¿Odio o amor?

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Cuatro días después, con la cara roja, sin respiración y consciente de que el retraso del vuelo a Miami había hecho que llegara quince minutos tar­de a su cita con Lauren a las dos en punto, Dinah se sentaba en la elegante sala de estar de su oficina.

Se concentró en el reto al que se iba a enfrentar. Tenía que decirle a Lauren por qué el préstamo tenía atrasos y pedirle más tiempo para poder pagar­lo. Ella era una mujer de negocios, y si lograba convencerla de que sacaría aún más dinero dejando que sus abuelos vivieran en el viñedo, tal vez consiguiera que frenara el proceso de recuperación de la propiedad. Con una mano nervio­sa comprobó que el plan que había trazado seguía en su bolso.

Esforzándose por mantenerse tranquila miró a su alrededor, deseando encontrar algo que la distrajera de la confrontación inminente. La oficina tenía un estilo clásico propio de los negocios con éxito. Mike Jáuregui había muer­to dieciocho meses atrás, y a pesar del encarcelamiento de Lauren las com­pañías de su padre habían seguido comerciando. En esas circunstancias, no era sorprendente que Lauren hubiera decidido establecer en Miami una ba­se de operaciones para Tecnologías Jáuregui. Además, así tenía la oportu­nidad de supervisar ella misma el trabajo, en vez de confiar en otros.

El hecho de que ella hubiera llegado tarde a la cita era un punto negati­vo. Lauren tenía un reloj interno que nunca le fallaba y trataba sin considera­ción a quienes no eran puntuales. Dinah respiró profundamente para mantener la calma, pero a cada minuto estaba más nerviosa. En los últimos cuatro días había luchado por no pensar en cómo se sentiría al ver a Lauren de nuevo. Pero aun sin haberla visto ya lo sabía: estaba aterrada. No podía pensar y le sudaban las manos.

—Lauren te verá ahora... ¡te quedan quince minutos! —dijo Lucy Vives dirigiéndose a Dinah. Vestía un envidiable vestido de diseñador que con­trastaba con el vestido gris anticuado de Dinah—. ¿Cómo te sientes al ser una sanguijuela? —preguntó mientras acompañaba a Dinah por el pasillo. —No sé de qué estás hablando —Dinah inclinó la cabeza, diciéndose que debía haber estado preparada para ese ataque, ya que Lucy era totalmente leal a Lauren y le tenía mucho cariño. Su amistad se remontaba a los tiempos de es­cuela, y había empezado a trabajar para ella nada más salir de la universidad.

—Supongo que hace cinco años ni siquiera se te ocurrió que Lauren querría que le devolvieran el préstamo. Si hubiera tenido más dinero, podría haber pagado a un equipo de asesores legales y tal vez nunca habría ido a la cárcel —la mujer latina vio cómo Dinah palidecía—. Le saliste cara y aún le estás saliendo cara, y eso, bajo mi punto de vista, eso ser una sanguijuela.

—Si entonces Lauren hubiera pedido el dinero, mi abuelo habría podido devolvérselo.

Pero Lucy no la estaba escuchando.

—Estoy deseando ver tu viñedo californiano sin que tú estés dentro. Has cometido el mayor error al venir hoy aquí.

Lucy abrió la puerta del despacho y Dinah entró sin oírla, pues le preocupaba más el ver a Lauren de nuevo después de tanto tiempo.

—Gracias, Lucy —murmuró Lauren secamente, sabiendo que la expresión de satisfacción de la mujer significaba que había ejercitado su lengua viperina.

Dinah no podía quitarle los ojos de encima.

Aunque había visto media docena de fotos de ella en los periódicos, el te­nerla enfrente en carne y hueso la desarmó.

—Siéntate —sugirió Lauren.

A Dinah se le secó la boca y se le aceleró el corazón, pero no dejó de mi­rarla. Su elegante y caro vestido le sentaba a la perfección, su cuerpo bien proporcionado, precioso cabello y los hermosos ojos verdes que la volvían loca. Y en ese mismo momento Dinah pudo ver los cambios: el corte de pelo más agre­sivo, el ángulo más pronunciado de los pómulos, su boca sensual. Seguía siendo enormemente atractiva, pensó Dinah dolorosamente, pero tenía un aire de indiferencia que ella no había visto nunca.

Fallen Angel (Pausada)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن