Capítulo 28. "Hola. Lo siento"

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    Zein.

    La convivencia con Alessa al estar viviendo junto a ella en su cabaña ha sido bastante buena

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    La convivencia con Alessa al estar viviendo junto a ella en su cabaña ha sido bastante buena. Pero he logrado percibir el esmero que pone al tratar de seducirme. Realmente ella no está mal, quien sí lo está soy yo, pues no me he atrevido a caer en sus juegos de coquetería ya que no me siento seguro de que eso sea lo que quiero. No deseo lastimarla más. El tiempo ha ido transcurriendo desde ese beso frente al bosque, y la verdad es que no me he sentido muy a gusto con ello. No debió suceder.
    Alessa se levantó hoy muy temprano como todos los días a preparar el desayuno y a limpiar algunas cosas que tenían algo de polvo. Me sorprende verla en esta faceta tan oficiosa y dedicada a procurar el orden en casa, solo espero que esto no se deba a mi presencia, con el objetivo de impresionante. Me daría gusto descubrir que Alessa en verdad es así todo el tiempo, que detrás de su elegancia y modernismo hay una mujer ordenada en su intimidad.
    Me siento aburrido de ver lo mismo todos los días; tablas de madera alrededor y el piso hecho de lo mismo. Se me ocurre hacer algo diferente con Alessa, como para cambiar un poco la rutina que se sigue aquí y de la cual ya me estoy hartando.
    Interrumpo sus quehaceres con mi voz desde el sofá.
    — Alessa.
    Deja de agitar el plumero sobre el reloj de mesa y me mira expectante.
    — ¿Sí?
    — ¿No te dan ganas de salir de aquí un rato?
    Coloca el plumero al lado del reloj y se lleva los puños a la cintura.
    — ¿Estás aburrido de estar aquí?
    — No es precisamente ese el término —respondo.
    — ¿Entonces?
    — Hmm... —Hago una mueca—. Bueno, sí. Ya es hora de cruzar este umbral.
    — Y ¿qué sugieres?
    —¿Se te hace buena la idea de salir? —cuestiono.
    — ¿Por qué no? El apocalipsis vampírico ya término hace mucho.
    Esbozo una sonrisa de satisfacción y me levanto del sofá.
    — Bien, ya sé a dónde iremos.
    — Tú me dices y yo te sigo —Me iguala la sonrisa.

   

    Estamos rodando por la carretera a bordo de un Mercedes Benz CLA 200 del año, negro y con el clásico olor interno a auto nuevo

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    Estamos rodando por la carretera a bordo de un Mercedes Benz CLA 200 del año, negro y con el clásico olor interno a auto nuevo. Con los vidrios abajo, disfrutamos de la envolvente brisa y de su sonido con una tonadilla suave al chocar con las paredes del vehículo, y sin duda alguna me siento libre para vivir nuevamente, libre para hacer cosas nuevas. Y por nuevas me refiero a mis "travesuras" de vampiro, esas que ya hace un buen rato que no hago.
    Meto el auto al estacionamiento de una estación de gasolina, me bajo al mismo tiempo que Alessa y vamos directo a la tienda que está en el sitio. Con este frío clima y las calles casi congelándose, tener el termostato con una temperatura de 5 grados cuando tenemos afuera - 2 grados, es una autentica muestra de masoquismo por parte de los empleados de este lugar.
    Alessa y yo buscamos algunas cosas para comer. No se trata de nada "sano", pues estamos tomando frituras, golosinas, ese tipo de cosas que divierten a los humanos. Me separo un momento y voy en busca de un six pack de cervezas bien frías de la nevera. Esta vez no estoy tan exigente, así que no me importa que la marca de estas cosas sea tan poco prestigiosa. En fin, solo quiero algo de licor, y este es suficiente para pasar un rato agradable con la chica más obsesionada del planeta. Me reúno de nuevo con Alessa y vamos a la caja registradora en donde la empleada nos recibe con una sonrisa fingida.
    Si esa es tu mejor sonrisa, pues no te quiero ver enojada o deprimida.
    Debe ser tedioso tener que trabajar bajo estas circunstancias; madrugar tanto, salir de casa congelándose por el frío y estar de pie varias horas detrás de un mostrador manejando tanto dinero sabiendo que es propiedad de algún ricachón. Uno a uno pasa nuestros productos por el escáner hasta dejar por último las cervezas. Sus manos de humedecen al contacto con la frialdad del producto y se las seca sobre su uniforme con cierta indiferencia, dando por hecho que nadie la vio ejecutar su acción.
    — Son $15.25 —La cajera extiende la mano.
    — Yo pago —adelanta Alessa y se pone delante de mí.
    En todo caso me hace un favor al no dejarme gastar en estas cosas.
    — Ya sale su cambio —afirma la empleada mientras junta monedas para dárselas a Alessa. Saca la factura y la entrega junto al cambio.
    — Gracias —dice Alessa.
    Vamos hacia la salida y dejo pasar a la chica antes de poder salir yo, como todo buen caballero. A veces no se siente tan mal ser un tanto generoso. Alessa se adelanta y va hacia el Mercedes y se encarga de introducir los comestibles en la cajuela. Yo voy detrás con las cervezas en una bolsa plástica de esas biodegradables.
    — Las cervezas se irán en el asiento trasero, pequeña —advierto.
    — A fin de cuentas es tu auto y son tus cervezas —concluye Alessa.
    Sonrío con ironía.
    — El auto es mío, pero las cervezas son de ambos.
    Nos sonreímos y vamos de vuelta a la autopista. La chica Wright ya comenzó a beber y yo me limito a verla de reojo en su afán por embriagarse y liberar su espíritu divertido... o algo así. Yo no puedo beber por ahora ya que por más raro que parezca, no disfruto de ser imprudente al volante, a menos que esté siguiendo a alguien para beber su sangre. Pero eso es otra historia.
    — Que callado —comenta Alessa.
    — Debo estar atento a las señales de tránsito.
    — Uau. El gran Zein Anders siendo precavido al conducir. Eso es una novedad.
    No logro evitar reír.
    — Digamos que ahora soy más humano. Estar en esa especie de cautiverio en el bosque me ha humanizado un poco. Ya extrañaba el humo de los autos, el bullicio y todas las cosas características de las grandes ciudades. Hay que disfrutar de Nueva Jersey.
    — Estoy totalmente de acuerdo.
    — Me da gusto —agrego—. Solo no te acabes las cervezas.
    — Puedo hacerlo. Las compré yo. Por lo tanto son mías —Se tira una risotada.
    — Tienes mucha razón. Pero de la misma manera, este Mercedes es mío, así que puedo bajarte de él cuando lo desee —afirmo con una sonrisa de victoria.
    Alessa se queda callada mirando al frente y da otro sorbo a la cerveza. Yo la miro con gracia, cuando de repente ella abre los ojos asustada.
    — ¡Detente! —me grita.
    Piso el freno, pero antes de detenerme he golpeado algo con el frente.
    Demonios.
    Alessa está en medio de un shock nervioso y yo me bajo del auto rápidamente para ver de qué se trata. Voy al frente y me siento terrible al ver a una chica blanca, de ojos claros y cabello castaño, moviéndose con dolor sobre el pavimento.
    Me agacho y trato de saber cómo está sin moverla demasiado ni tratar de levantarla.
    — ¿Se siente bien? Dígame cómo está. ¿Cuál es su nombre?
    La chica no puede responderme ya que parece estar aturdida. No hay sangre brotando de su cuerpo, pero me inquieta que tenga alguna lesión interna.
    ¿Quién lo diría? Yo sintiéndome mal por alguien que no conozco.
    Alessa se baja de prisa del vehículo y viene hacia acá, se queda de pie horrorizada ante la escena. Sin duda, no me ayuda en nada.
    — ¿Llamo a la policía? —pregunta desesperada.
    — ¡Por supuesto que no! ¿Quieres que venga la policía y que al intentar esposarme termine asesinándolos? —Ella niega con la cabeza y mordisqueándose las uñas—. Solo necesito saber si esta chica está únicamente aturdida.
    La joven de unos 21 años aproximadamente trata de decir algo.
    — ¡Hábleme! Quiero saber su nombre.
    Se esfuerza por pronunciar.
    — Li... Li... —Tiene la mirada pérdida y los ojos entreabiertos.
    — ¿Lili?
    Abre más los ojos y clava sus ojos azules en los míos.
    — Liv...
    Se desvanece en mis brazos.

Nuevo AmanecerWhere stories live. Discover now