Capítulo IV

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Otoño: Noviembre

Las mañanas no son lo mío, mucho menos las que vienen acompañadas de un espectacular día soleado, sobre todo cuando me toca entrenar con el equipo de béisbol.

A mi edad nada es bueno, aún sigo en el proceso del cambio, 17 fantásticos años y más de la mitad de ellos enterrada en el mar de libros con tal de pasar el examen de admisión a la universidad.

La verdad es que no es tan bueno como se supone que debe ser.

Los chicos de mi edad, se la pasan de fiesta en fiesta, sobre todo los que se encuentran en mi situación.

A punto de graduarse de la preparatoria.

Carlos dejó de venir a despertarme desde que cumplí catorce, cuando se supone que me debía volver más responsable por mi cuenta, desde entonces me tengo que parar por mi instinto, porque nunca le hago caso al despertador, de que me despierta no hay duda, mi problema es apagarlo y querer dormir otro poquito más.

Pero como de costumbre duermo más de lo establecido.

La escuela es a las 7:00 am, menos el traslado, son 30 minutos y menos el tiempo en que se supone que debo de arreglarme una hora, contando la ducha, el uniforme y el desayuno. Lo que equivale a que mi despertador suena a las 5:30 am, pero siempre me levanto un poco más de las 6:00 de la mañana.

—Hola papá—le digo a Carlos cuando bajo apurada a la cocina.

Lleva puesto un traje negro y una corbata roja, frente a él hay un plato vacío y tiene una taza de café en las manos, me acerco y le doy un beso en la mejilla mientras me arreglo el cabello en una cola con uno de los listones que me acostumbre a usar desde pequeña, aunque después de la muerte de la abuela la pasión por los colores se me ha ido y me da igual que listón usar.

El mira su reloj y después me dice:

—Son las 6:30 y aun no has desayunado, ¿debería comenzar a preocuparme?

—No, más bien creo que deberías comenzar a felicitarme, con 15 minutos eh llegado hasta aquí

—Me preocupa que esto se vuelva una enfermedad ¿sabes?

—No tienes porque, tal vez la universidad me vuelva más puntual—le guiño el ojo

Un claxon llama en la entrada cinco minutos después, solo he tomado una taza de café y corro a cepillarme los dientes.

—Adiós papá, llegaron por mí—le digo tomando mi mochila y dirigiéndome a la puerta, llego al auto y lo veo parado en la entrada, con su inseparable taza de café en las manos.

—Que te vaya bien hija—me grita y vuelve a entrar en la casa. Corro hacia la puerta del piloto y la abro.

Marlene una de las amigas que hice en preparatoria, pasa por mí todos los días, mi casa le queda de paso. Su hermana mayor, le había prestado su auto para uso exclusivamente escolar como medio de transporte. Pero Marlene no es la chica a la que deberías confiarle un volante y desde que comenzó a pasar por mí, yo soy la encargada de llegar sanas y salvas a la escuela.

—Aliz perdón que te lo diga pero tu papá es muy apuesto.

Marlene estaba enamorada de Carlos desde la primera vez que lo vio despedirme en la puerta, justo en noviembre de hace dos años, y como la buena amiga, también estaba enterada de toda mi vida personal.

—Lástima que se allá casado con Lilian, en verdad ella no se merece un hombre como él.

—Cállate quieres, apúrate, pásate al otro asiento, un retardo más y Rafael me mandara a extraordinarios.

Atrapasueños "El Comienzo de una Pesadilla"Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα