Prólogo

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—Repetiré la pregunta

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—Repetiré la pregunta. —todos se quedaron sin aliento nuevamente. La mujer nos miró a cada uno en la sala con mucha determinación mientras pronunciaba las siguientes palabras— ¿Alguno de ustedes, —exhalé, cerrando los ojos por un momento— de todos los chicos que se encuentran presentes—pude jurar que la chica a mi lado contuvo la respiración, sus manos entrelazadas estaban blancas por la presión que estaba manteniendo sobre ellas— recuerda lo que sucedió?

El miedo y el temor se olían por todas partes, era como respirar un segundo aire, y temía qué, si inhalaba, acabaría por perder los pocos estribos que me quedaban.

Ninguno de mis compañeros de fila ayudaba, sus expresiones eran de terror puro como si hubieran visto al demonio postrarse ante ellos. Pero, entonces ¿quién no? Deberías ser inhumano si no hubieras sentido miedo, no importa que hicieras o lo que no, todos en la sala teníamos al menos un remordimiento. Podría ser lo mismo, podría ser cualquier otra cosa.

Lo único que nos unía era que terminamos en la misma sala, haciéndonos preguntas que definirían nuestro futuro, culpables o no, allí estábamos.

Una pareja en unas pocas columnas más adelante se agarran de las manos, dándose fuerza él uno al otro. Me pregunto cuáles son sus pecados, si son más grandes que los de la chica a mi lado, o los míos. Aunque dudo que alguno pueda parecerse a los míos. Todos estamos desesperados por salir de esa situación, volver a respirar aire normal, ser libres.

Sin embargo, ninguno quiere hablar.

Es traumante. Es traumante estar allí sentada pensando que será de tu vida, y qué en cualquier momento alguien te señalará y te culpará. Porque se supone que yo no debería estar allí, haciéndome ese tipo de preguntas. Se supone que mi mayor delito era no haber preguntado por el dueño de lápiz que me encontré en el camino, y ahora no lo es. Se ha esfumado, y ya ni siquiera tiene sentido.

No tiene sentido que me aferre a lo que no es real, a aquello que no puede ayudar en el ahora. Si alguien me hubiera dicho que me encontraría en una situación similar, nunca le hubiera creído. Porque todo estaba perfectamente, porque se suponía que terminaría la universidad, me casaría, tendría tres hijos y sería feliz.

Y en cuanto a mi destino, he descubierto que ni siquiera yo puedo detenerlo. No importa que nadie hable, ellos lo saben, saben que algo ocurrió y no descansarán hasta encontrarlo.

¿De qué sirve permanecer callados?

Si alguien pudiera contestarme esa pregunta, podría haberle dado un beso.

Porque no sirve de nada.

Todo está en nuestra conciencia, como un remordimiento muy grande. Una vez que todos tomamos la misma dirección, estuvimos condenados. Y tenemos que ser responsables de nuestras acciones.

Justo cuando mis piernas son capaces de impulsar mi cuerpo hacía arriba y estirar mi mano, Keith Evans se levanta.

Y todos caemos en un profundo agujero negro.
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Olvídenlo, sus corazoncitos dirán :v

El Culpable.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin