Capítulo 21 | Dolores menstruales

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Mia y Leila caminan como pueden por el gran pasillo, sosteniéndose una a la otra mientras Christian las regaña. A duras penas logran llegar hasta la suite imperial, y tan solo entran a su habitación, se derrumban en la cama sin siquiera molestarse de acostarse bajo las sábanas.

Desde que llegamos no he dicho ni una sola palabra, solo observo como Christian habla por teléfono con su mamá.

—No es necesario que hables con sus padres, mamá —está fastidiado—. Ya te dije que las chicas ya se durmieron, no puedo despertarlas y sacarlas porque tú no quieres que nos quedemos en casa de Louis... Sí, estamos todos en la misma habitación y yo las cuido... Mamá nadie entrará a la habitación mientras dormimos. ¡Existe el seguro de puertas! Mañana pido un taxi antes de las siete de la mañana. Adiós —cuelga tirando el celular encima de la mesa de madera.

—¿Está molesta? —pregunto en un susurro casi inaudible.

—Más o menos, ya se le pasará. No suele enojarse por mucho tiempo —responde ya más tranquilo y solo me limito a asentir.

Observo mis manos, las cuales se encuentran un poco rojas por el frío y luego de unos minutos de silencio, me levanto del sillón dispuesta a irme a bañarme.

—Iré a darme un baño, no quiero llegar mañana a clases pasada a humo de cigarro —hago una mueca al oler mi cabello impregnado con el olor a tabaco, y podría apostar que también drogas.

Carla llegaba todos los días con ese olor en sus ropas y cabello.

Decido no pensar más y sin esperar su respuesta camino hacia la habitación disponible de la suite imperial juntando la puerta. Me saco mis zapatillas, mi blusa y mi pantalón, quedando sólo en ropa interior. Escucho como Christian toca la puerta de la habitación y rápidamente me pongo un albornoz que reposa encima de la cama junto a unas toallas y un sin fin de cosas más del hotel.

Christian entra a la habitación luego de un momento y solo se dedica a recorrer mi cuerpo sin ningún pudor o disimulación.

—¿Quieres bañarte conmigo? —pregunto rompiendo el silencio y veo como la duda cruza su mirada, pero finalmente asiente haciéndome sonreír. Camino solo con el albornoz hacia el baño y cuando lo escucho entrar, dejo que la suave tela se deslice por mi cuerpo hasta caer completamente al piso. Sin más, entro a la ducha solo vistiendo bragas y brasier.

Escucho el sonido de la bragueta de su pantalón abrirse y el sonido de sus zapatillas golpear el suelo. A los segundos siento sus cálidas manos alrededor de mi cintura, seguido de un cálido beso en mi mandíbula hasta hacer un camino de besos, llegando a mi hombro en donde da un leve mordisco.

—Eres hermosa —me gira lentamente hacia él y me pega con delicadeza a la fría pared, haciendo que me estremezca. Gimo y muerdo mi labio inferior al sentir su erección, solo cubierta por la fina tela del bóxer, rozar levemente en mi pelvis bajo el agua tibia.

—¿Quieres bañarte? —pregunta y yo niego haciéndolo sonreír—. A mi igual me gustas más sucia. —atrapa mis labios entre los de él y comienza a besarme lento y pausadamente dejándome con ganas de más. Deja mis labios y comienza a besar cada centímetro de mi piel hasta llegar a mi cuello, en donde deposita varios besos húmedos y pequeños mordiscos. Mi respiración al igual que la de él se acelera como si hubiéramos corrido un maratón hace tan sólo unos instantes.

Envuelvo mis dedos en su cabello y jalo de él levemente haciéndolo jadear. Desliza una de sus manos desde mi cintura hasta llegar a mi cadera, dejando un exquisito rastro de ardor por donde recorren sus dedos.

—Ana... —me impulsa hacia arriba y por instinto envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, sintiendo su prominente erección hacer fricción justo en mi pelvis.

Juntos por el Destino: Dulce Tentación | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora