Capítulo 2: La Fiesta, parte 2.

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Cada paso que doy pesa, cada célula en mi duele y el agujero de la puerta se ve tan lejano que cada vez me voy haciendo menos esperanzas de llegar

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Cada paso que doy pesa, cada célula en mi duele y el agujero de la puerta se ve tan lejano que cada vez me voy haciendo menos esperanzas de llegar. Siento un sabor metálico en mi boca, me humedezco los labios, saboreando más sangre.

Alguien se abre paso a mi derecha, una cara reconocida que me señala, pero mi sentido de la audición se va perdiendo poco a poco. El mundo gira, y gira, hasta que siento como unas manos se cierran alrededor de mi garganta y me levantan.

—Estoy segura de que ella fue. —el chico...el chico que me vio rayar el auto le dice al que me sostiene. 

Trato de ajustar mi vista, unos fuertes brazos llenos de tatuajes me agarran, quitándome la oportunidad de tragar. El chico está enojado, muy enojado y lo puedo ver a través de sus ojos negros que brillan con una furia interior. Me da miedo, tiene pinta de ser alguien con el que nunca en tu vida tendrías que atravesarte, sería el tipo de chico que te perseguiría hasta en tus sueños más oscuros.

Cierro los ojos, sintiendo como la garganta se me seca.

No puedo pensar, no puedo analizar, no puedo salir de esta.

Sus manos se abren de improviso y caigo contra el duro suelo. De mis ojos brotan lágrimas invisibles, aspiro todo el aire que pueda conseguir haciendo sonidos de ballena.

—Desgraciada, eres una desgraciada —balbucea el chico en mi dirección, sus frías palabras helando mi sangre.

Antes de que tenga oportunidad de escapar, me agarra los pies y empieza a arrastrarme como un saco de papas. Lanzo patadas y chillidos, pero él es más fuerte y empieza a alejarme de la salida, de mi libertad.

No me quedan fuerzas para luchar y para retorcerme, mi cuerpo no se mueve, está cansado, así que dejo que me arrastre detrás de él.

Él se detiene abruptamente.

—Vamos, Troy, déjala, es mi vecina. —la voz de Keith me llega a los oídos.

—Rayó mi auto, tío, no voy a perdonarla. —responde Troy, aumentando el doble de la fuerza en mis piernas—. Así que espero que no te metas en lo que no te incumbe.

—Si me incumbe, es mi fiesta, y es mi vecina.

—¿Te estás poniendo de su lado? ¿Del lado de está zorra? —en su voz hay desprecio.

—Como ya he dicho, es mi vecina—recalcó—. Y no la vas a tocar.

Escucho los murmullos de los invitando a mi alrededor, nadie con la suficiente valentía para formar parte de la discusión.

—¿Disculpa? ¿Al menos te interesa que rayó mi auto? ¿Un auto que cuesta más que una zorra como ella? —Troy deja caer mis piernas, y no quiero saber lo que está a punto de hacer para que haya tomado esa decisión.

El Culpable.Where stories live. Discover now