Capítulo 12

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Buenas noches chicas, decidí a último momento quedarme hasta tarde para terminar y subirles el nuevo capítulo y no dejarlas con la duda hasta la siguiente semana. Ahora sí me voy a dormir en paz.

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— ¿Quieres tomar algo? —Preguntó Rodrigo, rompiendo el silencio que se había creado en el cuarto. Diana solo se dedicaba a escribir, mientras que él se encontraba recostado en la cama, comenzando a aburrirse.

    La joven solo asintió, necesitaba al menos unos minutos para respirar tranquila. Hacía rato que la habitación había sido cubierta por un silencio sepulcral y aquello solo le generaba más nervios. Además tenía calor, con el cabello suelto y su campera por muy liviana que era, provocaban que el sudor se acumulara en su nuca.

    Cuando Rodrigo salió de la habitación, ella aprovechó para levantarse de la silla y acercarse hacia el ventanal en busca de aire puro. Se atusó el cabello y cerró los ojos complacida al recibir una suave ventisca en su rostro. Decidió desabrochar su campera, no pasaría nada si no se la quitaba; luego comenzó a caminar por la habitación mientras observaba todo con atención.

    Aunque estaba nerviosa y sudaba demasiado, en el fondo brincaba de la emoción al verse parada en la habitación de su compañero; jamás se habría imaginado estar allí.

    Caminó hasta la mesita de noche y se sentó en el borde de la cama, notando que arriba había un papel doblado a la mitad; le resultó conocido apenas lo vio. Recordó cuando a Rodrigo se le había caído el mismo papel mientras estaban juntos en el patio de la escuela, ella misma se lo había devuelto.

    Le entró curiosidad, se notaba perfectamente que era una fotografía y entonces decidió tomarla, sabiendo que aquello estaba mal. Desdobló el papel y frunció el ceño al verse a ella misma, cuando solo era una niña.

    Rodrigo no tardó en entrar a la habitación con dos botellas pequeñas de jugo, al verla sentada en su cama con la fotografía se apresuró en cerrar la puerta y acercarse a ella.

— ¿Por qué la tienes tú? —Diana lo observó con el ceño fruncido.

—No recuerdas a mi madre. —Respondió dejando las botellas sobre la mesita.

    Diana se levantó abruptamente y volvió a mirar la fotografía. Ella tenía la misma en algún rincón de su casa, lo sabía pero apenas recordaba a la mujer que estaba con ella.

—Era mi madre. —Rodrigo le arrebató la fotografía y la guardó inmediatamente en el cajón de la mesa de noche, dejando a la joven sorprendida ante su reacción. —Íbamos juntos al mismo kínder, no me sorprende que no lo recuerdes. Yo tampoco lo recordaba.

— ¿Qué hacía tu madre conmigo? —Preguntó aturdida, intentaba hacer un esfuerzo para que los recuerdos volvieran a su memoria.

—Según mi padre, tú estabas sola y ella se aceró para acompañarte. —Rodrigo continuaba serio, él tampoco tenía idea de que ambos fueron compañeros desde niños. Pero ya no estaba sorprendido, después de todo su padre le había explicado lo que había ocurrido ese día.

—No tenía idea. —Murmuró. —Pero no lo dudo, mi madre jamás ha estado conmigo... Solo me dejaba en la puerta como un paquete y se marchaba.

Rodrigo no respondió, Ester había dicho algo parecido, jamás había estado con su hija. No era como su madre, que siempre lo había acompañado en todos los momentos más importantes de su niñez.

    Notó de inmediato la manera en que el rostro de la joven se transformaba, de haberla visto confundida y molesta tan solo minutos atrás, pasaba a verse desanimada y triste.

El tormento de DianaWhere stories live. Discover now