04. Suerte.

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—Oh, Kookie, ¿ya te vas?

La pregunta de Kim Seokjin retumba en sus oídos justo antes de que gire el pomo de la puerta de atrás del local. Él solía hacer eso, escaparse cuando su turno terminara sin mirar a nadie ni decir nunca nada a quien no fuera ni su jefe ni sus clientes habituales. ¿Tenía alguna razón o era el simple hecho de que detestaba la raza humana y aquella sociedad en concreto? El joven creía que era más bien lo segundo.

Pero con Seokjin era diferente. Eran amigos, mejores amigos si apurabas al chiquillo. Él era su confidente, el único en quien podía confiar y contarle todos sus problemas. Además, era algo así como su jefe aunque Jeon nunca lo admitiera puesto que él se negaría el resto de su vida a ser dirigido por cualquier alfa hipócrita. Pero Seokjin no era como los demás, él era amable y en su compañía se sentía como en casa.

—Sí —balbucea con cuidado, apartando la mano del pomo de la puerta—, hoy he terminado mi turno antes, así que quería dar una vuelta por el centro antes de volver a casa.

—Y, dime —curiosea el mayor, sonriente—, ¿aún no ha habido suerte?

Jeon traga saliva y piensa que, si no fuera porque de verdad le ha cogido cariño a Jin y que es como su hermano, ya le habría callado la boca o bien a patadas o con su indiferencia (aquello dolía muchísimo más, desde su perspectiva). ¿De verdad era necesario sacar el dichoso tema de conversación cada vez que hablaban?

Estaba maldito, no hacía falta que se lo recordaran cada maldito instante. Lo sabía mejor que nadie y le dolía más de lo que jamás le habría dolido a cualquiera.

—Si hubiera tenido suerte ahora me verías, probablemente, incapaz de andar —comenta a modo de chiste. Pero nada de aquello lo era—. De verdad, ¿cómo es posible que encuentre el amor verdadero en un antro como este? Me voy a morir antes de que ocurra.

—¡Pensé que podías vivir más de trescientos años! ¿Cómo es posible que mueras antes de encontrar a tu alma gemela, entonces?

—Jin, hemos hablado esto antes; no tiene nada que ver. Es más —hace una pequeña pausa, haciendo memoria—, aquí donde me ves, ya he vivido más de cien años. Y aún no ha habido suerte.

Aunque, claro, ¿cómo podría tener tal suerte si a penas se le concedían dos horas al día fuera del mar?

—Lo siento, lo siento —dice con rapidez, su intención no era dañar de ninguna forma al chico—. Lo que pasa es que he oído que el último cliente con el que estuviste en tu celo ha vuelto preguntando por ti. Quiere pasar otra noche contigo.

—¿Le sobra el dinero a ese hijo de puta, o qué? Dile que no me interesa repetir con él, fue aburrido en la cama.

—¿De verdad que no recuerdas quién es Park Jimin? —interroga con una expresión de horror desmesurada. A Jeon le sonaba su nombre, pero nada más— Fue el comprador de Tae. ¿Recuerdas a Kim Taehyung, verdad? —¿Y cómo lo olvidaría? Fue de sus mejores amigos cuando trabajaba allí— Jimin fue el que compró su libertad, por lo visto están hechos el uno para el otro. Bueno, estaban.

—¿Estaban? ¿Ha pasado algo? —cuestiona cruzándose de brazos. No quería ni imaginar a ese hipócrita de Jimin con el ángel que era Taehyung.

—Cuando le compró, inició un lazo con él. He oído que hace unos días rompió éste y que Tae lo está pasando realmente mal —suspira, pensativo—. Sólo son rumores, por supuesto.

—Y, ¿por casualidad no sabes dónde está? Me gustaría volver a verle —pide con un brillo indescriptible en sus ojos. No podía pensar en Taehyung pasándolo mal. No él.

—¿Yo? No tengo ni idea —ríe, golpeando el hombro del chico con ternura repetidas veces—. Quizá deberías de pasar una noche con Jimin y que él te diga dónde está Taehyung.

—Antes me suicido a volver a pasar la noche con él, pero gracias por la opción.

No había sido una mala noche aquella que pasó con Jimin, no, pero eso no lo admitiría en voz alta, sería degradarse incluso más de lo que aquella sociedad le degradaba. Prefería que le lavasen la boca con jabón antes de admitir que, ciertamente, había pasado una de las mejores noches de su vida con un alfa; incluso hasta prefería la tortura física antes de admitir en voz alta tal barbaridad.

—Lo siento, pero si quieres ver a Taehyung antes de que le pase algo, tu única opción es hablar con Jimin —finaliza el mayor con un gesto de indiferencia. Seguidamente, se pierde entre la puerta que lleva al largo pasillo del local donde se encontraban las habitaciones de los empleados.

Jeon suspira y muerde el interior de su boca antes de salir por la puerta trasera del lugar. El viento le da en la cara sin piedad y siente la necesidad de resguardar sus manos del frío en los bolsillos de su negro chaquetón. Quizá sus planes de ir al centro debían esperar unos días más, porque la verdad era que se le habían quitado las ganas de ir a ningún sitio sabiendo que Taehyung no estaba precisamente bien.

Baja por el paseo marítimo y cruza en línea recta la playa hasta llegar a la orilla del océano. Quita sus zapatos —vaya invento, piensa en ese momento— pero no pisa el agua. No puede ni debe pisarla, de lo contrario, el proceso comenzaría, y él sólo quiere pasear un rato y disfrutar de sus piernas unos minutos más antes de tener que volver a su realidad; su maldición.

—Te he estado buscando por aquí varios días —comenta una voz, sorprendiéndole—, de alguna manera tu olor está aquí, en el mar.

Quizás es porque siempre he pertenecido a este lugar.

—Jimin, deja de buscarme —pide, pasando de largo del chico y caminando por la línea de la playa sin mirarle—. Lo nuestro fue sólo algo de una noche: pagaste y nos acostamos. Nada más. Además, no puedo mantener relaciones de amistad con mis clientes.

—Mira —le corta, siguiéndole con cuidado por el lugar—, no soy yo. Algo dentro de mí te necesita, tu olor, tu tacto, tu voz... —suspira, relamiéndose los labios antes de continuar— No lo entiendo, pero no puedo dejar de buscarte.

—Pues entiende que no es posible nada de lo que quizá imagines sobre nuestra futura relación, porque no vamos a tener ninguna.

—¿Por qué eres así? —se queja en un grito que hace que Jeon se gire y le encare a una distancia prudencial.

Me han dañado demasiado, me han hecho ilusiones, me han usado como si fuera un juguete y luego me han tirado a la basura. Estoy maldito, por eso soy de esta manera.

—No, ¿por qué eres tú así? Prepotente, descarado, egocéntrico —pelea, soltando cada palabra con más veneno que la anterior—, hipócrita y sin corazón. ¿Y de verdad te estás quejando por mi personalidad, cuando sólo vienes buscándome para acostarme contigo?

—Puedo pagarte el doble que la última vez —Jeon rueda los ojos ante las palabras—. ¿Qué tengo que hacer para que dejes que me acerque a ti?

—Taehyung. Quiero volver a ver a Taehyung —implora y traga saliva al ver la extraña expresión que nuestra de repente el alfa—. Éramos amigos y he oído que está mal por tu culpa. Llévame con él y pasaré una noche contigo.

Jimin suspira y sopesa la idea en silencio. Si Jeon era amigo de su antiguo omega, le odiaría al ver el estado en el que se encuentra por su culpa; pero, al mismo tiempo, aquella era la única oportunidad que tenía con el pequeño. Acaba cediendo a pesar de que no le gusta nada la idea.

—Te llevaré junto a Taehyung mañana mismo.

—Veo que nos vamos entendiendo —ríe, condescendiente. Ganar contra un alfa se sentía casi tan bien para él como tener un orgasmo—. Pero, dime, ¿está bien, cierto?

Siente un nudo en la garganta de pronto y se le olvida cómo formular una frase completa con sentido. No, Taehyung no estaba bien; pero no podía decirlo en voz alta. No quería pensar en ello, no quería ver la expresión de Jungkook al oír aquellas palabras.

—Taehyung se está muriendo.

Y, por primera vez, Jeon juraría que quería que el mar le tragase para siempre.

© kanekiishappy.

El mito de las sirenas ➳ JiKook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora