11. Especial San Valentín. Parte 1.

734 63 35
                                    

Adrien Agreste:

Desperté por mi alarma, apenas eran las ocho de la mañana y en domingo.

Me estiré, miré mi habitación por unos tres minutos.

—Buenos días, Plagg.— saludé somnoliento. Al no regir respuestas, volteé rápidamente a su lugar donde dormía. — ¿Plagg?

Alcé las cobijas y comencé a buscarlo.

— ¡Plagg!— volví a gritar.

—Aquí estoy.— dijo desde el piso de abajo, estaba sentado en la mesa.

Lo miré confundido y bajé las escaleras de mi habitación hasta llegar a él.

— ¿Qué estás haciendo?— pregunté. —Tú nunca te despiertas temprano.

—Ahh, nada.— dijo sin voltear a verme. —Sólo disfrutaba a mi querido amor. ¡El queso!

—Ajá.— dije dudoso. —Iré a alistarme...

—Claro.— contestó masticando.

Caminé despacio sin quitarle la vista hasta que subí al segundo piso de mi habitación.

Algo extraño sucedía con Plagg. Él nunca se levantaba temprano, ni por su queso.

Me alisté para ir a clases de piano.

Desayuné rápidamente unos hotcakes con miel, mantequilla y moras rojas, y un vaso de leche tibia sin sabor.

Cuando terminé, me dirigí inmediatamente al auto para ir a mis clases de piano.

Al llegar, entré al edificio y subí hasta el último piso dónde se encontraba mi profesor de piano y, obviamente, el piano.

Cuando llegué, no había nadie, los chicos de clases grupales comenzaron a salir mientras reían y bromeaban.

— ¿Tuvieron clases?— pregunté confundido pues habían salido mucho antes.

—No.— contestó un chico de cabellos rubios. —El profesor tuvo que salir del país con urgencia.

—Ya.— contesté haciendo una pequeña mueca. —Gracias.

—De nada.— contestó y se fue.

Cuando todos salieron, me tuve que esperar pues el elevador iba muy lleno.

— ¿Nos levantamos tan temprano para nada?— replicó Plagg asomándose.

— ¿Nos?— pregunté sin mirarlo. —No sé por qué, pero tú ya estabas despierto. ¿Qué hacías?

— ¿Quién? ¿Yo?

— ¿Ves a otro kwami por aquí?

Él volteó de un lado para otro y señaló hacia mi lado izquierdo.

— ¡Adrien, mira!— dijo sorprendido mientras señalaba. Voltee rápidamente y no vi nada.

— ¿Qué?— pregunté.

—Mi mano.

—Qué inmaduro.— dije rodando los ojos. Él rió bajo y la puerta del elevador se abrió. Por suerte no había nadie, así que entré y bajamos hasta el último piso.

Subimos al auto y éste comenzó a avanzar.

—Llévame al centro comercial, por favor.— le dije al chofer y este asintió con la cabeza.

***

No sabía que regalarles exactamente, ¿qué les encantaba a las mujeres? ¿Rosas y chocolates? No me voy a declarar.
Podría ser ropa, alguna prenda genial. No estaría mal.

Volviéndose a Enamorar. [ EDITANDO ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora