once

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12:03 AM, 8 de febrero; Lincoln, Nebraska.

Alan seguía encerrado en el baño del bus luego de haberle dado un golpe a Austin. Se sentía estúpido porque hasta había pensado en dejar a Ashleigh por él... y él estaba con Pamela. Con esa mujer estúpida que antes había hecho que ambos se distanciaran por sus celos.

— Soy un imbécil —murmuró al ver las fotos antiguas que la chica había subido con Austin.

Golpeó su cabeza contra la puerta, mordiendo y quitándose la piel de su labio inferior, provocando que éste sangrara. Su teléfono seguía sonando con insistencia pero no lo había tomado pensando en que serían sus amigos.

Sin fijarse en quién lo llamaba, atendió.

— ¿Qué quieres? —gruñó.

— ¿Qué? —preguntó una mujer en la línea. Golpeó su cabeza una vez más al saber que era Ashleigh—. Oye, ¿qué te ocurre? Te he llamado porque no sabía nada de ti y luego me aparece una foto... no, dos fotos de Austin y tú besándose. ¿No crees que yo debería estar enojada y no tú?

— Lo siento —murmuró, sintiéndose peor—. Ha sido puro fanservice, Ash. Yo... lo siento. No volverá a pasar, ¿sí?

— Ah —musitó la chica y suspiró—. Sí, entiendo. Ya me parecía pero por un momento temí que me dejaras por tu mejor amigo —Ashleigh confesó avengorzada y Alan mordió su labio inferior.

«Estuve a punto de hacerlo», pensó y se autoregañó por ello.

— No te preocupes, bebé. Eso no pasará... —respondió con pesar—. Te quiero.

— Yo a ti, cariño. Y Nugz te extraña, ¿sabes? Está grandota, luego te enviaré fotos —contó con alegría mientras el pelirrojo se hundía aún más en la miseria—. En fin, adiós.

— Adiós... —murmuró y cortó.

Volvió a quedarse en silencio, reclamándose por todo lo que había ocurrido los últimos días y por ser como él es. Y, vaya, quizá había exagerado en golpearlo pero fue el impulso.

Es que odiaba a Pamela. A ella y a su estúpida lindura que cautivó a Austin, junto a su buena personalidad. Ambos eran la pareja perfecta y él, aunque fuera muy en el fondo en ese momento, los envidiaba. A ella más que a nadie.

Pero todo ella era pura pantalla y él la había descubierto. Porque en realidad era una maldita loca celópata como la ex esposa de Austin.

Unos pasos entrando al bus lo sacaron de su odio hacia las exs de su... ya ni sabía cómo llamarlo. Permaneció en silencio, viendo su mano tatuada como si fuera lo más interesante del mundo.
Procuraba no hacer algún sonido fuerte, pero pronto alguien golpeó la puerta y Alan quiso que la tierra lo tragara.

— Sé que estás ahí —murmuró una voz. La voz de Valentino—. Mamá Arteaga ha venido a hablar contigo. Yo, nadie más.

El pelirrojo vaciló, sin saber qué hacer, pero luego se puso de pie y abrió al puerta. Soltó un suspiro al ver que Tino lo miraba con una mueca triste pero comprensiva.

— ¿Me pasé? —fue lo primero que preguntó. El pelinegro asintió—. Fue el impulso...

— Lo sé, Alan. Siempre has sido así y por eso temí contarte —contestó Tino y luego le hizo una seña para que saliera del baño—. Los chicos están en la sala, así que hablemos en las literas.

Alan siguió al pelinegro sin musitar nada y cuando se acomodaron en las literas superiores, se quedaron en silencio por unos segundos hasta que Valentino volvió a hablar:

down the road [cashby]Where stories live. Discover now