorado que daba la misma universidad, en la Facultad de Medicina, porque para trabajar en la creación de vacunas o medicamentos, los mejores laboratorios o institutos de investigación lo exigían.

Apenas veía a su hermano desde que se fue a Stanford, apenas lo veía en acción de gracias, navidad, año nuevo, 4 de julio o en los cumpleaños. A veces lo veía una sola vez al año.

Parecía más grande, todo un hombre y era muy guapo, seguro volvía locas a las mujeres.

—Hola Fred —puso los brazos en jarras.

—Hola Savie, te ves más hermosa cada vez que te veo —la adulación no hizo efecto.

—Pensé que no vendrías, los niños ya estaban resignados —apretó los labios en una línea.

Atados de manos (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora