Camioneta

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Advertencia: Spoilers de Wayward Son

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Simon no podía creer que ya era su segun aniversario de bodas con Baz. Normalmente, no hacían nada muy fuera de lo normal para celebrar la fecha. Una cena en casa, una salida al cine o un paseo por la playa era suficiente para ellos dos. Pero este año, habían improvisado algo especial.

Baz llegó a casa con unas llaves nuevas, agitándolas en frente de Simon después de darle un beso en los labios.

—¿Qué es eso, Baz? —preguntó con una sonrisa.

—Se me ocurrió de último minuto —contestó—. Pensé que podíamos salir esta noche, fuera de la ciudad.

Y así es como ahora se encontraban en la carretera, a una hora de camino, en una camioneta alquilada. Simon había insistido en manejar, argumentando que Baz había trabajado hasta tarde ese día. En efecto, el chico se había quedado dormido hace unos veinte minutos, y Simon tenía que usar todo su auto control para mantener la vista al frente y no observar con ternura a su esposo.

Esposo.

Aun le emocionaba poder llamarlo así.

Simon no tardó mucho en llegar a un lugar amplio donde estacionar. Estaba un poco alejado de la carretera, lo suficiente para tener privacidad sin estar muy metidos en el bosque. Con cuidado, salió del vehículo y empezó a poner todo en orden. Habían llevado mantas y almohadas para poner en la parte de atrás de la camioneta. Ya habían comido antes de salir, pero igual tenían snacks, por si acaso.

Debía ser muy ruidoso, porque mientras Simon terminaba de arreglar las mantas, Baz salió del carro. Aun adormilado, lo abrazó por la espalda. Simon sostuvo sus manos sobre su pecho. Se quedaron unos segundos así, meciéndose lentamente.

—¿Subimos? —preguntó Baz, y sin esperar una respuesta, trepó en la cama de la camioneta. Simon lo siguió, y no dijo nada mientras su esposo conjuraba hechizos para hacer que todo se volviera suave como un colchón.

Ya habían hecho esto antes, unos años atrás. En un muy extraño viaje a Estados Unidos. Simon recordaba que no estaban en su mejor momento en aquel entonces. En esos meses, había pensado mucho en romper con Baz. Y llevaban días escapando por sus vidas.

Haberse acurrucado en la parte trasera de una camioneta en movimiento mientras miraban las estrellas y escuchaban de fondo a Penny y Shepard discutir no era exactamente el escenario más romántico del mundo. Sin embargo, esa había sido la primera vez en meses que se habían permitido besarse así, sentirse así, entregarse el uno al otro sin haber llegado a hacer nada muy íntimo.

Pero eso no quitaba el hecho de que, en aquellos momentos, lo que más habían necesitado era tener una conversación seria.

Simon exhaló con fuerza. No le gustaba mucho recordar aquello. Felizmente, las cosas con Baz habían funcionado al final. El anillo en su dedo era la prueba de ello.

—¿En qué piensas, Snow?

Baz ya se encontraba abriendo una lata de papitas. Simon observó cómo aún se esforzaba un poco para evitar que sus colmillos salieran. Al ver que su esposo no contestaba, Baz levantó una ceja.

—Ven aquí —insistió, y Simon le hizo caso. Se sentó al lado de Baz, y juntó sus manos—. Sabes que te amo, ¿verdad?

—Lo sé.

—Más que a nada en el mundo.

Simon rio, antes de dejar un beso en la mejilla fría de Baz. Sabía muy bien que lo amaba, aunque nunca estaba de más que se lo recordara. A veces necesitaba que se lo dijera, y Baz lo sabía perfectamente. A estas alturas, se conocían perfectamente.

—Feliz aniversario —dijo Simon, inclinándose para robar una papita de la lata. Baz la alejó de él, jugando. Mala idea. Siempre era mala idea jugar con la comida de Simon, pero a Baz le gustaba correr riesgos.

***

Después de forcejear en broma entre risas por unos buenos cinco minutos (sí, todo por unas papitas), una cosa había llevado a la otra... y bueno.

En realidad, Baz no podía quejarse de la situación. Simon sujetaba sus mejillas con cariño mientras lo besaba con intensidad. Baz enredaba los dedos entre los rulos de su esposo. Se había dejado crecer un poco el cabello, y Baz no se oponía.

Sea como sea, Simon Snow era jodidamente hermoso.

Pero, aunque le encantaría pasar horas besando a su esposo, Baz estaba exhausto. Ya se estaba quedando sin aire, así que usó toda su fuerza de voluntad para poner una mano en el pecho del chico y alejarlo un poco. Simon lo miró confundido.

—¿Todo bien?

Baz asintió, y Simon se dio cuenta al instante de que respiraba con pesadez, casi sin aliento. Él estaba en el mismo estado.

—Perdón —se sonrojó—. Me dejé llevar.

—La verdad es que me encanta cuando te dejas llevar —dijo Baz, guiñándole un ojo—. Pero ahora estoy un poco cansado.

—Sí, lo sé —coincidió Simon—. Yo también.

Ambos chicos se quedaron echados boca arriba, disfrutando de la compañía del otro mientras miraban las estrellas. Desde la ciudad no podían verse tan bien. Baz extendió una mano hacia Simon, y este le dio la suya sin dudar. Baz le dejó un beso en el dorso, antes de entrelazar sus dedos y levantar sus manos juntas, dejando ver el anillo dorado en su mano. No podían sentir algo más que amor en esos momentos.

A los dos les gustaba poder estar haciendo esto de nuevo. Con más tranquilidad, sin la preocupación de tener que salvar sus vidas. Con la seguridad de que ambos se amaban completamente, con defectos y todo. Y así sería al año siguiente, y al que le seguiría también.

Tenían toda una vida por delante, y planeaban disfrutarla al máximo.

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¿Ya se notó que de verdad no sirvo para los títulos? A este punto creo que mejor los voy a dejar por números xd

El capitulo 41 aun me tiene en el suelo, bai.


Snowbaz One-ShotsWhere stories live. Discover now