Daniel

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El ruido estridente del despertador hizo saltar a Emma que se levantó inmediatamente. A pesar de que el día se anunciaba difícil, tenía una sonrisa en los labios. Sentándose en el borde de la cama, la rubia se desordenó los cabellos y se estiró. La noche había sido corta, entre la angustia por su intervención de ese día y los cálidos recuerdos de la noche anterior, la joven abogada había dormido poco. Pero más motivada que nunca se metió en la ducha, que duró un poco más de tiempo de lo previsto, a la vista del sobresalto que la embargó al pensar en las manos de la morena recorriendo su vientre.

Por su parte Regina se despertó con las primeras luces del día, al no tener la ventana de la celda cortinas. Sin tener la posibilidad de estirarse o levantarse por culpa del hechizo que la mantenía echada, se conformó con suspirar pensando en el día que le esperaba. Sabiendo muy bien quién sería llamada como testigo y cuál sería el camino del alegato de Emma, no podía evitar estar muy asustada, mucho más que los días anteriores. Su corazón comenzó entonces a latir rápidamente, las lágrimas que se derramaban solo fueron detenidas por la imagen de la rubia que ocupaba sus pensamientos desde la noche pasada. Una sonrisa apareció entonces en sus labios, que se agrandó cuando cerró los ojos, imaginándose a su abogada a su lado. La Reina caída esperaba en secreto que Emma la fuera a ver esa mañana, para estrecharla en sus brazos y acompañarla al tribunal, pero era consciente de que la rubia no tendría tiempo, su alegato de la mañana era el más importante desde el comienzo del proceso. Así que fue en sus sueños donde vio a Emma besarla y acariciarle los cabellos, compartiendo con ella un momento privilegiado que quizás ya no volvería a vivir.

Ese momento de bienestar fue rápidamente destruido, así como la sonrisa en su rostro, cuando los tres enanos que la vigilaban entraron en la estancia.

«Toma tu desayuno» gruñó Leroy aún atontado por el alcohol que siempre le hacía compañía «Come rápido, vamos con retraso. Nos vamos en cinco minutos»

«Si lograse dejar de beber, quizás se levantaría antes, estúpido borracho»

El enano frunció el ceño y casi le tira la bandeja del desayuno a través de los barrotes, pero la mirada reprobatoria de sus hermanos lo echó para atrás.

El hechizo que mantenía atada a Regina a su cama fue levantado cuando el enano puso la bandeja en el suelo. Retrocediendo rápidamente, fingió estar mirando hacia otro lado para que la alcaldesa no pensase que le daba miedo.

Regina no pudo evitar que una sonrisa sádica apareciera en su rostro. Se divertía ante la idea de ver que, a pesar de su total falta de poder, la gente aún la temía. Después pensó en lo que diría Emma si la viera actuar de esa manera y su rostro volvió a adquirir su fría máscara, no quería que la rubia tuviera razones para avergonzarse de ella.

Mientras comía rápidamente su frugal desayuno, la antigua Reina no levantó los ojos hasta que no escuchó el ruido de los pasos de los enanos que se acercaban. Leroy abrió la puerta de la celda con una expresión de desafío. Salió de la celda, y caminó lentamente hasta la puerta acompañada de sus tres guardianes que la llevaron hasta el coche de policía. El enano gruñón se sentó al volante y condujo el tiempo necesario para llegar al ayuntamiento de Storybrooke. La Reina caída a continuación fue acompañada a su sitio en la sala de audiencia.

Una resplandeciente sonrisa iluminó su rostro cuando vio que Emma ya estaba ahí, esperando con impaciencia a su cliente.

«¡Hey!» murmuró la rubia mientras se ponía detrás de la oreja un mechón rebelde.

«Hey...» respondió Regina mientras se sentaba al lado de ella, sin poder evitar poner una mano sobre la suya, al abrigo de miradas, bajo la mesa que les estaba reservada.

EnjuiciamientoWhere stories live. Discover now