4. Inconsciente

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La noche había transcurrido entre besos, abrazos y placer casi infinito. Su forma de moverse, de tocarme, de mirarme, de tomar el control. Esos ojos oscuros habían penetrado en mi mente como su cuerpo lo había hecho en el mío. El recuerdo de aquellos momentos me hizo desearlo una vez más, de ser de nuevo suya, entre sus brazos y de hacerlo mío en mis besos; ocultos al mundo y su deriva, desnudos y entregados sin más límite que la luz del día.

Todavía desnuda me incorporé de la cama y me quedé observando el espejo de pie que hay entre la cómoda y el armario. Sentí un estremecimiento al verme reflejada. En el cristal volví a observar sus párpados cerrados. Se había quedado dormido tras una agotadora sesión de sexo y yo había permanecido despierta, observándole durante una hora al menos antes de sucumbir al cansancio y dormir durante un par de horas. Se removía en la cama, apretaba su mandíbula y sus manos aferraban la nada con fuerza. Me dio la sensación de que tenía una pesadilla, tal vez soñaba con su valiente actuación de la noche anterior y eso me llevó a recordar lo sucedido en las últimas horas.

Durante la velada, John me había contado su infancia. Fue una historia de dificultades. Cruda. Sus padres habían fallecido en un accidente de coche cuando él tenía apenas 9 años. Lo había criado su abuela materna hasta que fue capaz de valerse por sí mismo y emprender una vida por su cuenta. Había estudiado lo justo para desenvolverse, después se hizo militar y así permaneció durante unos años en los que pudo viajar mucho y aprender idiomas gracias al ejército. Me dijo que hablaba un poco de español, francés, alemán y ruso, además del inglés. Su vida siempre había tenido un denominador común: la humildad. Tras 6 años como militar, finalizó su contrato y pronto consiguió trabajo. Ahora se dedicaba a viajar realizando contratos o algo así, labores de comercial.

Es curioso cómo se forjan las vidas y cómo coinciden las almas cuando están predestinadas. Yo misma había perdido a mis padres también en un accidente de coche a la edad de 16 años. Aquel día no me despedí de ellos. Después ya nunca pude hacerlo. Terminaron de criarme mis tíos en Polonia, unas personas maravillosas que cuidaron de mí y me dieron todo lo que necesité, incluso el amor de unos padres forzados por las circunstancias. Después vino la universidad, conseguí una beca Erasmus en Holanda y nada más terminar la universidad, obtuve mi primer trabajo como ayudante supervisora de proyectos de ingeniería. Combiné este trabajo con el estudio de una nueva ingeniería, la informática. También hablaba varios idiomas.

J me preguntó con mucho interés sobre aspectos de mi infancia y escuchó absorto mientras le contaba pinceladas de mi trabajo actual como directora de un proyecto de inteligencia artificial aplicada a la aeronáutica y las ventajas de poder ejercer mi cometido sin necesidad de moverme apenas de casa.

Fue un encanto por mantenerse atento a todas mis miserias en la empresa multinacional para la que trabajo. Coincidíamos en muchos gustos e intereses, incluidos los relativos a la cama.

Al observar ahora su cara serena mientras dormía, me dio la sensación que era un hombre venido a ocupar un espacio importante en mi vida. Los acontecimientos de la noche anterior habían creado un vínculo que me recordaría a él siempre. De lo que no era consciente era de hasta qué punto llegaría a crecer ese vínculo.

Me levanté procurando no hacer ruido y fui a darme una ducha revitalizante. Me dolía todo el cuerpo. Lo que no tenía tan claro es si era consecuencia de la tensión del atraco o de la improvisada sesión de ejercicio.

Al salir del baño, él se había vestido ya. Estaba en la cocina y preparaba el café. El olor de las tostadas provocó un quejido inmediato en mis tripas.

—Buenos días, señorita —dijo guiñando el ojo—. He pensado que te gustaría desayunar. Estoy famélico —afirmó mientras se frotaba la barriga con exageración.

—Buenos días caballero —susurré tras recibir un delicioso beso—. ¿No pensarás ir a ningún sitio con esa camisa, verdad? Dámela que la pongo a lavar en un momentito.

—¿Me ayudas a quitármela Charlotte? —El sonido de su voz ronca cerca de mi oído encendió de nuevo una llama en mí.

Y así es como acabamos tomando las tostadas ya frías, pero con una sonrisa renovadora en la cara.

Y así es como acabamos tomando las tostadas ya frías, pero con una sonrisa renovadora en la cara

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Hola! Espero que os esté gustando lo que llevo hasta ahora. Es un estilo distinto, más pausado aparentemente (eso es solo de momento). Desde luego es mucho menos frenético y muy distinto diría que en todo Sándwich de Dragón.... (para quién la haya leído)

Por favor, sentiros libres de opinar. Sabéis que adoro los comentarios.

Mientras tanto, ¡invito a todos a una ronda de cerveza fantasma!

Renasci - La forja de una espíaWhere stories live. Discover now