P a g o

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Al despertar la mañana siguiente no le sorprendió ver la espalda desnuda de Joshua a un lado de la cama, moviéndose suavemente al compás de su respiración calmada. No le sorprendió sentir que había tenido el mejor sueño en mucho tiempo. No le sorprendió enderezarse y encender un cigarrillo fumando con calma, mirando por la ventana con tranquilidad. No le sorprendió ver al chiquillo moverse al respirar el aroma del humo del cigarrillo, estirándose como gato al despertar y haciendo un ruido de gusto, como si hubiese disfrutado de un grato sueño. No le sorprendió mirarse como si nada hubiese pasado la noche anterior, recibiendo un suave buenos días, viendo al chiquillo levantarse desnudo, ponerse ropa interior y caminar a la mini cocina para preparar algo de desayuno. No le sorprendió desayunar juntos en la misma cama como si de los mejores amigos se tratasen, conversando tranquilos bebiendo café y comiendo tostadas con mantequilla.

No le sorprendió, sobre todas las cosas, no poder dejar de deleitarse con las sonrisas que Joshua, constantemente, intentaba disimular.

Después de aquella noche, la relación entre ambos cambió de una forma tan minúscula pero cómoda que ninguno de los dos siquiera lo mencionó. Joshua comenzó a hablar otra vez, suave y dulce, tranquilo como si realmente tuviese todo el tiempo del mundo para hablar; Mingyu ya no se sentía tan incómodo al hablar, pues ya no sentía estarle hablando a una pared, y de cierto modo aquello le hacía más fácil el trabajar juntos.

Y el sexo comenzó a ser un plus en su relación.

Cada vez que llegaban a la habitación, cada vez que terminaban un trabajo, fuese en la cama o en el mismo auto la pasión no podía aguantarse más, de un momento se encontraban fornicando como si la vida se les fuese en ello, llenándose mutuamente de rasguños, mordidas, besos y sudor. Era algo que ya no podían controlar, ya no podían detenerse, el simple hecho de verse ahí, tras asesinar a los sujetos por quienes les pagaban. De pronto, ser adictos al otro era lo más normal del mundo y a ninguno les molestaba.

Joshua mordió el asiento trasero del auto, sintiendo sus piernas temblar y su miembro palpitar ante la excitación. Mingyu besaba su cuello, metiendo sus dedos en él con fuerza, casi sin dejarle respirar.

- Métemelo tú – murmuró entre dientes, rogando, sintiendo sus piernas temblar. Mingyu sonrió tras él y negó con la cabeza.

- Mm-hm – respondió, sintiendo la frustración del chiquillo atrapado entre su cuerpo y el asiento de cuero negro. Lo oyó lloriquear un poco, le encantaba. No bastó demasiado para, tras presionar sus dedos con fuerza dentro suyo un par de veces, lograr hacerlo terminar en un largo gemido entrecortado, sudor cayendo por su rostro.

Jadeó un par de veces, respirando con fuerza, se giró entonces y empujó a Mingyu contra la puerta del auto, abrió su pantalón y comenzó a lamer y chuparlo sin pudor, como si disfrutara el más delicioso banquete, desesperado por saborearlo y sintiendo cómo se endurecía más y más en su boca. No necesitaron demasiado tiempo, en un momento pudo sentir el semen en su boca, dejándolo terminar en su boca, saboreando y tragando con gusto con una sonrisa en su rostro, deleitándose con los gemidos extasiados de Mingyu. Se acomodó entonces hasta apoyarse en su pecho, escuchando su corazón latir rápido. No dijeron nada, no necesitaban decir nada, simplemente esperaron unos momentos antes de vestirse y volver a la habitación.

- ¿Hasta cuándo seguirá esto? – preguntó Joshua una noche, desnudo boca abajo en la cama, abrazando la almohada. Mingyu lo miró desde su sitio, preparando fideos instantáneos. Alzó una ceja en confusión.

- ¿Seguir qué? – preguntó. Joshua suspiró.

- Ya sabes, el sexo, tirar, fornicar, acostarnos, como quieras llamarlo – respondió, girándose y quedando boca arriba - ¿Cuándo nos detendremos?

Manos sucias. [MinShua]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora