12. Riley, hablemos

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#SábadosDeGMW

–Riley, debemos hablar.

Las palabras de Lucas quedaron suspendidas en el aire por algunos segundos mientras yo miraba mis manos entrelazadas.

Tuve que volver a darle las gracias a esa persona/divinidad que hace que pequeñas cosas ocurran mientras otras más grandes están en curso.
Y es que justo unos segundos después de escuchar la frase de Lucas, mi móvil vibró con un mensaje el cual fingí que era de vital importancia y me permitió excusarme enfrente de Lucas.

En realidad el texto "tan importante" no era más que unas cuantas palabras de una recién levantada Francesca las cuales había escrito de forma que trataba de preguntarme si me había tragado la tierra o seguía viva y, si seguía viva, me preguntaba el por qué no la había llamado para contarle de qué había estado hablando con Lucas en Topanga's la tarde anterior.

Corrí por los pasillos ya repletos de adormilados estudiantes hasta llegar al baño de mujeres más cercano.

Sí, que nadie hable. Ya lo sé.
Siempre he sido de esas chicas que tiene consejos para todo el mundo menos para mí misma.
Pero, en aquel momento, no podía pensar en eso.
Lo único que podía hacer era tratar de controlar mi acelerada respiración, debida a partes iguales a mi carrera por los pasillos y al nerviosismo que me provocaron las palabras de Lucas.

No estaba preparada para hablar con Lucas. No quería que me explicara los motivos que lo llevaron a marcharse de Nueva York sin despedirse ni los que le llevaron a volver.

Y por eso mismo, decidí que evitaría a Lucas durante todo el tiempo que pudiera.
Sí, no era la forma más madura, ni mucho menos la más eficaz, de rehuir una conversación que debía producirse, pero era lo único que podía hacer. 

Esperé sentada sobre la tapa del retrete en uno de los sucios y fríos cubículos hasta que la alarma que daba inicio al primer periodo resonó por todo el edificio. Después de eso, me escabullí por los pasillos hasta llegar a mi primera clase de la mañana: Matemáticas. 

Las siguientes horas se correspondieron con clases en las que debía encontrarme con Lucas, Zay y Smackle, por lo que me escondí en el rincón más oscuro de la biblioteca con uno de mis libros favoritos: Orgullo & Prejuicio.

A la hora de comer, le pedí a papá que fuera a buscarme una bandeja con comida para poder así hacerle compañía mientras él corregía un trabajo de los alumnos de duodécimo. Y aunque supongo que no se tragó mi gran mentira, papá lo hizo.

Las clases de arte y español fueron como un remanso de paz antes de llegar a la temida clase de historia, a la cual no podía faltar pero a la que tampoco quería ir para encontrarme así con la persona que no dejaba de atormentar mi mente.

Cerré mi taquilla de un portazo cuando el timbre sonó anunciando el comienzo del último periodo.

–Vamos, Riley, ¿qué te ocurre?– preguntó Maya–Nunca te he visto tan desganada antes de entrar a la clase de tu padre.

No recuerdo que fue lo que respondí, lo que sí recuerdo fueron los tres segundos durante los cuales la mirada de Lucas colapso con la mía antes de que entrara en el aula de Historia.

Muy al contrario de lo que jamás hubiera pensado el primer día que volvimos a vernos después del año y medio que Lucas pasó en Texas, sus ojos lucían entre preocupados y suplicantes.

Sabía que no podía dejarme llevar por una simple mirada y acabar así con todo el esfuerzo que había invertido en evitarlo durante el día, así que entré a la clase de papá con la mirada en mi carpeta mientras escuchaba lo que fuera que Maya me estuviera contando.

De nuevo tú -Rucas-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora