You could be happy

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Enero

Febrero

Marzo

La primavera finalmente había llegado, trayendo con ella su cota de lluvia, y cosa extraña, también de nieve. Ese año había empezado tarde. Las carreteras estaban resbaladizas, fangosas, el aire era fresco.

Desde hacía tres meses, el tiempo era malo, ventoso, lluvioso, así como el corazón de Emma. Iba al instituto con un gran peso en el corazón. Caminaba mirando sus pies, a menudo se peleaba con cualquiera que se atreviera acercársele un poco demás, y faltaba bastante a menudo a clase. Sobre todo a una clase en particular donde no había puesto el pie desde comienzos de enero. Lo que le valía constantes reprimendas por parte de Marco con quien estaba muy irritable.

En ese día de marzo, comenzó a nevar débilmente, una nieve pegajosa y mezclada con la lluvia que no había dejado de caer. La tormenta también hacía aparición, pero no en el cielo, solo en casa de Marco. Él y Emma acababan de tener otra pelea y Emma acababa de cerrarle la puerta de la habitación en las narices.

«¡Emma! ¡Abre esta puerta inmediatamente!»

«¡NO!» grito Emma «¿No puedes dejarme tranquila?»

Emma no podía más. Tenía que irse de ahí, abandonar esa horrible ciudad y toda la horrible gente que en ella vivía.

«¡Necesito comprender qué te pasa!» dijo Marco, la voz ahogada por la puerta que los separaba

«¡No me pasa nada, solo que eres un pesado!»

Emma abrió su armario, cogió un bolso, y metió dentro las primeras prendas de ropa que encontró

«Deja de mentir Emma. ¡Es la primera vez que te veo así! ¡Mientes, te saltas las clases, vuelves tarde, en un estado lamentable, y te paseas con este tipo que creía que detestabas!»

«Nos equivocamos sobre las personas. Es más, sin duda también te has equivocado conmigo»

Su teléfono vibró en su bolsillo

Killian: «Estoy delante de su casa»

Una vez listo su bolso, abrió violentamente la puerta, y se encontró con Marco enfrente que no se había movido un milímetro. Ella lo apartó para pasar.

«¿Dónde vas?» preguntó él secamente

«¿Eso te importa? ¡No eres mi padre que yo sepa!»

«Emma...»

Ella lo miró un momento, lamentando sus palabras, pero estaba demasiado furiosa como para disculparse, así que bajó las escaleras rápidamente. Marco la siguió. Cogió sus llaves del mueble de la entrada, y se disponía a salir.

«¡Emma, si sales por esa puerta, no te tomes la molestia en volver!»

Emma lo miró de nuevo, sus ojos esmeraldas inundados de cólera, y lo tiró las llaves a la cara.

«¡Muy bien, entonces, adiós!»

Y cerró la puerta dando un portazo.

Dio algunos pasos y se cruzó con Killian en la esquina de la calle.

«Has ido más deprisa de lo que pensaba, querida»

«Sí...» respondió ella.

Él le tomó la mochila y la metió en el maletero de su coche rojo sangre.

«¿Dónde vamos?» preguntó Emma

«He pensado que podríamos primero ir a un bar, parece que necesitas levantar ese ánimo»

Conversaciones nocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora