Capítulo 5

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Yuuri salió en la tarde a realizar las compras de la semana. Phichit le dijo que si planeaba seguir viéndose con Viktor, era tiempo de decirle que los días estaban contados. Febrero se acercaba con una velocidad aplastante, aquella que lo tenía en el borde de sus nervios. Su mejor amigo tenía razón, le debía a Viktor esa información, decirle que estaba a poco tiempo de marcharse y que su boleto de avión ya había sido apartado con anterioridad.

Por esa misma razón se encontraba en el conservatorio, esperando que Viktor saliera. Sólo pudo ofrecerle ir a su departamento para preparar la comida que le debía. Era hora de cumplir las promesas que le faltaban cumplir con Viktor. Comenzaría con esa cena en la cual le mostraría su platillo favorito.

Esa era su forma de agradecerle todo lo que le había regalado en esos meses juntos. Más de lo que lo que su músico podía imaginar.

De camino al departamento no podía evitar pensar en el tiempo restante. A menudo se veía contando los días como si fuera un condenado de muerte suplicando porque los días junto a Viktor jamás terminaran. Pero el tiempo avanzaba de igual manera, y diciembre se consumía tan pronto como las capas de nieve se acumulaban en las calles de concreto.

Su pianista lo ayudó a cocinar, y ambos tenían una gran sincronización. Desde el cambio de papeles o cuando no se interrumpía la labor ajena. Cocinar con él le hacía pensar cómo podían ser las cosas con él a su lado, realizando las actividades cotidianas, juntos; pero aquellos pensamientos efímeros terminaban por desaparecer cuando escuchaba la realidad.

Al sentarse observó los platos de comida con alegría. No había comido un plato de katsudon desde hace muchos meses en los cuales se negó muchos platillos para mantener su rigurosa dieta, pero Viktor se lo había dicho, que estaba bien romper la dieta de vez en cuando.

Los palillos parecían ser los enemigos de Viktor, porque vio muchos de sus intentos fallidos de sostener la comida. La presión en sus dedos provocaba que tensara demasiado los palillos. Sonrió, extendiendo su cuerpo sobre la mesa para tomar las manos de Viktor y acomodar sus dedos de manera apropiada.

Pero no recibió una respuesta por su explicación. Vio los ojos del músico posarse en sus labios unos momentos antes de observar sus ojos. La cercanía entre ambos parecía volverse más cotidiana, como si estuviesen buscando estar más cerca uno del otro. Yuuri no creía que fuera posible aquello, que Viktor le prestara atención de esa manera.

Cuando terminaron la cena se establecieron en el sillón para ver tele. Yuuri no prestaba atención a uno de esos programas nacionales, en primer lugar, porque no entendía nada de lo que estaban diciendo. Sin embargo, hacía una gran intento de aparentar que prestaba atención y que la presencia de Viktor pesaba sobre sus sentidos.

Entonces, sintió la suave caricia entre sus cabellos. Los dedos ajenos moviendo los hilos oscuros con delicadeza. Volteó con suavidad para mirar a Viktor, él único que podía ocupar sus pensamientos de una amplia manera sin decir una sola palabra. Buscaba una respuesta a las acciones del mayor, sabiendo en el fondo que sus gestos lo delataban más de lo que podía admitir.

—Si te veo un solo minuto más de esa manera, voy a enloquecer—habló Viktor. El acercamiento y la suave caricia que realizaba para ordenar sus cabellos, erizó su piel. Soltó el aire de sus pulmones, aquel que contuvo sin siquiera notarlo. La mezcla de sentimientos arremolinaba con la fuerza de una tempestad en su interior.

—La verdad...—comenzó a hablar Yuuri. Una de sus manos se posó encima de la de Viktor, buscando que el tacto permaneciera de esa forma, que los ojos siguieran fijos en él.

—Continúa...

—Voy a regresar a casa en febrero—respondió Yuuri, soltando las palabras antes de perder el repentino valor. Viktor no respondía, pero sintió un leve temblor en la mano que sujetaba. Los ojos de su pianista estaban sobre él, pero no le prestaban atención.

Moondance [En edición]Where stories live. Discover now