El Primer Calor

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John empezó a sospechar cuando Sherlock básicamente, lo echó a patadas, después de terminar su almuerzo y le dijo que no regresara con la cena.

—Tanta comida, me da vueltas la cabeza —le explicó él, con una atisbó de sinceridad.

Sherlock había demorado más de lo habitual en ingerir sus alimentos, y casi parecía estar haciendo un gran esfuerzo para que todo bajara.

Las dudas y preocupaciones continuaron atormentando a John durante toda la tarde, ni siquiera los ejercicios de entrenamiento lograron distraerle.

—¿A dónde va, señor? —le preguntó Lubitsch, inmediatamente después de que John abandonara el entrenamiento.

—A chequear a... Holmes... —Él casi le llamaba Sherlock.

"Rehén, no invitado. Rehén, no invitado", él se recordó a sí mismo.

Lubitsch no se entrometió más, simplemente asintió con un movimiento brusco de cabeza y recogió su revólver.

John le dedicó un gesto afirmativo al guardia, y éste le abrió la puerta para que entrara. Sherlock estaba acurrucado sobre la cama con un libro abierto, sus ojos deslizándose a través de las páginas, pero John podía deducir que el hombre acababa de despertar.

—Quería ver si aún seguías sin apetecerte cenar —le dijo él, mirando los estrechos ojos de Sherlock. Algo estaba mal, pero John todavía no podía saber qué era.

—Mis deseos no han cambiado.

—Está bien. Si lo hacen, díselo al guardia que está afuera.

Sherlock asintió y regresó su atención al libro. John podía advertir que el rehén estaba esperando a que él se marchara, pero, teniendo en cuenta que se trataba de Sherlock, John aguardó durante otro momento. Mas, fue en vano, ahora resultaba que nada se le antojaba, así que él se dio media vuelta y abrió la puerta.

***

Después de una frustrante reunión con el "Triunvirato" (bueno, el apodo de Ghandi era bastante pegajoso), John se fue para la sala reservada para el descanso del personal de alto rango a preparar té.

Una mirada a su reloj le dijo que Sherlock, indudablemente, se estaría dirigiendo hacia las duchas, y John decidió hacerle un poco de té. Sherlock nunca había comentado nada al respecto, pero, John sospechaba que Sherlock en verdad prefería el té antes que el agua embotellada.

China era un lugar muy peligroso (a John no le extrañaría que Sherlock encontrara alguna forma de utilizar una taza de té para escapar) por eso John se abstenía de llevarle a Sherlock té muy seguido.

Por desgracia, ellos no tenían muchos vasos de plástico en el QH; todo por su campaña, amigos del medio ambiente.

Él aún tenía muchas carpetas por trascribir, por lo que dejó la taza sobre la mesa, junto al colchón vacío de Sherlock y salió de la celda.

Una conmoción a sólo unas puertas del salón, llamó su atención; él sintió su cuerpo tensarse, sus sentidos se agudizaron, como dardos sus manos aferraron al revólver.

Al voltear la esquina, él divisó que el origen del barulló era Sherlock, con la camisa púrpura medio desabotonada y sin calcetines; los había perdido en su lucha contra un guardia.

Su intento de fuga no sorprendió en lo más mínimo a John, simplemente le hizo preguntarse: ¿por qué Sherlock no había pensado en un mejor plan?

Cuando el par de guardias, giraron a Sherlock para que quedara de espaldas a John, éste avanzó. Uno de los guardias se estrelló contra el duro suelo después de que Sherlock le diera un puñetazo. Pero, aun así, John logró tomar desprevenido al hombre más alto, y en un santiamén, John tuvo a Sherlock clavado contra el suelo; con sus manos alrededor de las delgadas pero fuertes muñecas.

Desobediencia Civil. (Johnlock AU) - Traducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora