02.

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A mitad de las vacaciones de verano, Lev Haiba volvió a insistir después de varios meses sin haber visto a Yaku Morisuke ni recibido ninguna señal de vida por su parte. Para desgracia del muchacho, la casa del líbero estaba vacía, y una vecina le dijo que estaban de viaje y volverían a finales de verano.
Pero era mentira.
Kuroo fue el primero que supo la verdad, y no se la contó al completo a Lev.
—Se ha ido a Londres –le dijo un día que tomaban un helado juntos en un parque, días después de la visita a casa de los Morisuke.
—¿Y cuándo volverá? –Sabía, o creía saber, la respuesta a esta pregunta, pero la contestación de Kuroo le dejó un mal sabor de boca.
—No lo sé.

Intentó evadir el tema el resto de la tarde hasta que anocheció y volvió a su casa, despidiéndose efusivamente de Tetsurō y obligándole a prometer que volverían a quedar para jugar con Kenma también.
Una vez en casa, se dio una corta ducha para poder salir cuanto antes y que así su hermana mayor le diera el permiso de poder usar su ordenador. Buscó información sobre Londres en internet, porque Lev podía conocerse a la perfección toda Asia e incluso América, pero Europa era algo que le venía grande. Tan solo su sorpresa al descubrir que Londres estaba en Reino Unido y no en Alemania cercioraron el desconocimiento que tenía. Había miles de imágenes y páginas webs sobre locales y turismo allí, pero Lev solo necesitó saber dónde estaba ubicada y la diferencia horaria que había. Marcó el teléfono de Yaku sin importar la factura que tuvieron que pagar sus padres por la llamada internacional ese mes, y esperó los toques.
La suerte ese día pareció sonreírle, o eso creía.
—¿Sí?
—¡Yaku-san! ¡Buenas noch...! ¡Buenos ¿días?!
¿Lev? ... ¿Qué demonios quieres?
¿Cuándo vas a volver?
—¿Para qué me llamas? ¿Sabes cuánto vas a tener que pagar de factura?
Oficialmente se podía decir que estaban manteniendo una conversación de besugos, en las que las preguntas salían sin respuestas de vuelta. Lev, por un lado, quería saber muchas cosas, pero Yaku evadía el vasallaje a cuestiones.
—¡Te echo de menos!
Hasta aquella frase, que provocó un silencio sepulcral en la otra línea por largos segundos.
Tus padres te van a matar. No puedes llamarme, estoy en Lond-...
—Sí, en Londres. Me lo dijo Kuroo-san hoy –se adelantó a decirle–. Pero quería hablar contigo. ¿Cuándo vas a volver?
Era impresionante, según Yaku, cómo Lev le había llamado aún a pesar de aquella fatídica noche en la que le dio las calabazas más grandes de todo Japón. Lev escuchó el suspiro en su oído.
No lo , quizá en vacaciones...
—¡Pero si ya estamos en vacaciones!
Morisuke se golpeó la frente. Acababa se meter la pata al pensar que Kuroo le había contado toda la historia. Titubeó hasta que se resignó y decidió que sería mejor decirle cuanto antes la verdad, o sería peor para él.
Lev, no voy a volver. He conseguido plaza en Oxford. Voy a vivir aquí, en Londres.



Lyovochka, ¿estás seguro?
Alissa y Lev Haiba se encontraban en la habitación del menor, mientras este empaquetaba sus cosas en dos cajas y una maleta. Estaba totalmente decidido, y lo tenía más que claro.
—Totalmente.
Alissa desconocía el verdadero motivo por el que su hermano quiso mudarse con su abuela a Rusia; Lev le dijo que simplemente quería aprender su otro idioma para tener más posibilidades de viajar. Sus padres aceptaron enseguida, queriendo lo mejor para su hijo, pero la chica estaba algo triste porque su hermano era la alegría de la casa.
En un movimiento ligero y grácil, se acercó por detrás al muchacho y le abrazó.
—Te voy a echar de menos, Lyovochka...
—Y yo a ti, nee-san. ¡Pero prometo volver en cuanto me haga con el idioma y saque el primer curso! ¡Y por Navidad, claro!
Una pequeña risita por parte de la fémina calmó la tristeza que ella misma había puesto, y después de aquello ayudó a Lev en su labor.



—Entonces... se ha ido a Rusia –repitió las palabras de Kuroo en voz alta, para asegurarse de que aquello era real. El de cabellos negros asintió, dando un pequeño trago a su bebida. Yaku cerró los ojos, jugando con la lata de refresco entre sus manos. Sus ojos recorrían la línea de separación entre baldosa y baldosa, como si aquello fuera lo más entretenido del mundo, mientras sentía el calor del sol golpearle de lleno en la nuca. Estaban en pleno verano, así que no podía quejarse.
Terminó de un trago el líquido restante y se puso en pie.
—¿Ya te vas, Yakkun?
El aludido rascó su nuca mientras dejaba el dinero encima de la mesa.
—Sí, he venido a verte un rato, pero tengo que visitar a mi abuela también. Vuelvo mañana a Londres, Kuroo.
El ex capitán del Nekoma se puso en pie, y antes de que el antiguo líbero pudiera quejarse, le rodeó los hombros con los brazos y le estrechó contra su pecho. Sabía de sobra que Yaku no se quejaba por esas muestras de cariño, aunque no le hicieran mucha gracia, y con lo coqueto que era su amigo menos aún.
—Para la próxima vez que vengas, avisa con antelación y quédate más días. Después de un año entero sin verte, me parece que has menguado unos centímetros más.
Si hubiera sido otra persona le habría golpeado sin medir su fuerza. Pero era Kuroo, quisiera o no, uno de sus mejores amigos, y le era imposible tocarle un pelo por mucho que le tocase las narices. Al fin y al cabo, también influía el respeto que le tenía.
—Que sí, que si... Y tú procura no meterte en líos, y deja de acosar a Suga-kun. –Se separó un momento para mirarle con una falsa amenaza en los ojos–. Que también me hablo con él, no solo contigo.
En ese momento Kuroo hizo una breve mueca, remplazada inmediatamente por una socarrona sonrisa.
Pero la historia de  Kuroo Tetsurō y Sugawara Kōshi era algo aparte, y de ella no hay que preocuparse por ahora.


—¡Lyovochka, has crecido un montón!
La voz de Alissa Haiba resonó por toda la terminal, y después el grito que Lev Haiba profirió hizo girar más de dos cabezas. El gigante semi ruso se lanzó encima de la muchacha, haciendo que el tambaleo de ambos fuera notable, pero por suerte no cayeron al suelo.
—¡Nee-san, he aprendido mucho! –informó con ansias y nervios por enseñarle el dominio que tenía sobre la lengua rusa, totalmente orgulloso de sí mismo.
—¡Hai, hai! ¡Lo sé! ¡En cuanto lleguemos a casa me lo cuentas todo!

—¿Estás bien...?
Una palmada en la espalda a modo de consuelo, una palmada en la espalda que hizo a Lev apartarse con una fingida sonrisa.
—¡Claro, Kuroo-san! Si Yaku-san ha decidido vivir en Londres... será porque allí tiene más oportunidades. Si es feliz allí, yo estoy bien. ¡No te preocupes!
El azabache no creyó ni una palabra de las que el gigante soltó, pero tampoco podía hacer nada. Lev acababa de graduarse del instituto y pronto entraría a la universidad. Tenía dieciocho años y Kuroo había descubierto el gran cambio que Rusia, o la edad, influyeron en el muchacho. Aún recordaba sus maneras a la hora de jugar en los partidos, o la emoción que mostraba en los entrenamientos. El veinteañero suspiró y le dio otra palmadita al ruso en la espalda.
—Entonces, ¿vuelves a Japón para la universidad o te quedas allí en Rusia?
El silencio apareció repentino y golpeando a ambos muchachos como cuchillas afiladas, al menos esa fue la sensación que tuvo Lev en el cuerpo. ¿Qué debía hacer? Si bien era cierto que el instituto lo decidió pasar en Rusia por voluntad propia, además de porque era la mejor forma de superar cuanto antes el rechazo de Yaku, volver dos años después y enterarse de que el muchacho seguiría su estancia en Londres, quizá de por vida, le dejó bastante más devastado internamente de lo que quiso mostrar a Tetsurō. Sonrió como siempre había hecho, mostrando todos sus dientes y entornando los ojos, y miró directamente a su compañero.
—Sin Yaku-san en Japón, no se me ha perdido nada aquí.

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⏰ Última actualización: Dec 26, 2016 ⏰

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