CAPITULO 1: CRISTALES ROTOS

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Entramos en millones de tiendas y no veo nada que me guste, de verdad que no entiendo estas nuevas modas, todo es horroroso. Al final por petición de Sam me probé una falda de cuero y una camisa blanca. Aunque no es mucho de mi estilo, casualmente me gustó. Así que ya solo pasaba pasar la cola que llegaba hasta los probadores y pagar…

Sam me estaba contando como de costumbre sus experiencias como profesor de historia en todos los institutos que ha trabajado, la verdad no me he enterado de nada de lo que me ha contado desde que ha empezado a hablar, a veces puede ser insufriblemente pesado.

Mientras estaba embobada mirando la tienda me quedé fijamente mirando a  un chico que estaba mirando ropa. Era irresistiblemente guapo, tenía el pelo rubio, rizado, un poco largo; los ojos verdes y un cuerpo escultural. Iba vestido todo de negro, con una cazadora de cuero negra con la capucha puesta. Me miró de reojo y yo aparté la vista, como de costumbre.

De repente, me empezó a doler la cabeza, un escalofrío me recorrió el cuerpo, la vista se me nubló, la mente se me paralizó de tal manera que caí de rodillas en el suelo. De repente escuché un crujido y al mirar a mi alrededor vi que los grandes ventanales de la tienda estaban hechos pedazos, los jarrones que estaban junto a la caja registradora estaban esparcidos por el suelo y el agua corría por las baldosas, levanté la vista, miré hacia donde estaba el chico rubio, había desaparecido, luego miré a Sam agachado a mi lado diciendome algo que no lograba escuchar y en un momento mi vista se nubló. Caí al suelo…

Me desperté en mi nueva casa, ya era de noche, mi habitación nueva estaba vacía y un rayo de luz de luna entraba por la ventana y iluminaba una pila de cajas en una esquina de la habitación. ¿Que me había ocurrido? No recuerdo más que cristales hechos añicos en el suelo.

Me dispongo a ir a la cocina, tenía una sed con la que podría beberme todo el amazonas. Cuando llegué me encontré a Sam y a mi madre sentados en una pequeña mesa circular hablando, con cara de haber visto a un muerto. Me dispongo a sacar el vaso de agua y los dos me miran ensimismados. Continúo cojiendo la botella de agua de la nevera y llenando mi vaso, sin decir ni una sola palabra y siendo testigo de que seguían con sus ojos clavados en mí. Me termino el vaso y por fín decidí terminar con este silencio tan irritante.

-¿Alguien me va a explicar qué coño pasa aquí?- pregunté recorriendoles con la mirada

-Nada importante corazón, te caíste en el centro comercial- dijo mi madre con tono de ocultar algo.

-¿Y qué pasó con los cristales de la tienda? ¿Porque se rompieron a la vez que caí al suelo?

-Casualidad, hacía mucho viento y la presión hizo que se rompieran los cristales- dijo Sam convencido

-¿Y por qué me mareé de repente?

-El estrés y el largo viaje, a mí me suele pasar mucho- contestó mi madre, que parecía estar a punto de llorar.

-Cuando caí parecía que fuí yo la que había ocasionado ese desastre, aunque está claro que es imposible, no toqué ningún cristal pero no sé, fue todo tan rápido…

-Venga cariño, vete a dormir, mañana empiezas el instituto, olvida lo que ha ocurrido y tranquilizate.

-Vale jefa…

Mientras estaba lavándome los dientes, sonó mi móvil.

-¿Si?

-¿Un día cansado o tienes un rato para desaburrirme?- dijo Eric; su voz me hizo tranquilizarme.

-Un día horrible. ¿Crees que se puede romper cristales con la mente o algo asi?- dije mientras me enjuagaba la boca y me iba a la cama.

-¿Cuanto vodka has bebido ya?- dijo Eric riendo.

HADAS: Cristales rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora