"Hay un vacío en el lugar donde deberían estar mis emociones, y sin embargo, tú me enciendes en la más profunda pasión hasta ya no necesitar sentir otra cosa. Porque después de todo, los dos estamos enfermos. Ambos vemos cosas extrañas. Tú ves desde...
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Ya habíamos terminado de tomar desayuno, fue algo corto y silencioso, algo raro por parte de ambos, seguro es la emoción de tu parte.
-Mariel, ayúdame a limpiar todo antes de irnos-le pedí cuando se limpiaba la cara como una señorita después de haber terminado de comer.
-Está bien, solo dame un momento, olvidé algo en mi cuarto-te excusaste y fuiste a tu cuarto corriendo, como si estuvieras huyendo de mí.
Rodé mis ojos, es evidente que quieres evitar la fatiga, lo haré todo yo entonces.
-¡Muchas gracias por la ayuda, hermana!-te grité en sarcasmo.
Me disponía a lavar los trastes cuando tocan la puerta. Al fin llegó el desgraciado.
Dejé los trastes en el lavadero y fui corriendo a la puerta. Empezaron a tocar más fuerte y desesperadamente la puerta.
-Ya voy, ya voy, pero primero identifíquese-avisé antes de abrir de la puerta.
-¡Joven Paulino! Hola, qué gusto, buen día ¿ya está todo listo?-saludó Esteban en la puerta con una sonrisa, parecía falsa pero eso no me importa.
-Mucho gusto, Esteban, pasa-respondí serio y lo invité a entrar.
-¿Por qué tan seco?-se quejó Esteban entrando a la casa con una pequeña maleta de ruedas-se supone que hoy es un día muy especial para tu hermana, deberías sentirte feliz.
-Lo estoy, no sabes cuanto, en serio-intenté parecer tranquilo pero se me notaba algo tenso.
-Claro-se rió con sarcasmo-aunque sorprende y asusta un poco que no lo estés en realidad-prosiguió más tranquilo-mira, yo no soy psicólogo pero algo he estudiado en la universidad. Así que, cualquier inquietud me la puedes decir-toma mis manos y se las acerca a su pecho-estoy seguro que soy el más capacitado para ayudarte-me miró a los ojos con detenimiento y sonrió.
-Aquí la única persona que necesita ayuda es Mariel-me solté y me alejé de él lo más que pude-que por cierto ya se está tardando mucho esa señorita...¡Mariel! ¿ya sales?
-Estoy viniendo-se escuchó a lo lejos, pero cada letra que pronunciaba se escuchaba más cerca-Aquí estoy-anunciaste ya en la sala. Con la cabeza agacha mostraste el porqué te demorabas tanto, te habías puesto por segunda vez el vestido de Blancanieves, y te peinaste como ella, ¿acaso debo decir que...?
-Te ves hermosa-hablé mis pensamientos.
-Vaya, sí te pareces mucho a esa princesa de Disney ¿quién lo diría? Es igualita-se rió.
-¿¡Es en serio!?-pregunté, espero que eso sea también sarcasmo.
-Ya no se queden ahí y vamos de una buena vez-te molestaste y ya sin más fuimos a la estación de tren, los tres.
El recorrido fue un poco largo, aunque será como un viaje a la tienda de la esquina comparada con el lejano destino al que nos dirigimos. Son varios días y de solo pensarlo ya me duele la cabeza.