Capítulo 27 | Ya no puedo más

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Comienzo a abrir lentamente los ojos acostumbrándome a la tenue luz, escuchando un sonido molesto y constante a mi lado. Lentamente giro mi cabeza hacia la izquierda, encontrándome un pequeño monitor cardíaco, haciendo que los recuerdos me inunden haciéndome estremecer.

Levanto ambas manos y veo la intravenosa que tengo en la mano derecha conectada a una serie de medicamentos y creo que a un suero.

—Ana— frunzo el ceño y giro mi cabeza a mi lado derecho en donde Christian se encuentra al rincón de la habitación despeinado y con ojos rojizos

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—Ana— frunzo el ceño y giro mi cabeza a mi lado derecho en donde Christian se encuentra al rincón de la habitación despeinado y con ojos rojizos.

—Agua —mi garganta arde haciendo que mi voz salga rasposa.

Christian asiente rápidamente y toma un vasito de papel de la mesita que se encuentra a los pies de la cama y vierte un poco de agua en él.

Camina hacia mí y él mismo me pone el vaso en la boca mientras que yo levanto levemente la cabeza tomando del agua por pequeños sorbos, sintiendo como mi garganta se lo agradece y no se desgarra como hace unos momentos.

—¿Cómo estás? —pregunta quitando el vaso de mi boca cuando me la termino toda y comienza a acariciar rítmicamente mi mano.

—Creo que bien, no lo sé —entre cierro los ojos y vuelvo a abrirlos completamente, observando fijamente la pared blanca para luego fijarla en él que me mira preocupado.

—No vuelvas hacer eso —una lágrima se desliza por su mejilla y mi corazón se estrecha—. No vuelvas a dejarme —ahoga un sollozo y yo tomo firmemente su mano y niego lentamente mientras las lágrimas comienzan a desbordan mis ojos.

—Lo siento mucho —sollozo mientras niega lentamente y se inclina abrazándome fuertemente por la cintura y yo por el cuello sin tocarlo.

—No es tu culpa pequeña —besa castamente debajo de mi oreja. Escondo mi rostro en su cuello, aspirando su aroma y me hago a un lado dejando un espacio en la camilla y con cuidado de no tirar de las intravenosas, lo halo hacia mi incitándolo a acostarse conmigo—. No puedo lastimarte —murmura y yo niego.

—Por favor —suplico haciendo más grande el espacio y luego de un momento de debatirse, consigo que se recuesta a mi lado en la camilla abrazándome por la cintura, y yo lo rodeo con mis brazos, ocultando mi rostro en su cuello permitiéndole desahogarme mientras acaricia mi cabello y puedo sentir sus sollozos silenciosos.

Nos quedamos en silencio unos momentos afirmándonos cada uno del otro como si fuéramos nuestros salvavidas, mientras Christian besa repetidas veces mi frente intentando calmar mis sollozos, pero no puedo.

La puerta se abre de golpe, entrando por la misma mamá, mis músculos se tensan desde la punta de los pies hasta la coronilla. Christian rápidamente se separa de mí y se levanta de la camilla limpiando sus lágrimas.

—Christian, ¿se puede saber qué hacías con Anastasia y por qué estás llorando? —pregunta con el ceño fruncido pero no parece molesta, más bien confundida.

—Necesitaba un abrazo —murmuro sintiendo como mi labio inferior tiembla nuevamente conteniendo mis lágrimas.

—Si la hubieras visto como yo la vi, estarías peor —responde con recelo—. Estaré afuera —sale de la habitación sin esperar respuesta cerrando la puerta a su paso.

—No me lo tomes a mal, ¿pero que haces aquí mamá? —pregunto limpiando mis lágrimas con el dorso de mi mano mientras ella se sienta a mi lado en la camilla.

—Me tengo que enterar por mis influencias en este hospital que por mi propia hija o por último, Christian —parece momentáneamente enojada pero su expresión se suaviza—. Dime qué te han hecho cariño —cualquier rastro de hematoma en su rostro fue cubierto perfectamente con maquillaje, como si nada hubiera pasado.

—Lo siento por no avisarte, pero no quería preocuparte —trago fuerte—. Dos chicas del colegio cuando iba a salir me sostuvieron, me esposaron de pies y mano, me amordazaron y me colocaron un antifaz. En pocas palabras, me golpearon y obligaron a tomarme esas pastillas —resumo—. Tengo miedo...—muerdo mi labio inferior e inevitablemente comienzo a sollozar.

Mamá me abraza fuerte y yo apoyo mi cabeza en su hombro y viceversa mientras acaricia rítmicamente mi cabello intentando relajarme.

—Tranquila cariño, no tienes que sentir miedo por la basura —besa mi cabello—. Me encargaré que la basura esté en su lugar. El contenedor —se separa de mí limpiando mis lágrimas con sus pulgares y me alcanza un pañuelo el cual tomo y sorbo mi nariz mientras me da un poco de agua.

—Me quiero ir de aquí —sorbo mi nariz nuevamente de una manera muy poco femenina.

—El doctor dijo que mañana te dará de alta. Quiere mantenerte en observación esta noche ya que las pastillas que te dieron eran de 200 mg y aproximadamente te dieron más de cinco —su voz se torna dura y temblorosa—. Si no hubieras vomitado, las consecuencias hubieran sido letales a pesar de que te hubieran practicado un lavado de estómago —mi estómago se encoge y mi respiración se acelera producto del miedo.

Yo no me quiero morir, aún no.

—¿No tengo se-secuelas? —tartamudo y niega rápidamente tratando de calmarme.

—Antes de que vomitaras las pastillas no llegaron a tener tanto efecto en tu organismo — asiento con la mirada perdida.

Su celular comienza a sonar y al ver el identificador su expresión se vuelve tensa e intimidante. Se levanta de la cama y contesta caminando hacia la puerta mientras yo jugueteo con mis dedos nerviosa.

—Ana —me llama y yo alzo la miraba viendo que aún está al teléfono—, necesito los nombres de ambas —pide  suavemente y yo asiento intentando recordar sus apellidos.

—Harley Ashton y Alicia Turner —con tan solo pronunciar sus nombres la sangre se me congela sintiendo un fuerte escalofrío en mi espalda.

—Bien.

Algo a mi lado vibra y veo que es mi celular que se encuentra sobre la mesita de noche del hospital. Con el ceño fruncido lo tomo y veo que es un mensaje de un número privado.

«Si abres la boca con tu mamá y no dejas a Christian, te juro que tarde o temprano me vengaré, más tarde que temprano. Recuérdalo.»
Harley

Tiro mi celular al piso sobresaltando a mi mamá y me sostengo la cabeza entre manos, jalándome fuertemente del cabell. Siento las manos de mi mamá a mis lados intentando tomarme las manos, pero al no conseguirlo, me pega fuertemente a su pecho abrazándome para intentar inmovilizarme.

—¡Christian! —lo llama desesperada, esperando a que entre a la habitación mientras mi respiración se vuelve irregular y las lágrimas comienzan a inundar nuevamente mis mejillas mientras el miedo en su máxima expresión se instala en mi.

—¿¡Qué pasa!? ¡Ana! —grita entrando a la habitación mientras mi mamá me sigue abrazando. Mi cuerpo comienza a tener espasmos producto del llanto volviéndose hipidos, sintiendo como si me estuvieran enterrando un cuchillo en el pecho.

Tomo el valor suficiente y me zafo de los brazos de mi mamá que me mira preocupada, mientras sus mejillas están llenas de lágrimas al verme así.

—Se acabó —suelto de la nada dirigiéndome a Christian, que me mira con los ojos abierto como platos y puedo notar su corazón acelerarse.

—¿Qué? —musita con el miedo instalado en sus ojos.

—Se acabó. No más... no puedo más. Simplemente se acabó.

Juntos por el Destino: Dulce Tentación | TERMINADAOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz