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-Agh... -Jessica se frotó los ojos y se sentó en la cama- ojalá mamá hiciera cosas así más seguido, eso no pasa hace tiempo. -Murmuró.

Se levantó y fue a buscar ropa, se vistió, se fue a lavar los dientes y el rostro, se peinó y bajó las escaleras.
Una vez abajo saludó a su madre, que estaba corriendo por la casa como si se estuviese incendiando.

-Hola, mamá, hoy no desayunaré; quiero llegar algo más temprano a la escuela para poder sentarme en mi lugar, ¡Estoy harta de que me lo quiten por llegar tarde!

-Hola, Jessica. Está bien, nos vemos por la tarde. -Le respondió sin dejar de correr, con un tono de voz que le advirtió a su hija que no debía seguir hablándole. Por lo que Jessica rodó los ojos, cansada de la actitud  despreciativa de su madre, y salió dando un portazo.

Al llegar a la escuela, fue a su casillero en busca de su libro de matemáticas con el desgano más poderoso que había tenido en su corta vida, pero al abrir su casillero todo lo malo que había sido ese día se acabó; ahí había una nota de las que le encantaban.

Hola, Jess:

Eres una pequeña muy dulce, ¿Sabes? no sé ni por qué te lo digo.

Es que realmente me encantas y tú no te das ni cuenta de quién soy, y me harté de ser invisible para ti. Quiero que sepas quién soy, y estoy dispuesta a invitarte a que hoy mismo después de la escuela nos juntemos en aquel parque solitario en el que tanto te gustaba jugar a los ocho años, cuando nos conocimos; durante la primaria.

¿Qué dices? yo te esperaré ahí, pequeña bisexual.

-Alice.

¿Eso era posible? ¡Al fin conocería a la chica que le enviaba notas! sin duda eso bastaba para alegrarle todo el día, estaba dispuesta a conocer a esa persona tan dulce y honesta que le había empezado a enviar notitas que se convirtieron en la razón de sus sonrisas.

Pequeña Bisexual Where stories live. Discover now