EL CUERPO Y LOS MAESTROS
1.
Nos han enseñado a tener una violencia que viene de la parte externa del sistema. Cuando estamos en un aeropuerto requisan nuestras maletas, nuestra chaquetas, nuestros zapatos, a nosotros mismos. Nos dicen que hay unos fulanos que amenazan nuestra tranquilidad, terroristas que pueden en cualquier momento acabar con nuestra estabilidad y nuestra concordia. A nivel nacional es lo mismo. Nos han dicho que estamos en La Habana firmando un proceso de paz, y que si lo logramos, los colombianos por fin podremos construir el futuro que nos merecemos. Es un problema de perspectiva, de modos de ver.
La peor violencia no es la violencia política, es decir, la que viene de fuera del sistema. En nuestro caso de la guerrilla, los paramilitares o el narcotrafico. No le vamos tampoco a restar importancia. Es una violencia que nos ha hecho mucho daño y que ha terminado con vidas valiosas, qué duda cabe. Pero no es la peor ni la más dañina. La peor violencia se está cocinando al interior del mismo establecimiento, aquí y ahora, entre nosotros mismos. Por probabilidades, estamos más cerca de ser agredido por nuestro jefe en el trabajo que por las Farc. Estamos más cerca de ser violentados por nuestros padres en nuestra casa que por Al Qaeda. Estamos más cerca de ser manoteados por nuestros compañeros de colegio que por los paramilitares. En el caso de las mujeres, están más cerca de ser maltratadas física o psicológicamente por un hombre del común (un novio, un amigo, un primo, un desconocido) que por un grupo terrorista. La violencia laboral, la violencia contra los menores de edad, al violencia de genero, el racismo, la segregación social, el arribismo, el desprecio, el manoteo escolar, el desdén por el otro, el terrorismo de Estado, la violencia de la moda y la publicidad (que genera millones de personas anoréxicas, bulimícas y con trastornos de alimentación), el terrorismo económico y bancario son formas eficaces de microviolencia que están convirtiendo la convivencia de las grandes ciudades en un infierno.
Hace un par de años me puse a la tarea de buscar a un o una joven de estrato seis, de colegio o de universidad privada, que tuviera sus afectos en los estratos uno o dos. Un estudiante de Los Andes que se hubiera enamorado de una empacadora de Carulla o de una cajera del Tía. Una joven de la Universidad Javeriana que se hubiera enamorado de un mecánico humilde o de un albañil. Es decir, un ejemplo de cómo el poder de los afectos trasciende toda estratificación social. Mi investigación arrojó una cifra escalofriante: 0.0. No nos mezclamos. He ahí el verdadero origen de nuestra violencia. Nos han enseñado a relacionarnos en el mismo estrato social o hacia arriba. Cuando uno le pregunta a alguien por la democracia y la igualdad, todo el mundo dice que sí, que por supuesto, que todos somos iguales. Y si vemos las vidas privadas de esas mismas personas, sus amigos o sus parejas siempre han estado en su misma clase social o en una superior.
Cristian David Jiménez, un estudiante de Derecho de la Universidad Católica, terminó arrojado por el hueco de un ascensor por otros jóvenes que, sencillamente, decidieron darle una paliza y matarlo porque no les agradaba su cabello largo y su pinta de rokero. Entró en coma y permanece en una cama desde entonces.
Neftalí Chamucero, de veintitrés años y estudiante de la Universidad de los Andes, estaba departiendo con unos compañeros al norte de Bogotá, en la calle 147 con carrera séptima, y bebían aguardiente y escuchaban música. De repente, horas después, un celador que estaba de guardia encontró su cuerpo tirado en los jardines. Había caído desde el balcón del apartamento. Su madre, Luz Nelly Ríos, niega rotundamente que se trate de de un suicidio y exige justicia. Alguien, entre sus mismos compañeros, lo arrojó desde la terraza.
En el centro comercial Gran Estación, una tarde ,cualquiera se encontraba Vivian Urrego, arquitecta de profesión, conversando con su ex-marido, Giovanny Ceballos, quien había regresado de Costa Rica recientemente para intentar solucionar los problemas sentimentales que había entre ellos. De repente, el hombre saltó sobre ella y empezó a apuñalarla brutalmente. La joven recibió más de veinte cuchilladas y murió luego en la clínica Colombia.
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Paranormal Colombia
Teen FictionTodos los derechos le pertenecen a su autor Mario Mendoza;el escritor colombiano que mas hondo ha cavado en las tinieblas del alma humana, el narrador de nuestra capacidad para infringir dolor, regresa con un libro sobre los caminos insospechados de...