1- El Helado, escena eliminada

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Daemon y yo nos miramos el uno al otro desde lados opuestos de mi porche. Bueno, yo era la que observaba fijamente y él sonreía con superioridad.

"Puedo quedarme sentado aquí toda la noche" dijo, apoyándose contra la barandilla como si realmente estuviera planeando acampar allí toda la noche. Recordé el día en que me invitó a ir a nadar. Si le provocaban, podía convertirse en alguien con tal determinación que acababa siendo molesto. "Si quieres un helado, voy contigo".

Las llaves se me clavaban en la palma de la mano "No quiero que vengas conmigo".

"No me importa" Por un segundo, me distraje con imágenes de mí, volando por el porche y pegándole con mis llaves - no en aquella hermosa cara, claro - como si fuera un ninja.

Se pasó una mano por el pelo, palmeándose la frente "La única opción que me queda es mandar a Dee a que te traigaun poco de helado".

"¡Se lo comerá todo antes de que esté de vuelta!".

Sus labios se tensaron "Eso es cierto. Entonces supongo que vas a coger ese pequeño y precioso culo" apuntó a la puerta principal de mi casa con una mano "y vas a volver dentro de la casa, donde no hay ni helado ni sirope de chocolate".

Suspiré. No era que no entendiera que no podía andar sola. Todavía había un Arum por ahí, y ya que seguía brillando como una bola de discoteca, era un blanco fácil. Pero había alcanzado mi cuota aceptable de Daemon por un día.

"O virutas del color del arcoiris" continuó malévolamente "O esas chucharillas tan chulas que te dan en esa tienda perfecta de la ciudad".

Respirando con profundidad, crucé los brazos "Estás muy equivocado".

"Oh! y en tu casa no te sirven dulcemente. Y tampoco hay conos para el helado. O helado en general".

Gruñí, luchando contra el impulso de golpearme la cabeza contra la pared de mi casa "Dios, a veces te odio".

Daemon mostró sus perfectos dientes blancos "No, no lo haces".

En vez de discutir con él, eché a andar "Vale. Vámonos".

"Por fin has entrado en razón".

Antes de que pudiera responderle o hacer algo, me quitó las llaves de la mano "¡Oye!" exclamé "¿Qué crees que estás haciendo?".

Daemon ya estaba junto a mi coche, abriendo la puerta del conductor. Odiaba cuando utilizaba su super-velocidad. Me lanzó una mirada inocente "Lo siento. No confío mi vida en tus manos cuando conduces".

Puse los ojos en blanco y me lancé hacia el lado del pasajero "Perfecto. Conduce. Lo que sea".

Se rió entre dientes y mi piel picó de irritación y...y no sabía qué más estaba pasando allí. ¿Diversión? Definitivamente. Nadie me hacía sentir como lo hacía Daemon. Un momento me provocaba, haciéndome querer estallar por su culpa, y al siguiente me hacía sentir cosas que no tenían sentido para mí.

Pero me había salvado la vida. ¿Cuántas veces ya? ¿Tres? Probablemente más si contaba al oso y cuando me defendió de otro Luxen.

Vaya, yo era un fastidio.

Y había permanecido conmigo después del baile. No porque se sintiera obligado, sino porque sabía que estaba asustada. En el fondo, Daemon podía ser un chico decente cuando quería.

Estuvimos discutiendo todo el camino hasta llegar a la ciudad: sobre la emisora de radio, el límite de velocidad, sobre si debía cambiarle los frenos al coche, y por qué debería ponerle otros neumáticos antes de que empezara a nevar. Cuando llegamos al Mom and Pop, Daemon salió primero del coche, apretando el cierre automático antes de que yo pudiera salir del coche.

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