Epílogo.

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La alarma sonó, las cinco de la mañana. Jessica se levantó con pesadez a apagarla y comenzó a vestirse, veía borroso y le costaba abrir los ojos por el sueño. A pesar de que se había dormido temprano y había descansado lo suficiente, seguía adormilada y sentía el cuerpo pesado.

Se puso sus converse negras y se dirigió al baño de la segunda planta de su casa por el pasillo lleno de fotografías familiares viejísimas para lavarse la cara y demás. Una vez salió, vio a su madre con un bonito vestido azul marino, unos zapatos de tacón bajos y blancos, un abrigo blanco y una coleta baja.

-Buenos días, hija. -Dijo la mujer, a lo que su hija respondió con un movimiento de cabeza- ¿Tus maletas están?

-Claro, las hice ayer por la noche y creo que no falta nada.

-Está bien. - La mujer avanzó dos pasos hacia su hija, haciendo rechinar un poco el suelo tapizado por una alfombra marrón claro. La miró con ternura, le acarició el cabello y dijo:- ¿Te despediste de Ronna?

-Sí, pasamos una bonita tarde. -Afirmó la chica con un dejo de nostalgia en sus palabras.

-¿Estás mejor ahora?

-Creo que sí, de todas formas, volveremos. -Sonrió enseñando sus dientes.

-Está bien, ahora ve a terminar de arreglarte, tenemos que estar listas en una hora.

La chica asintió y fue al baño, hizo todo lo que debía y repasó las cosas que debía empacar para ver cuánto le faltaba. Una vez salió del baño, vio a toda su familia corriendo de aquí para allá, desesperados por la falta de tiempo.

-Creo que estamos listos. -Dijo el padre.

Todas asintieron, entonces fueron en busca de sus bolsos y maletas, salieron de casa y subieron al auto. Nadie podía despegarle los ojos a la casa que les había brindado servicio por tantos años. Sentían que jamás volverían a aquel lugar tan cómodo y cálido.

El camino hacia el aeropuerto era largo, quedaba saliendo de la ciudad y con la gente yendo a sus trabajos demorarían al menos quince minutos en llegar. Así que ambas hermanas se pusieron audífonos. Rosalie, la cual llevaba unos jeans rojos, unas vans rosas y un abrigo blanco estaba escuchando "R.I.P 2 my youth", su hermana siempre le decía que era una canción demasiado depresiva y que cualquier persona se podría suicidar con tan solo escuchar la melodía. Pero esto le interesaba poco, es más, le causaba gracia.
Jessica, por otro lado, estaba escuchando "Move your body" de Sia, le ponía de súper buen humor la canción, así que decidió que era la mejor forma de comenzar esta nueva aventura.

El cielo por la mañana estaba precioso, una mezcla de los colores rosa, violeta, azul y verde se podían apreciar tan claramente que parecían pintados. Las nubes, parecidas a un auténtico algodón, flotaban como una hoja sobre el agua. Habían pocas, pero estaba hermoso de igual forma. Mientras Jessica lo observaba pensó en que en tan solo hora y media estaría entre las nubes, jamás había volado y era emocionante estar a punto de hacerlo por primera vez.
También pensó en lo feliz que había sido el último tiempo, y de lo deprimida que había estado toda su juventud. "¿En eso lo había desperdiciado?" Pensó.

Entonces comenzó a reflexionar todo lo que había hecho, y concluyó que desde ese momento iba a hacer todo lo que no había hecho en esos años en los cuales se había dedicado a deprimirse, a pensar en todo lo que estaba mal en ella. Pensó por primera vez en su vida que era imperfecta y que eso estaba bien, porque entre su imperfección logró encontrar la felicidad. Se dio cuenta que da igual como sea, que todo está bien mientras ella esté segura. Se prometió a sí misma que ese día ella iba a cambiar para siempre, y lo más importante, para bien.

Así es como antes de subir al avión, ella estaba en las nubes. Con "Here comes the sun" de fondo y una sonrisa tatuada en su rostro. Se sentía bien.

El viaje se hizo corto al igual que la espera, Jessica no había hablado en todo ese rato solo por estar pensando en lo mucho que anhelaba comenzar su nueva vida con su nueva actitud en un nuevo país. Rosalie la miraba de reojo por momentos y sonreía al ver a su hermanita menor tan contenta, no entendía el motivo, pero realmente le daba igual; lo que le importaba es que fuera feliz.

Una vez en el avión, Jess se quitó los audífonos, miró a su padre y le dijo:

"Gracias por este viaje, te quiero, papá".

F I N.

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