CAPITULO VEINTICINCO - TENEMOS QUE HABLAR

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TRES MESES DE EMBARAZO*

Tal vez era momento de enfrentar todo lo que estaba pasando. Su amor por Samuel no había terminado y, estaba seguro, nunca iba a terminar. Se sentía fatal y eso definitivamente no ayudaba al bebé. Tenía que calmarse y relajarse, pero la angustia podía con él.

Lloraba mucho por las noches, dándole palabras de contención al pequeño en su panza, quién ya tenía 3 meses de gestación. No sabía si hablarle era bueno o ayudaría en algo, pero siempre vio que lo hacían. Aparte que a él le sirve para desahogarse. Hablar con su pancita, por mas raro que suene, le resultaba tranquilizador y un muy buen calmante. En todas sus noches de desvelo e insomnio, el bebé era el único que lo acompañaba y aunque sabía que era imposible que se alejara de él, de todas formas sentía que si pudiera salir e irse, no lo haría. Tan sólo tres meses habían sido necesarios para que la confianza se cree con su futuro hijo, quien todavía no había nacido y ya formaba parte indispensable en la vida de Guillermo. 

Y se sentía mal. Obvio que lo hacía, su amor por Samuel no podía cambiar de un día para otro y el tener el bebé lo hacía recordar ese amor incondicional que tan rápido se formó por él. El bebé de forma totalmente inconsciente, hacía que la imagen de Samuel esté en su cabeza todo el tiempo. Lo necesitaba y no había duda de eso, pero... tenía que dejarlo ir. 

Falta un mes para que Samuel se vaya a su nueva forma de estudio, en otro país, en otro lugar muy lejos de Guillermo. Muy lejos de lo que en un futuro, sería su bebé. Aunque ni siquiera estuviera enterado de eso. Aunque Samuel no tenga idea de la existencia de ese pequeño que se está gestando de a poco, se alejaba de él. Y era totalmente la culpa de Guillermo, y lo sabía. El miedo gobernaba su mente y la imagen de un enojado Samuel se veía muy presente en su lugar. Se veía ahí, torturando las noches de Guillermo, logrando que su corazón se rompa y sienta un vacío enorme. 

Por eso tenía que dejarlo ir. Por eso debería de poner un punto y final a esto que los estaba matando de a poco, a esto que ellos siendo conscientes, les estaba haciendo mal. 

Guillermo, con un revoltijo de cosas en la cabeza, salió de su casa. Su panza no se notaba demasiado, por lo que no tenía porque ocultarla, con una simple camiseta suelta le bastó. Tenía que aprovechar al máximo estos meses donde su panza seguía normal. Sabía que dentro de algunas semanas, esta iba a crecer e incomodar su vida.

La casa de Samuel no estaba lejos, puesto que eran vecinos, pero aquellos lentos pasos se sentía como un mundo por delante. Se sentían pesados y  la puerta oscura de la casa de Samuel estaba cada vez mas lejos. 

Pensaba, y no sabía como en tan poco tiempo las cosas habían cambiado tan drásticamente. Samuel había llegado a su vida para darle un vuelco importante, y por una estupidez tiraron todo a la basura. Guillermo tiró todo a la basura. Él sabía que lo mas probable era que Samuel no se enojaría con él, ninguno de los dos tenía la culpa después de todo. Estaban borrachos disfrutando de la noche, no eran conscientes de que deberían usar condón. Pero Guillermo temía. Y demasiado. El sólo hecho de pensar en la mirada cargada de odio de Samuel le hacía sentirse muy mal consigo mismo, le daban ganas de llorar de manera descontrolada, al punto de deshidratarse y morir ahí. Al punto de querer echar todo a perder, darse un aborto y vivir junto con el dolor de haber perdido a Samuel y a su bebé, porque lo merecía, y eso era todo. 

Pero no lo iba a ser. No era tonto y no se dejaría decaer por un estúpido sentimiento de culpa. Porque eso era todo, Guillermo se sentía demasiado culpable, aún cuando casi no tuviera que ver con el acontecimiento, él se iba a sentir mal. Porque era así, porque la culpa lo carcomía siempre que podía. 

Llegó, luego de unos largos segundos, a la puerta del vecino. Ya sentía como las lágrimas querían caer de sus ojos como tormenta un día de invierno. Las intentó retener, antes de tocar la puerta. Todo sentimiento de dolor, lo sacó de su mente para dar paso a la pequeña valentía que le quedaba para así poder dejar de ser un cobarde y enfrentar lo que debía hacer. Lo odiaba, odiaba ser el primero que hable, en cualquier circunstancia. Odiaba el tener que dar el paso él primero, sólo por el hecho de que el ser valiente... no siempre era lo mejor. O quizás sí, pero no quieres aceptarlo.  Ese momento donde todas tus ganas se juntan para lograr hacer lo que tanto querías, pero al momento de hacer tu cometido... se esfuman, volviendo a convertirte en un cobarde cargado de miedos e inseguridades. 

Una sola lagrima salió de su ojo, recorriendo toda su mejilla y acarició suave su estómago.

-Papá va a estar bien, bebé... sólo es cuestión de tiempo.- Susurró mirando su panza. El día se había nublado de repente, y una ventisca suave golpeó su mejilla. Giró el rostro para el lado que corría el viento, así no le pegaba en los ojos y las lagrimas no caían. Un par de segundos más parado ahí, sin hacer nada y supo, ya era suficiente cobardía por el día. 

Tocó la puerta, tres veces seguidas. Suave, como rogando que no se escuche para tener la posibilidad de salir corriendo antes de que se den cuenta de que estaban tocando la puerta. Rogó, porque nadie estuviera en casa, por esa casualidad de la vida en la que él quería ser valiente y alguien se lo evitara.

Lastimosamente, el universo no estaba de su lado ese día.

-Guillermo, ¿Que tal?- Saludó alegre Amanda, recibiendo al menor con dos besos en la mejilla. Hace mucho que Guillermo no pasaba por ahí, raro pues vivían al lado, pero se alegró de verlo en su puerta.

-Bien, señora De Luque... lo siento, Amanda.- Se corrigió, al recibir una mirada de "no me llames así", por parte de ella. La mujer rió por aquello e invitó a pasar a Guillermo.

-Samuel está arriba, sube. ¿Quieres que les lleve algo para merendar? Estaba por hacer café para Álvaro...- Ofreció amable, a lo que Guillermo negó con una sonrisa.

-No, está bien Amanda, gracias. No creo que me quede mucho tiempo.- Dijo y comenzó a subir las escaleras que estaban a un lado de la puerta. Su nerviosismo ya había comenzado y el miedo volvió para hacerlo sentir mal.

Las escaleras parecían infinitas y la habitación de Samuel estaba cada vez mas lejos.

Llegó, suspiró, cerró sus ojos... y tocó la puerta.

-¿Chiqui?- Dijo sorprendido Samuel, al encontrarse al menor frente a su puerta con los ojos cerrados. Una felicidad inundo su cuerpo, pero se desvaneció al ver los llorosos ojos de Guillermo. 

-Tenemos que hablar...- Pronunció suave el menor, y Samuel sintió que su mundo se caía ahí mismo. 

~•~•~•~•~•~
(Si, le cambié el nombre v:)

Madre mia. Chicxs, faltan 3 capitulos para el final que tal eso, eh? Les tengo una sorpresa pa después 7u7, ya veran.

¿Que les parece que va a pasar? Es muy obvio, pero buano.

Espero que les esté gustando esta... forma de terminar. Todo este ciclo final.

Gracias por todo, de verdad. Son un amors, gracias<3

Espero les haya gustado y nos leemos otro día<3

Luna❤


~ Estoy... Embarazado!? ~ Wigetta ~ Mpreg ~Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ