FIRE |Febrero|

Prefacio.

Solo escuchaba el eco de mis pasos a lo largo de la solitaria calle. No había nadie a estas horas de la noche, la verdad no tenía miedo. Estaba acostumbrada a caminar sola tanto por el día como en la noche.

Mi padre estaba trabajando por lo que no podía venir a buscarme. Nos habíamos mudado hace una semana debido al traslado de mi padre. Era policia y necesitaban de su presencia en el nuevo departamento de policia de Mystic Falls, ya que era el nuevo Sheriff.

Era un pequeño pueblo al norte de New York, lleno de inmensos bosques, me sentía bastante cómoda. Era mi primer paseo por las oscuras calles del pueblo. Había estado ocupada arreglando las cosas de la nueva casa.

La tarde había pasado lenta pero agradable. Los sonidos del viento golpeando los árboles y el silencio eran genial.

En Florida no había dejado nada importante, tenía amigos, sí, pero no era muy sociable y no salía mucho. ¿Bicho raro? puede ser.

Caminaba a pasos lentos tarareando Skinny love. Podía caminar tres horas que si tenía unos auriculares, buena música y un móvil no  me importaría.

 Because now I'm breaking all the bridges

And at the end of all your lines

Who will love you?

Who will fight?

Who will fall far behind?

Come on skinny love

Un fuerte sonido se escucho y mi paso se detuvo tropezando con una lata tirada en el suelo. Por suerte no caí al suelo, mi mano se posicionó encima de mi abrigo donde estaba mi corazón ahora agitado debido al susto.

‘’Imbécil’’

Odiaba las motocicletas y odiaba aún más a los que las montaban. Solo eran unos idiotas con falta de cerebro –casi todos- haciendo el gilipollas. Sí, me había puesto de los nervios.

Volví a caminar pasando al lado de aquella maquina de horribles sonidos. Era de color negro brillante, el modelo no estaba nada mal, pero eso no quitaba mi opinión sobre ella.

-Puedes echarle un foto – la sensación de segundos atrás se volvió a repetir. Me estaba cansando de verme tan estúpida asustándome por todo, pero no lo podía evitar. – Te durará más – note cierta risa en su voz, una profunda y ronca voz. Me había quedado inmóvil con la mirada todavía fija en la motocicleta.

Me di la vuelta encontrándome con un chico quién me sacaba una cabeza. Llevaba una chaqueta negra, con unos pantalones del mismo color algo roto por las rodillas y un cigarrillo entre sus dedos. Era difícil verlo con la poca iluminación que la farola me brindaba, pero aún así pude distinguir su pelo algo largo y despeinado hacía arriba y unos ojos brillantes.

Era bastante atractivo pero no era mi tipo. Aunque la verdad no tenía uno. Pero sabía que no era de fiar y en su mirada solo veía oscuridad.

-Cariño, ¡vámonos ya! – una voz chillona se oyó al final de la calle. Creo que no había visto a nadie que tuviera tan poca ropa, que desagradable.

-Deberías irte – susurre lo suficiente para que me escuchara. Mi vista seguía en aquella mujer.

-Tú no me das ordenes – volví la mirada hacía su semblante ahora serio. ¿Qué mierda le pasaba?

-Tómalo como un consejo – me di la vuelta y seguí con mi camino.

-Adiós nena – gritó el muy descarado. ¿Qué confianzas eran esas?

Todavía de espaldas levante mi mano enseñándole mi dedo del medio. Digamos que no soy muy madura, pero él tampoco ya que solo oí unas risas venir del fondo de la calle siguiendo del estruendoso ruido de su motocicleta.

Odiaba la confianza que cogían algunas personas sin tú dársela. La confianza es una poderosa energía. Se apoya en la firme esperanza y proporciona seguridad, optimismo, bienestar, alegría. La confianza nos hace más fuertes, más libres y también mejores. Por el contrario, el recelo lleva al temor, al malestar, a la insatisfacción. La duda, la inquietud, nos reprime, no nos deja actuar, dificulta que tomemos iniciativas, nos paraliza, sufrimos.

Confiar en la persona equivocada te destruye tanto por fuera como por dentro. No volvería a cometer ese error, nunca más.

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