10.Security

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Ciel no estaba enfermo, no; su alma lo estaba.

Undertaker siempre admiró lo fuerte que era, lo rebosante de cicatrices que estaba. Le decía que debía sentirse orgulloso, pues rara vez se encuentran almas así. Ciel sentía todo menos orgullo. ¿Acaso era digno de presumir el haber presenciado miles y miles de desgracias? ¿El haber matado y dejado morir a tantas personas que ya se perdió la cuenta luego de alcanzar los tres dígitos?

Ciel sabía el horrible humano que era. Arrogante, cruel, frío. No merecía el cielo, pero tampoco le alcanzaba con tener el infierno. Y no le importaba seguir pecando, continuar lastimando, si al final del día Sebastian estaba allí. Así de podrido y vacío estaba. Cuando todo perdió sentido, se enfocó en encontrar aquello que necesitaba en el demonio. Ciel nunca pudo explicar, ni siquiera a sí mismo, por qué se empeñaba tanto en seguir a su lado, como tampoco por qué continuaba haciendo el mal sabiendo lo incorrecto que estaba. De alguna manera, sentía la necesidad de querer asegurarse de no merecer el paraíso que llaman "Cielo". Quería ser consciente de que nunca llegaría a tal lugar, que ni todas sus vidas juntas le alcanzarían para pagar sus pecados, recibir el perdón. Siempre se preguntó de dónde salía tal pensamiento, sin encontrar una respuesta convincente. Incluso le preguntó a Adrian acerca de ello, recibiendo como respuesta que, quizá, tenga algo que ver con otra vida anterior a cuando conoció a Sidera, alias, Sebastian.

(Ciel pensaba que, si ya había reencarnado antes, era porque debía cumplir un deber en algún momento-- o simplemente había sido un error.)

Por tener un corazón, casi, tan gélido como el hielo mismo, Ciel nunca lloraba. Sin embargo, se sentía atacado, sus peores recuerdos haciéndose visibles cada vez que cerraba los ojos. Veía niños llorando, sangre derramándose, hombres encapuchados, masacres de ciudades que solía llamar hogar...

(Sin mencionar a la silueta oscura ofreciéndole un contrato.)

Quizá Ciel podía cargar con el peso de lo mencionado y mucho más, pero su mente infantil no. Como ya se sabe, nunca alcanzó la edad adulta; en todas sus vidas vivió hasta que cumplió los trece años, e incluso menos. Su alma no estaba preparada para enfrentar problemas de adultos, y su cuerpo no era capaz de llevar el espíritu de alguien de miles de años de edad. En teoría, Ciel no debería seguir viviendo.Pero cierto dios de la muerte decidió que interferir entre la transición de la vida a la muerte era divertido, por lo cual tenía la posibilidad de seguir viviendo hasta el fin de los tiempos.

Aunque Ciel no sabe con certeza de qué manera lo hacía, Undertaker lo ayudaba a mantener sus recuerdos, su cordura y su salud física y espiritual cada vez que reencarnaba. El muchacho no sabía si le daba o inyectaba algo mientras dormía, si le hacía algún tipo de magia antigua cuando no prestaba atención o qué, pero fuese lo que fuese, funcionaba. Y sí, confiaba en él hasta ese punto.

Ahora que el dios había dejado de hacer lo dicho, Ciel comenzaba a sentirse cada vez más frágil. Su corazón parecía esforzarse por latir, mientras que su mente le jugaba sucio, alucinando, haciéndole ver cosas que no estaban allí o que no ocurrían en ese instante. Algunas veces, podía encontrarse en Asia, durante cierta dinastía cuyo nombre ya no recordaba; otras, era testigo de severos castigos en los oscuros años de la Edad Media. Su cerebro proyectaba imágenes de aquellos momentos que ya vivió, pero decidió olvidar.

(La tortura, el martirio que le ocasionaba recordarlos, era enorme.)

Solía perderse entre lo que ocurría en ese momento y lo que ocurrió. En más de una ocasión llamó a Sebastian por otro de sus nombres, e incluso llegó a no responder cuando le llamaban Ciel. Cuando salía de esos estados de confusión, no recordaba qué había pasado, y sufría, temiendo haber cometido una estupidez. Y de nuevo se perdía en sí mismo, teniendo ataques de pánico.

Renaissance (Renacimiento)Where stories live. Discover now