9- La boda

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"¿Por qué estás tan nerviosa?"

La pregunta que me estaba haciendo Dee era realmente buena. No podía responderla sin sentir como si me hubiera tragado todo un pack de Five-Hour Energy. No debería estar ansiosa, pero lo estaba. Me temblaban un poco las manos, y si me hubiera encargado yo de rizarme el cabello y peinarlo, estaría hecha una auténtica pena.

"Sé que es una tontería" dije, entrelazando mis dedos "Ya estamos casados"

Un pasador apareció mágicamente en la mano de Dee "Honestamente, lo entiendo. La otra boda no fue real"

Para Daemon y para mí, la licencia de matrimonio que obtuvimos en las Vegas utilizando nombres falsos era real. Hay quien podría discutir que no lo era, pero los nombres en un trozo de papel no significan que quieras a alguien más o menos.

Y no había forma humana o inhumanamente posible en la que Daemon y yo pudiéramos amarnos más de lo que ya lo hacíamos sin prender fuego a la galaxia entera.

Pero aquellos a quien queríamos deseaban la boda. Yo la había deseado – todo el asunto, y desde que lo desee, también lo hizo Daemon. Eso era amor.

Aunque había existía la posibilidad de que acabase devolviendo.

La puerta se abrió, y empecé a mirar, pero Dee movió el rizador como una arma "No pienses siquiera en mover la cabeza ahora" ordenó.

Apretando los labios, me quedé sentada perfectamente tiesa mientras una risita resonaba detrás de nosotras.

"Parece como si estuviera a punto de pegarte con esa cosa"

Mis ojos se abrieron como platos ante el sonido de la voz de Lesa, y si lo que había dicho no hubiera sido posible, habría saltado y empezado a dar palmas como una foca alegre "¡Lesa!¡Estás aquí!"

"¡Te dije que vendría! No me lo perdería por nada en el mundo" Su voz se acercó más, y Dee hizo una pausa lo suficientemente larga para darla un abrazo de bienvenida. Entonces me tocó a mí, y le ofrecí un apretón con un brazo antes de que Lesa se tirara sobre el sofá enfrente de mí y Dee continuara torturándome con el rizador y los pasadores. La mirada excitada de Lesa recorrió todo mi rostro "Tu maquillaje es absolutamente perfecto"

"Es todo cosa mía" bromeó Dee.

Puse los ojos en blanco mientras Lesa sonreía. Se apartó los densos rizos de su cara "Estoy tan contenta de que estés aquí" dije, y lo decía de verdad. Mi corazón se sentía querido y feliz. "Me preocupaba que por el tiempo no pudieras tomar un vuelo hasta aquí"

"Estuvo un tiempo dudoso. La nieve seguía cayendo, pero las carreteras están limpias" se pasó las manos por la falda color borgoña de su vestido "Esta es una casa preciosa, como esas casas de la gente inmensamente rica que aparecen en la HGTV. ¿Quiero saber cómo habéis conseguido tener la boda aquí?"

Sonreí y después me reí, cayendo en el nerviosismo excitante y en la alegría efervescente. La casa era alucinante. Tenía varias plantas, y me recordaba a uno de esos hogares tipo palaciego que se encontraban en la regencia en las novelas de romance, completada con un gran salón de baile y un porche interminable.

"Pertenece a uno de nuestra gente" respondió Dee a Lesa, mientras giraba un rizo e introducía un pasador, casi clavándomelo en el cuero cabelludo "Estaban más que felices por dejarnos usarla"

Nuestra gente.

Dos palabras extrañas y poderosas que eran muy comunes en este nuevo mundo que se estaba reconstruyendo poco a poco. Dos palabras que apenas pronunciábamos fuera de nuestro círculo más íntimo. Dos palabras que podían traer curiosidad o la más absoluta hostilidad asesina entre los humanos, pero no iba a dedicar el día de hoy, el día de mi boda, pensando en esas cosas.

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