Capítulo 6

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  Buenas tardes, ya vengo a dejarles el capítulo de la semana y espero que les guste. Verán que un personaje que se llamaba Max en la historia vieja, ahora se llama Damián. Me resulta más cómodo ese nombre así que por eso decidí cambiarlo. Se los comento por si no lo recordaban.

Les mando abrazos a todos, nos leemos pronto.

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     Durante toda la noche, Diana no había podido conciliar el sueño, no solo por el dolor en su rodilla, sino también por todo lo que había sucedido ese día. El muchacho llamado Daniel aun rondaba en su mente, no podía olvidar lo atento que había sido con ella y el saludo de despedida que le había dado antes de marcharse. Se preguntaba a sí misma si volvería a verlo, o si tan solo el destino lo había puesto en su camino solo por esa vez.

    Todos los días sucedía algo nuevo y eso comenzaba a asustarle. No sabía de qué manera prepararse para ser capaz de afrontar todo lo que estaba llegando a su vida.

    Miró la hora en el reloj sobre la mesita de noche y bufó fastidiosa, eran casi las seis de la mañana y ella apenas había dormido.

    Decidió levantarse y comenzar a alistar sus cosas para ir al instituto, debía salir más temprano de lo acostumbrado para llegar a tiempo con su pierna lastimada. La escuela estaba algo retirada de su casa y todos los días iba y volvía caminando.

    Ya casi lista se observó con detenimiento en el espejo. El uniforme de las mujeres constaba de una camisa blanca con el nombre del instituto del lado izquierdo del pecho, tenían también una campera de tela fina que ella se ponía todas las mañanas, porque a pesar de que hacía calor, a esas horas corría una ventisca que le causaba escalofríos. La falda era lisa de color petróleo, al igual que la corbata.

    Ya estaba todo en orden cuando decidió arreglarse un poco más al ver las oscuras ojeras que continuaban firmes debajo de sus ojos. Quería sentirse bien y bonita, deseaba ir prolija como lo hacían todas sus compañeras y además, aunque se avergonzara de solo pensarlo, necesitaba sentirse segura de sí misma cuando estaba cerca de Rodrigo. Aún no había podido entregarle sus hojas y deseaba poder hacerlo ese día.

    Decidió delinear un poco sus ojos y darle más color a sus labios, casi no tenía maquillaje pero su madre le había regalado unas cuantas cosas para que las tuviera allí en su habitación. Nunca les había dado uso, pero se prometió a sí misma comenzar a hacerlo a partir de ese momento.

    Se recogió el cabello en una coleta alta y finalmente se sintió conforme y feliz. Tomó su mochila y salió de la habitación con una pequeña sonrisa en los labios. En la sala sobre un mueble blanco su madre guardaba un frasco con algunas monedas y dinero que metía dentro en caso de que ella lo necesitara para las cosas de la escuela. En ocasiones el frasco estaba vacío, pero de vez en cuanto cuando había, y entonces Diana tomaba un poco para comprar su desayuno en la escuela.

    Estaba a punto de abrirlo cuando escuchó que su madre ingresaba a la casa y entonces volteó para saludarla; no se imaginó nunca  que la vería en aquel estado.

    Ester, llevaba puesto unos jeans ajustados al cuerpo con roturas en las rodillas, una musculosa negra con transparencias y zapatos de tacos altos que ella jamás había visto. Lo peor no era su vestimenta, sino el estado en el que se encontraba. Apenas podía mantenerse en pie.

    La sonrisa de Diana se esfumó de inmediato, tiró la mochila al piso y corrió hacia ella para ayudarla.

—Mamá... —Intentó tomarla de los brazos pero Ester se apartó bruscamente de ella.

El tormento de DianaWhere stories live. Discover now