Capítulo VIII

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    Me levanté, antes que todos, subí al baño y me di una ducha, busqué unos pantalones ajustados negros, una blusa de tirantes blanca y sobre ella una camisa a cuadros de botones y manga larga color azul, pero doble las mangas hasta mis codos, bajé y los demás seguían durmiendo, creo que me levanté muy temprano. Caminé tratando de no pisar los cuerpos de los demás que dormían en el suelo, llegué a la salida principal y salí, Daryl se encontraba allí, apoyado en la baranda.

— Enana, ¿Qué haces despierta tan temprano? —me preguntó.

— Pues... no podía dormir, así que tomé una ducha. Tú deberías hacer lo mismo —dije apoyandome en la baranda junto a él.

— No me gusta este lugar...

— A mí tampoco, no me gusta tener a tanta gente que no conozco conmigo, pero no es excusa para no aprovechar lo que nos dan. Te sentirás mejor... ¿Crees que nos dejen salir? —Daryl me miró.

— ¿Para qué quieres salir?

— Nunca terminaste de enseñarme a usar tu Ballesta.

— Quieres aprender de todo niña. —reí, quería aprender a usar cualquier cosa para defenderme y proteger a los demás. Fuimos a pedir nuestras armas, ya que sólo nos dejaron los cuchillos cuando entramos, a Daryl le dieron su Ballesta y a mí me entregaron mi arma, nos abrieron el portón y salimos de la seguridad de los muros. Caminamos un poco, aveces salía algún caminante y le pedía a Daryl que me dejara hacerlo, él me entregó su Ballesta, me dijo como apuntar y cómo disparar, también cómo colocar las flechas, después de algunos intentos mi puntería con la Ballesta mejoró, era buena apuntando con las armas, pero nunca había usado una de éstas.

— Muy bien, creo que ya podrías tener una propia —me dijo Daryl.

— Claro, deberíamos ir por una a la tienda de la esquina. —dije señalando algún lugar al azar del bosque, como si hubiese alguna tienda por allí.

— Nunca sabes que podrás encontrar —dijo Daryl, satisfecha por cómo me había ido, regresamos Alexandría, regresamos nuestras armas y fuimos a casa. Cuando entramos todos saltaron sobre nosotros preguntando dónde estábamos.

— Eh, tranquilos, sólo fuimos a dar una vuelta —respondí.

— Debes decirme donde estás, siempre —me advirtió papá. Yo asentí, ya lo sabía.

— Estoy bien papá. —caminé hasta Carl que me miraba serio— ¿Qué sucede?

— ¿Fuiste con Ron? —preguntó.

— No, estaba con Daryl —su rostro se relajó un poco y sonrió levemente.

— ¿Quieres ir a dar una vuelta? —yo asentí, salimos de la casa y caminamos por las calles de Alexandría.

— ¿No sientes que estar aquí nos hará débiles? —pregunté.

— Si, hablé de eso con papá en la mañana, no quiero hacerme un inútil.

— Podríamos buscar una manera de salir, para practicar sin que nadie lo note, no nos dejan salir sin un adulto, por eso, si algo pasara, éstos chicos morirían —dije mirando a los niños que jugaban.

— Me parece una buena idea —Tomé el sombrero de Carl y toqué el agujero donde antes estaba la placa que diferenciaba el sombrero de Sheriff, la cual yo conservaba, papá me la regaló junto a su placa de Policía, pero a él no le gusta verlas.

— Extraño como era todo antes, cambiamos, mucho —dije mirando a mi hermano. Él asintió, tomó el sombrero de mis manos y luego me lo puso.

— Esto es lo que tenemos ahora. —dijo acomodando un mechón rebelde detrás de mi oreja.

Sobreviviendo Juntos {+16} [Carl Grimes y tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora