Amistad a distancia

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Escribiendo en primera persona, me parece que es un tema que da mucho en lo que pensar.
Sentimientos de cariño, aprecio y confianza se enfrentan a distancias enormes.
Cuando tienes una amiga en la otra punta del mundo, es duro de asumir. Dicen de acostumbrarte, pero todos sabemos que para mantener un sentimiento vivo necesitamos cercanía, continuidad. No nos acostumbramos a que esté lejos. Asumimos la distancia.

Pero se pueden hacer otras cosas. Esas personas tan valiosas que te han apoyado y han estado contigo, merecen la pena. Cuando estés sentado en tu casa con 80 años, recordarás aquella tarde, cuando la viste después de tanto tiempo. El viaje que hiciste para visitarla, con montañas de ahorros, sacando dinero de debajo de las piedras. Pensarás en la inmensa felicidad que sentiste cuando la viste en persona, sin millones de píxeles en la cara, cuando la diste un abrazo real. Cuando te prometiste a ti misma que no podías separarte de ella. 

Acabarás recordando esos momentos en los que reísteis por cualquier cosa. Pero te acordarás de cuando os despedisteis. Esa incertidumbre, no saber si volverías a verla, o saber de ella. Si pasaba cualquier cosa y desaparecía de tu vida. Te quedarías con remordimientos. Dos años después te acordarías de ella, y la echarías de menos. Conocerías nuevas personas, peor una amiga es algo único y especial. No puedes pretender que se te olvide.

Lo que hay que hacer es mantener viva la llama. Esperar poder verla, estar en contacto con ella semanalmente, interesarte por ella, planear miles de ideas que, seguramente, no darán resultado. Piensa en cuando tengáis cuarenta años y venga a visitarte con su posible familia. Te sentirás como recién nacida, pero la nostalgia te invadirá. Tienes que aprovechar cada momento con ella. Vivirlo al máximo. Arriesgarte, nunca aburrirte, haceros fotos, imprimirlas y colgarlas para enseñárselas a tus nietos y, con suerte, no tener que decir: "Era una antigua amiga. No sé que será de ella". Me ponen tristes esas personas. No deberían separarse dos almas unidas. La sociedad nos está brindando nuevas oportunidades. Redes sociales, internet, comunicaciones vía satélite. Utilízalas para eso, únete a ella de algún modo. Pero sobretodo, no la olvides y no permitas que te olvida. Las amistades que sobreviven a distancias kilométricas son las que agradecerás al final de tu vida, las que te llevarás a la tumba en el corazón, las que recordarás en los momentos más profundos, siempre con una sonrisa. Es difícil, pero no es imposible. No hay nada que me haga más feliz que volver a ver mi amiga cada dos veranos durante tres días, sobretodo cuando, con 7 años perdimos el contacto después de un verano lleno de risas infantiles y aprecio. Fue un milagro que, por casualidad, encontrara su dirección en el nuevo país. Fue un milagro que me contestara, que retomáramos el contacto. Fue un milagro vernos al verano siguiente y fundirnos en un sincero abrazo, lleno de alegría y curiosidad, tantas preguntas, tanta emoción, planes precipitados para no separaros jamás, ...

Siempre merece la pena, aunque sea sólo por esos pequeños momentos.

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