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Me quedé boquiabierta cuando me bajé del carro, Elkin nos estaba estaba esperando con una sonrisa de oreja a oreja, no me podía creer lo que estaba viendo, la cabaña era más que espectacular, como sacada de película.

–¿Por qué se han tratado tanto? –Dijo con una sonrisa maliciosa–.

Respire hondo, no quería colocarme como un tomate.

–Recuerda que hemos ido al supermercado a traer comida. –Soltó Matias–.

–Woww, Elkin. ¿Eres rico? –Pregunte riendo tratando de cambiar de tema–.

–Ojala, pero son mis padres, no yo. –Rio–.

–Te envidio.

–Vengan chicos. –Se acercó hacia nosotros-. –¡QUE EMPIECE EL MEJOR FIN DE SEMANA DE TODOS! UHHHH!! –Grito–.

Al entrar a la cabaña tenía miedo de ensuciarla, estaba todo limpio y organizado, aun no me podía creer que los padres de Elkin tuvieran este lugar, era fascinante poder tener un espacio para escaparse de la realidad y poder darse un suspiro de la ciudad.

Elkin nos dio un tour por la cabaña para poder estar más familiarizados y no perdernos, porque al entrar se veían unas enormes escaleras, en total eran tres pisos, pero desde afuera se veía que solo era una solo, estaba la sala con un televisor que daba de pared a pared, con una chimenea que daba ambiente familiar y romántico, al fondo estaba la cocina, que era una señora cocina, con todos los juguetes para cocinar y luego estaba el patio con jardín, donde estaba la piscina y el jacuzzi. Nos explicó que los otros dos pisos eran habitaciones así que no teníamos nada que ver. Decidimos tomar la habitación del sótano con Matias, me sentía nerviosa porque era la primera vez que estaremos compartiendo un espacio a solas donde se podría prestar para mucho.

Mis pensamientos me envidian, quería decirle que aún no había estado con nadie pero el miedo a que me rechazara aumentaba más.

¿Pero quién va a rechazar a una virgen? Matias quizá...

Así que es acá donde vamos a pasar los siguientes días. –Dijo Matias colocando las maletas sobre la cama–. –¿Qué lado quieres?

–Ehh, ¿el derecho?

–¿Me preguntas o me respondes?

–El derecho.

–Val... ¿Podemos hablar?

–Estamos hablando.

–¿Estamos bien? Te noto un poco tensa.

–Estamos bien, estoy un poco cansada.

–Creo que nos están llamando. -Dije para cambiar de tema–.

–Si deberíamos ir. –Dijo soltando un suspiro–.

Creo que he metido la pata, tuve la oportunidad de hablar pero no lo hice.

El olor de la comida invadió mis fosas nasales, mi estómago empezó a protestar, los chicos estaban cocinando, se veían tiernos con su delantales y enfocados cocinando, al menos la comida les había quedado rica, habían preparado papas fritas con carne y ensalada, al menos era mejor que los platos de cereales que comía cuando estaba sola, los que me ayudaban a sobrevivir, por que cocinar era un desastre para mi.

Cuando terminamos de comer y limpiar los platos decidimos ir a caminar ya que cerca de donde estábamos había un camino para llegar a una cascada. Llevábamos caminando más o menos unos veinte minutos, la brisa fría de la tarde me pegó de golpe haciéndome temblar, maldije en voz baja porque no me había puesto ninguna chaqueta. Antes de llegar al camino para empezar la caminata había un pequeño bar, su aspecto colonial se veía familiar y cómodo, habían varios grupos de personas bebiendo así que no perdimos la ocasión y entramos.

Risas se escuchaban, el ambiente era familiar, me gustaba. Nos sentamos en la mesa del rincón ya que no había tanto espacio. Al parecer el bar era conocido por sus cervezas artesanales. Perdí la noción del tiempo, mi vejiga estaba por explotar, había bebido más o menos tres cervezas, pero parecían que fueran más. Me disculpé y me fui directamente al baño.

–¿Estás bien Val? –Conocía esa voz era Matias–.

No respondí porque me sobresalte al escuchar esa voz familiar.

–¿Qué haces aquí? –Matias preguntó–.

Me quedé detrás de la puerta escuchando.

–Querido, sabes que no escaparás de mí, eres mío. –Mierda, era Monica, de nuevo–.

–Déjame en paz, ¿Que te cuesta ir por otro?

–Los otros no tienen lo mismo que tienes tú.

Abrí los ojos como platos y el corazón lo sentía en mi garganta.

–Monica, te lo digo por última vez, no me busques más.

–No hay última vez, nos veremos pronto.

Escuche pasos alejándose.

Volví de nuevo a la mesa, todos parecían alegres menos Matias, parecía tenso y estresado. Tenía la mirada perdida en su vaso de cerveza. Me senté a su lado y creo que no se dio cuenta de mi presencia.

–¿Qué pasa? ¿Estás bien? –Pregunte en voz baja y con nervios–.

–Valentina, no es nada, solo estoy cansado. ¿Nos vamos ya para la cabaña? –Me había llamado por mi nombre eso significaba que algo no estaba bien–.

–No creo que me quedaré con los demás. Puedes irte si quieres.

–Bien.

No sé quién estaba más tenso, él o yo, pero al darle esa respuesta y no acompañarlo lo había cabreado más de la cuenta. Lo único que quería era que se tranquilizara, no quería que pagara su estrés conmigo.

Me arrepentí de no haberlo acompañado, la culpa me invadía, quería estar con él, hablar de lo sucedido, porque así eran como funcionaban las cosas, hablando para soltar la carga que tengas. No esperé más y salí del bar en busca de él.

El camino hacia la cabaña fue más rápido de lo que pensé, de pronto porque volví corriendo, en cuanto llegue estaba agitada con mi respiración entrecortada, trate de buscarlo en el primer piso pero no lo encontré, baje rapido las escaleras para ir a la habitación en donde estaríamos durmiendo los siguientes días y lo encontré.

Estaba sentado con su cabeza escondida en sus rodillas, sus manos enredadas en su cabello.

Nos quedamos mirando en silencio, ninguno dijo nada por un par de minutos, rompí la tensión y lo abracé, fue tan fuerte el abrazo que él me envolvió en sus brazos. Suspiro soltando el estrés y la tensión que llevaba dentro.

Matias, no sé muy bien lo que está pasando, pero estoy para ti si necesitas hablar. –Susurre cerca de sus labios–.

No dijo nada porque sus labios empezaron a recorrer mi cuello enviando escalofríos por todo mi cuerpo, en cuanto subió a mis labios, empezamos a besarnos con furia y descontroladamente, me subió a sus caderas, la temperatura en la habitación estaba subiendo, mis respiración entrecortada cuando sentí su miembro entre mis piernas, me arranco la camisa que llevaba, dejándome en brasier, por instinto le quite la de él también, lo mire de arriba a abajo, quería congelar de nuevo este momento, sentía mis labios hinchados, no supe cuanto tiempo llevábamos besandonos y tocandonos pero no pude más, me separé de él por falta de aire, nos miramos fijamente contemplandonos.

–Nena me encantas, me vuelves loco... –Dijo con voz ronca, esa voz que te prende mas–.

Mordí mi labio y volví a besarlo, ya no tenía control de nada, el placer corría por mis venas, quería estar con él, gemí de placer cuando sus manos bajaron a mi entrepierna marcando pequeños círculos. Mi visión estaba empañada, solo me fijaba en sus ojos grandes que me devoraban completamente.

–¡Chicos! ¿Están acá?

Las voces de los chicos nos hicieron parar porque los sentimos bajando las escaleras, podía sentir mis mejillas rojas, e igual las de él, nos cambiamos de rapidez.

–Esto no se quedará así, preciosa y me beso la frente. –Dijo saliendo en busca de nuestros amigos como si no hubiera pasado nada. –.

¿Sólo Amigos? © [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora