Capítulo veintitrés.

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La niñez de JongHoon fue como la de cualquier otro, un niño un tanto demasiado hiperactivo, pero con todo el dinero que tenía la familia de su madre, cuidaron que su personalidad y salud se desarrollarán sanamente. Quizá un tanto muy mimado, quizá un tanto muy caprichoso, pero era lo normal entre los hijos de familias ricas.

Como la mayoría de niños, amaba más a su madre, quien permanecía siempre en casa, cuidando de su niño más pequeño, además el señor Choi era un hombre demasiado severo, con la autoridad policial metida en cada célula de su cuerpo.

Al inicio de su adolescencia, como cualquier chico, probó de todo y tuvo una novia a la que amó, pero ella le dejó a pesar de todo el amor que le dio y allí desarrolló los primeros síntomas de una depresión que le atormentaría por los siguientes años. Aún más cuando a sus 16 años su madre murió en extrañas circunstancias.

A diferencia de lo que se suele creer, la depresión abarca numerosos síntomas, en los que la ira, la hostilidad, la irritabilidad y los estallidos violentos, son bastantes frecuentes en la personas que lo padecen; teniendo JongHoon todos esos síntomas, uno por uno, y al mismo tiempo.

Cuando la sospecha de que su padre habría matado a su madre, por dinero, por la herencia de la familia materna, se peleó con otros chicos, les golpeó hasta un paso de la muerte, enfrentó a su padre, enfrentó a su hermano, pero al final no fue capaz de hacer nada contra ellos, no cuando era aún menor de edad, y su padre tenía su custodia, y su comportamiento violento era el boleto del hombre para obtener la herencia sin el más mínimo esfuerzo.

En todo el caos que era su vida, en medio de la oscuridad en la que se había sumido, una lucecita con forma de persona, con la sonrisa de un sol y los ojos llenos de luz, la carita tan provista de emociones, fue el ancla que tuvo en ese momento.

Kim JunMyeon fue la única salida a todos sus demonios.

No es que le quisiese atormentar, pero estaba tan desconfiado del mundo, tan decepcionado del amor, tan deprimido, que la única forma en que consiguió mantener a su lado al chico de carita de bebé, de sonrisa solar y emociones a flor de piel, fue asegurándose la emoción tan fuerte como el amor; el odio. No quería que pasase lo mismo que con esa novia que tuvo, no quería que JunMyeon despreciara su amor.

Pero JunMyeon no parecía odiarle, se veía siempre tan vulnerable, tan asustado, tan culpable... como sí pensase que su locura era a causa suya, y el deseo de anclarse en JunMyeon, se volvió obsesión, más que amor, lo que siente por JunMyeon, lo que ha sentido desde todo ese año en el que estuvieron juntos en el instituto, fue la inmensa necesidad de ser amado por él, como sí el amor de alguien tan puro, de alguien con un corazón tan noble, pudiese salvarle de sus demonios.

Está tan obsesionado con meterse en él, en cada uno de sus poros, de llenar su corazón y robar sus sonrisas. Está encaprichado, está enloquecido. No es amor, es la búsqueda de una salvación, pero JunMyeon le ha torturado con su desprecio, sí alguna vez quiso su odio, al final, ni siquiera él mismo pudo manejar el miedo y el dolor de JunMyeon.

El daño que le hacía, se lo estaba haciendo el mismo, porque estaba apagando la luz que iluminaba su oscuridad.

Al irse JunMyeon a Inglaterra, le perseguía en sueños la navaja en el cuello de JunMyeon, cuántas veces tomó un avión para mirarle de lejos, observarle desde unos cuantos metros, aunque JunMyeon no quisiese verlo, él sólo quería volver a sentir la luz de su bebé calentarle.

Pero en cada viaje que no podía acercársele, en cada momento que le veía de lejos, la depresión se volvía más fuerte, ni con su receta médica lograba disipar todos esos malos pensamientos que había descargado en JunMyeon, todas esas emociones descontroladas que JunMyeon podía calmar sólo con mirarle, sin darse cuenta.

Los Ángeles [SeHo/SuHun]Where stories live. Discover now