UNA BOTELLA DE VIDRIO EN LA PLAYA:

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   Pasó en Junio, y lo recuerdo porque acababan de dar las vacaciones de verano. Mis padres y yo nos embarcamos en el crucero más caro que pudimos pagar: acababan de ascender a mi madre y queríamos celebrarlo. Estaba entusiasmado. Nunca había hecho algo así.

   Ya hace mucho tiempo que vivo en este barco fantasma, a la deriva, y he escrito mi historia tantas veces que no puedo contarlas. No me quedan botellas y es cuestión de tiempo que muera deshidratado.

   Qué horrible destino, encontrándome aquí, en medio de la inmensidad del océano infinito. Sólo puedo ver agua y nada más, y posiblemente me acabe lanzando de cabeza a ella en un arranque de locura, con mis últimas fuerzas y la lengua pastosa, y me ahogaré de lo sediento. La soledad ha dejado mi realidad tan desdibujada que lo extraño es que aún no lo haya hecho. No sé si llevo meses o años aquí, tal vez sea lo primero, porque la comida sólo se me acabó hace unas semanas. He tenido que empezar a pescar.

   Aún ignoro qué fue lo que pasó, pero una mañana me desperté y no había nadie a bordo. Sólo silencio.

   Vago en soledad por los camarotes mohosos, lo mismo que mi prisión flotante vaga por la nada azul. El olor a salitre ya me pone enfermo.

   Me noto débil y sé que voy a morir.

   Y no hay aquí más que silencio, como si estuviese en una tumba realmente. Tal vez mi cuerpo desaparezca luego también. Y sólo quedará ya silencio. Únicamente enturbiado por el irritante graznar de las gaviotas.

   Oh.

   ¡Las gaviotas están chillando!

   ¡Y yo, tonto de mí, con la mente ya en otro mundo, sumida en el desespero, no me había dado cuenta! ¡Lo que es tener la bastante lucidez como para haber sacado aún moribundo buena nota en una redacción de literatura, y no para caer en que si hay gaviotas la tierra debe de estar cerca...!

   Mientras lanzo mi última botella, confiaré en llegar antes de que no puedan encontrar mis huesos.


Notas halladas en distintos lugares a través de los tiempos.Where stories live. Discover now