59. ¿Rutina?

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La mañana se presentó antes de lo previsto. Eran las cinco y media, apenas habíamos dormido un par de horas cuando John ya estaba en la ducha y yo me había levantado para preparar un buen desayuno.

Aquella no era mi casa, pero tenía todo lo necesario. La cocina estaba bien equipada e incluso la despensa contaba con todo lo que yo solía comprar. Sin duda La Agencia se había tomado muy en serio la molestia de hacer una réplica lo más precisa posible de mi propio domicilio y no habían escatimado en detalles.

En el cuarto de baño encontré no solamente mis marcas de maquillaje, de aseo y baño, sino que también habían incorporado los que John usaba habitualmente.

—Parece que también han entrado en tu casa, ¿no? —le dije mientras se duchaba. Estaba acostumbrada ya a que violasen mi privacidad, aunque no me gustase la sensación.

—¿Parece? ¡Hasta me han copiado la pasta de dientes! —dijo riéndose.

—Y el papel higiénico, las toallitas, ¡todo! —Reí con él.

—Está claro que son unos cabrones bien educados. —J estaba de muy buen humor—. Me pregunto qué pasará si se rompe mi frasco de colonia. ¿Aparecerá otro cuando volvamos?

—¡Seguro! —dije mientras observaba el frasco de Ultra Male de Jean Paul Gaultier que reposaba en la repisa del lavabo—. ¿Quieres que hagamos una prueba?

—¡Espera al menos que lo estrene morenita! —John se había asomado tras la mampara. Su pelo estaba lleno de espuma y el vaho que se producía en el cristal, impedía que pudiese contemplar aquel cuerpo tan delicioso.

—Me encantas cuando estás de buen humor, pero ayer fuiste muy agrio con Sarah. Es una buena mujer, creo.

—No dudo que lo sea, pero forma parte de toda esta mierda, así que por mí se puede ir al infierno. Eso sí, antes que rellene la despensa.

—¿Crees que estarás bien? —le pregunté. Esa mañana alguien iría a recogerlo para que pudiera integrarse en el equipo táctico que debía darme protección.

—Yo sí, espero que ellos sean lo suficientemente profesionales como para estarlo también.

—¿Tendrás cuidado por favor?

John salió de la ducha y al hacerlo, contemplé su desnudez. La excitación se apoderó al instante de mi mente y mi cuerpo.

—Sé lo que estás pensando —me dijo al descubrirme ensimismada en pensamientos nada profesionales.

—No nos da tiempo. ¿Es que no has tenido bastante? —Reí.

—Contigo nunca es bastante, cariño —me contestó antes de besarme los labios—. Pero no, no da tiempo. Desayunemos.

Después de tomar unas tostadas con café mientras charlábamos como una pareja convencional, llegó la hora de la despedida. John me observó con un inmenso brillo en los ojos.

—¿Sabes que te quiero?

Sus palabras me dejaron sin habla. Apenas llevábamos unos días juntos y aquel hombre me estaba declarando su amor. Yo también lo quería, sin duda, y mi corazón se puso al galope tendido.

—John —no pude expresar mis sentimientos.

—Lo sé. Volveré. Hasta la vista, baby —dijo imitando la voz de Terminator mientras yo permanecía sujetando la puerta sin poder pronunciar palabra.

Al marcharse una terrible congoja se apoderó de mí. Me sentí muy sola. Sabía que había mucha gente que me estaría observando en el mismo instante que pusiese un pie en la calle, pero eso no me tranquilizaba en absoluto.

Renasci - La forja de una espíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora