Memoria

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El pie derecho de Simon golpeaba el piso con rapidez. Penny le había traído mil vasos de agua en las últimas horas, pero el chico no parecía calmarse ni un poco. No lo haría hasta ver a Baz de nuevo. ¿Cuántas horas habían pasado desde que había llegado a la clínica? Simon no lo sabía, había perdido la noción del tiempo desde que recibió aquella llamada.

Aquella llamada en la que le habían dicho que su novio había sufrido un accidente de tránsito.

Simon se frotó la cara con ambas manos, tratando de no pensar en aquel camión que mandó a volar el carro de Baz.

—Él va a estar bien -trató de consolarlo Penny—. Baz es fuerte.

Simon sabía eso de sobra, pero la vida siempre había sido cruel con él. No quería esperar lo peor, pero llevaban horas en la misma sala de espera, y aún no habían obtenido noticias de Baz. En parte, a Simon le aterrorizaba saber lo que le iban a decir.

***

Una hora después, un doctor se dirigió hacia ellos dos. Simon estaba mirando el suelo, manteniendo su mente vacía. Penny tuvo que sacudirle un poco el hombro para hacer que prestara atención. El doctor los hizo seguirlo a un consultorio que parecía una oficina, donde comenzó a hablar.

Simon no entendió nada de lo que dijo el hombre. Lo único que pudo procesar fue que estaba permitido ir a ver a Baz, y que Penny podía acompañarlo.

Ya en aquella pequeña habitación, Simon sólo pudo dejarse caer en una silla al costado de la cama en la que dormía Baz. Tomó una de sus manos, frías como siempre, y lloró mientras Penny dibujaba círculos en su espalda, murmurando que todo iba a estar bien.

Pero esa iba a ser la primera vez en la que Penny no tendría la razón.

Una vez que se calmó, Penny le explicó todo lo que el chico no llegó a escuchar del doctor. Que Baz tenía un brazo roto y un tobillo torcido. Que un par de sus costillas estaban rotas, y que había recibido un fuerte golpe en la cabeza. Que existía la posibilidad de que Baz tuviera amnesia al despertar.

Simon trató de no pensar en ello. ¿Qué tanto podría olvidar Baz? No le importaba que no pudiera recordar los últimos días, o los últimos meses. Con tal de que no lo olvidara a él, todo estaría bien.

Baz se veía tan pálido y vulnerable mientras dormía, que Simon hubiese apartado la vista si no se hubiese prometido a sí mismo ser fuerte. Según Penny, Baz despertaría en las próximas horas, y no quería apartarse de él.

Por eso, apenas la chica le preguntó si quería ir a la cafetería (llevaban casi un día sin comer nada), Simon se negó, y le dijo que se quedaría allí. Penny asintió y le prometió que le traería algo.

No pasaron ni cinco minutos desde aquello, cuando Baz se movió un poco entre sueños. Simon lo observó con ansiedad, y sintió que el corazón se le iba a salir del pecho cuando sus párpados se abrieron, revelando esas dos bellas orbes grises.

—¿Baz? —preguntó Simon con cautela.

El chico pestañeó desorientado, soltando un gruñido. Unos segundos después, sus ojos se enfocaron en Simon.

—Baz —repitió el chico en una súplica, tratando de asegurarse de que todo estaba bien. Pero las palabras que recibió de respuesta le partieron el corazón.

—Disculpa —dijo Baz débilmente, aun con la formalidad que siempre lo había caracterizado—. ¿Te conozco?

Simon sintió el impulso de salir corriendo, pero justo en ese momento, Penny entró a la habitación. La chica recibió a Baz con una sonrisa, pero el chico le hizo la misma pregunta que a Simon. Se veía terriblemente confundido. Ni siquiera entendía qué le había pasado.

Snowbaz One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora