diez.

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Alan y Austin caminaron por las calles de Los Ángeles de manera tranquila, viéndose a los ojos de vez en cuando y riendo levemente cuando lo hacían. Apenas llegaron al supermercado, fueron directamente hacia las frituras y bebidas.

— ¿Deberíamos llevar sándwiches hechos? —preguntó el pelirrojo, viendo a su amigo. Éste se encogió de hombros.

— ¿Quieres que llevemos? —Alan fue quien se encogió de hombros esta vez, haciendo reír al castaño.

Salieron del lugar con dos bolsas repletas de comida, siendo Austin el que las llevaba y por eso Alan protestaba.

— No es justo que lleves todo tú —reprochaba por milésima vez—, déjame llevar alguna.

— Déjame pensarlo —habló el castaño, haciendo una mueca pensativa que hizo reír al pelirrojo por un momento—, no.

Alan rodó los ojos y le quitó una de las bolsas, riendo levemente ante la mueca de Austin para después acercarse a él por la espalda. Dió un salto y se aferró a su gran amigo, rodeando uno de sus brazos en su cuello mientras que en su mano libre sostenía la bolsa.

— Llévame a caballito —pidió divertido—, ¿sí?

El mayor no respondió. Llevó sus manos a las piernas de Alan y lo sostuvo mientras caminaban. Minutos después, Austin comenzó a correr y a dar saltos, haciendo que el menor se aferre aún más mientras reía.

— ¿Contento? —preguntó una vez que llegaron a la vacía playa.

— Demasiado —rió, dejando un beso en la mejilla de su mejor amigo antes de bajarse—, pero tengo hambre.

— Sí, igual yo.

Los dos adolescentes caminaron por la arena hasta encontrar un buen lugar, donde dejaron las bolsas y se sentaron. Abrieron los paquetes de comida y lo dejaron frente a ellos, gustosos de la gran idea que Austin había tenido.

— Soy un experto en elegir dónde tener citas —se halagó a sí mismo en forma de broma pero entonces Alan se atragantó con el sándwich que había ingerido.

— ¿Cita? —la pregunta salió de su boca luego de haber sido ayudado por los pequeños golpes del castaño en su espalda.

— Ajá —dijo el mayor con la boca llena de papitas—, ¿qué creías que sería?

Alan se encogió de hombros, mordiendo su labio inferior antes de llevar un trozo de sándwich a su boca.

La conversación quedó allí. Ambos estaban más emocionados en comer que hablar mientras miraban hacia el frente, notando que tanto el sol como la marea iban bajando poco a poco.

Media hora después, cuando la comida era poca y las bebidas habían desaparecido en sus estómagos, contemplaron el atardecer lleno de colores naranjos y rosas. Era increíble cómo se veía el cielo en ese momento, siendo acompañado por el mar.

Entonces, de la nada, Austin se puso de pie y comenzó a despojarse de su ropa hasta quedar solo en ropa interior. Alan alzó una ceja e iba a preguntar algo pero no pudo. Sus ojos automáticamente recirrieron el cuerpo de su amigo de pies a cabeza, identificando y preguntándose a sí mismo los tatuajes que traía.

— ¿Qué haces? —preguntó cuando recuperó la conciencia.

— Iré a nadar, ¿tú qué crees? —dijo divertido.

Austin tomó marcha hacia el agua y Alan reaccionó segundos después, quitándose cada una de sus prendas para seguirle el paso a su amigo.

El mayor tocó el agua y notó que no estaba tan fría como creía, así que continuó adentrándose hasta que el agua llegó a su pecho. Por otro lado, el pelirrojo apenas notó la temperatura del mar quiso correr e irse a colocarse toda su ropa, pero ya era tarde y no quería parecer un cobarde.

— Joder —exclamó cuando alcanzó a su amigo—, ¿acaso no te da frío?

Austin soltó una risa y negó pero tan pronto como hizo aquél gesto, se hundió bajo el agua y comenzó a nadar hacia su amigo, tomándolo por sorpresa cuando su mano tomó su pie e hizo que se hundiera también.

Alan salió hacia la superficie, maldiciendo a su mejor amigo en su interior mientras el nombrado lo veía, riéndose de forma tan pegajosa que el pelirrojo no pudo evitar hacerlo.

— Eres un idiota.

— Dios, tu cara ha sido épica —dijo divertido, acercándose a su amigo para dejarle un pequeño beso en los labios—. Lo siento, enano.

— No me comprarás con tus besos.

— ¿No? —preguntó, acercándose aún más—, pero si a ti te encantan.

Austin vio como su amigo comenzó a alejarse, yendo hacia la orilla por lo que comenzó a seguirlo, sintiéndose un poco culpable.

— Si me encantan —respondió después mientras continuaba caminando—. Vamos, hombre, que te gano una carrera de aquí hasta donde están nuestras cosas.

— Perderás.

Ambos comenzaron a correr y Austin iba a la cabeza pero pronto empezó a disminuir la velocidad, sintiendo un fuerte dolor en el pecho y su cuerpo totalmente cansado.

Alan seguía corriendo y estaba por llegar al lugar indicado, sintiéndose genial por estar a nada de ganarle a su amigo pero notó que aquél no estaba cerca suyo, ni un poco. Se detuvo y volteó, viendo a su amigo con la mano en el pecho y su cuerpo contraído.

Supo que algo estaba mal.

Corrió con todas sus ganas, sintiendo un miedo recorrerle todo el cuerpo. Tenía mucho miedo. Su corazón latía con rapidez y cada vez estaba más cerca de su amigo.

El mayor no pudo con el dolor apoderándose de él y se arrodilló en la arena. Sus ojos estaba cerrados con fuerza, creyendo que con eso disminuiría aquella extraña sensación pero no era exactamente lo que pasaba.

Abrió los ojos por unos segundos, viendo hacia el frente. Alan corría hacia él y estaba cerca pero entonces no resistió y sus ojos volvieron a cerrarse.

Lo último que alcanzó a escuchar fue un fuerte grito de parte de su mejor amigo, de su amor oculto.

Y entonces, todo se volvió oscuro.

our beautiful tragedy [cashby]Where stories live. Discover now