Capítulo 22

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-Deje de decir tonterías.

El semblante de Aknadin se volvió frío y, con unas de sus manos huesudas, golpeó la mejilla de Yugi.

-Yo no digo tonterías, sólo digo la verdad.

-Entonces ¿qué verdad es esa?

-Mi hermano Aknankanom era un hombre tonto que sólo pensaba en las mujeres.

Aknadin recordaba todo mientras contaba el pasado secreto del rey, Yugi oía atento a cada palabra salida de la boca del sacerdote.

-"Él estaba casado con la reina y al mismo tiempo mantenía una relación con la dama de compañía de su esposa. Como todos los faraones fue obligado a casarse con la princesa de un reino lejano, pero su corazón le pertenecía a la dama de compañía de dicha princesa. La amaba con demasiada intensidad y deseaba casarse con ella, pero las leyes lo impedían. Como era lo correcto, se unió en matrimonio con la princesa, sin embargo mi hermano era el típico hombre tonto enamorado que no pensaba dejar a la dama de compañía y continúo con ella, esta vez de forma más seria.

Como si el destino jugara con él, la reina se embarazó. Todos estaban felices con el nacimiento del heredero al trono puesto que llevábamos 2 años esperando que los dioses nos bendijeran con un príncipe, mi hermano era el único que no se sentía feliz con su primer hijo.

Por fin nació el bebé Atem producto de la relación de Aknankanom con la reina, la marca de nacimiento de la familia real le fue colocada como a todos los hijos de faraones.

Pero Aknankanom no celebraba, su carácter con la reina no mejoró nada y siguipó siendo indiferente con ella, incluso despreciaba al hijo que formó con ella.

Nunca rompió su relación con la dama de compañía, vivían escondidos, literalmente, en los rincones del palacio donde nadie exploraba. Ahí vivían su amor prohibido sin que ninguna persona, ni siquiera la reina, se dieran cuenta de lo que pasaba.

Entonces pasó de nuevo, el destino jugó con mi hermano. La mujer también terminó embarazada. Sin embargo, la chica decidió no confesar a nadie lo que había pasado hasta que fuera el momento adecuado, su idea era decir que había estado con un soldado y así evitar problemas, pero Aknankanom supo que el bebé era suyo y la alegría irradiaba en su vida como nunca lo hubiéramos visto antes.

La reina sospechó que había algo raro en esa felicidad desbordante que reflejaba el rey, así que investigó detalladamente hasta que descubrió todo. No se le hizo casualidad que su dama estuviera esperando un hijo al mismo tiempo que su marido irradiaba de gozo. Enfureció en gran manera y trató de cortar la cabeza de su dama pero Akanankanom se lo impidió mandando protección extrema a la mujer.

Así nació el segundo hijo del faraón Aknankanom, el cual ordenó que se le pusiera a él también la marca de nacimiento indicando que llevaba su sangre. La reina estaba llena de ira pero tuvo que aceptar, a regañadientes, que su marido prefería al hijo de la dama de compañía que al suyo, o al menos se conformó por un tiempo.

El rey amaba mucho al bebé nuevo, dedicaba la mayor parte de su tiempo a estar con el bebé de la dama, entonces decidió que su heredero sería el bebé de la mujer. Cuando la reina se enteró de eso, la sangre le hirvió en las venas y ordenó que mataran a su dama de compañía y a su hijo, por lo que la mujer tuvo que huir del palacio para vivir en el pueblo alejada de los lujos y la vida en el palacio. Al enterarse el rey de eso, se llenó de cólera y quiso buscar a su amada pero la reina lo amenazó con matar a la chica y al bebé si se le ocurría ir tras ella.

Así fue que mi hermano se resignó a su triste vida, mandó a hacer un túnel por el que cada cierto tiempo escapaba para buscar a su mujer. La encontró pero no podía llevarla de vuelta al palacio, era peligroso.

El Faraón y El MendigoWhere stories live. Discover now