02 | El día que me volví a enamorar

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Por más que busqué, no pude encontrar esa persona que tanto iluminó mi vida. Ese día, me la pasaba pensando en aquellos ojos azules que resplandecían y me preguntaba si algún día podría volver a verla.

Tres meses pasaron, y yo seguía pensando en ella. Pero cada día sentía algo más grande en mi corazón, sin siquiera saber quién era o de donde venía. Mi deseo de verla se hacía más grande.

Llegaron las vacaciones y yo aquí sentado en aquel balcón solitario, donde siempre solía estar. En ese momento, sentí algo que me decía «ora a mí», y me sorprendí y hasta me levanté y miré a todos lados, pero no había nadie conmigo.

Fui de regreso a mi apartamento muy pensativo, y al acostarme volví a escuchar aquella voz que me decía. «clama a mí y yo te responderé». Asustado me levanté y miré alrededor, y una vez más estaba completamente sólo.

—¿Estoy enloqueciendo? —Me dije a mi mismo, pero en ese momento recordé aquella frase que una vez me dijo mi padre, y pensé ¿Acaso es Dios quien me ha hablado?

Me arrodillé en la esquina de mi cama, y oré pidiendo a Dios

—¿Quién podrá ser la persona que me acompañe en mi solitaria vida, señor? Te pido, que por favor me ayudes a encontrar esa persona.

Fueron varias semanas, mientras iba a aquel lugar como una rutina diaria esperando a que algún día mi vida cambiase, pero ese día fue el más especial que jamás tuve. Una mujer muy hermosa de ojos azules y piel clara se acercaba a mí mientras hablaba por teléfono. Repentinamente, su cartera cayó al suelo y, siendo caballeroso, levanté su bolso y la miré fijamente a los ojos. He aquí la chica a la que tanto imaginé apareció frente a mí.

Mis manos comenzaron a temblar de emoción, y los nervios me traicionaban. Ella me habló con rostro de persona confusa:

—¿Nos conocemos? —le dije que no con voz suave.

Ella se quedó fijada en mis ojos y yo solo sonreía.

¿Acaso mi petición se ha hecho realidad?, me dije.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté.

—Me llamo Ailet, ¿Cuál es tu nombre? —contestó

Su nombre era tan bello que no dejaba de imaginarme llamándola cada día.

—Oye, ¿hola? ¿Qué te pasa?

Me había congelado con su nombre, pero en cuanto salí del pasmo le contesté.

—Mi nombre es Harry... Harry, mucho gusto.

Me miró y comenzó a sonreír.

—¿Eres de por aquí?

Le pregunté, mientras sonreía con satisfacción.

—No, yo soy de Italia, solo estoy aquí por la universidad, y luego que termine me iré de nuevo.

Ella comenzó a sonreír también. No sé, si era por lo tonto que soy o por otra cosa...

—Oh, qué bien.

Dije, mientras me irritaba por dentro.

Sus palabras me hicieron sentir que una vez más no era el momento de encontrar el amor, y mis ojos se tornaron de tristeza.

Ella me miró fijamente y preguntó.

—Oye, ¿Qué tienes? ¿Dije algo malo?

La miré y le dije:

—No, no te preocupes, solo me puse a pensar algunas cosas del pasado.

Sonreí al decir esas palabras, aunque creo que a ella no le convenció mucho. Así que volvió a insistirme.

—No creo que sea eso, dime qué tienes.

—Nada, todo está bien.

Le dije, luego ella abrió su bolso y sacó una pequeña nota, y escribió su número.

—¿Tienes WhatsApp?

Me preguntó.

—Pues si...

Le dije con una voz muerta.

—Hablamos luego, espero tus mensajes para que me cuentes que pasó, por favor... ¿Si?

—De acuerdo, entonces, ¿somos amigos o algo así?

•••

Se fue en un taxi, mientras yo tan solo miraba cómo aquella persona se iba alejando de mí. Al llegar a mi apartamento, lo primero que hice fue escribirle a su WhatsApp.

— Hola, soy Harry.

Pero no contestaba, viendo que pasaban las horas y no me respondía me quedé dormido en el sofá.

Al otro día en la mañana, sonó mi teléfono con un tono de la canción «Something Great» que tanto me gusta.

—Hola, ¿Cómo estás?

Me escribió...

Me quedé pensando en qué le respondería por más de 14 Minutos. ¡14 minutos!

Estaba muy nervioso. Al rato, me escribió otro mensaje.

—¿Hola? ¿Estás ahí?

Rápidamente le respondí.

—Sí, estoy bien ¿Cómo estás tú?

Y pasamos toda la mañana hablando por mensajes de texto, hasta que le hice la típica pregunta que siempre hacemos los hombres a las mujeres.

—Y... ¿tienes novio?

Ella me contestó:

—No, nunca he tenido uno, ¿Por qué la pregunta?

Sonreí, y miré hacia el techo (el cielo) y me dije por dentro «¿Será ella la chica que tanto he buscado?».

Nos dimos las buenas noches, y me dormí pensando en ella, toda la noche pensé en su sonrisa, y mis ojos no dejaban de lagrimear. Estaba tan feliz que podría incluso gritar de la emoción. Al día siguiente recibí un mensaje a las 10:34 AM, justo cuando acababa de despertarme. Y, al ver su mensaje de buenos días, mi felicidad creció.

En la noche de ese mismo día, nos volvimos a encontrar en aquel lugar al que siempre solía ir yo, conversamos sobre su paísy su familia. Ella no dejaba de mirarme, y yo de imaginarme una vida junto a ella, pero en tan solo un instante todo cambió.

"El Novio Perfecto"©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora