1.2: La Feria de Apolo

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Al día siguiente, se encontró con Portia en la puerta del predio donde se encontraba el Mercado de Maridos, formalmente conocido como la Feria de Apolo.

—¿Ansiosa? —le preguntó Thea con una sonrisa.

—¡Por supuesto! —le respondió con una sonrisa y un brillo especial en los ojos.

La agarró del brazo y se adentraron en la Feria.

Había tres pabellones, separados por un parámetro medianamente abarcativo: uno para los de cabello negro o castaño; otro, para los de cabello rubio; otro para los pelirrojos y los que tenían algún color atípico. Había mujeres que eran extravagantes y era común que se solicitaran hombres con el cabello de colores exóticos, como violeta, azul o verde.

Cada pabellón, a su vez, tenía diferentes stands, que tenía en cuenta el color de ojos y la altura, además del estilo en general de los hombres. No había divisiones étnicas, ya que a las mujeres no les interesaban este tipo de diferencias.

Cada stand era ocupado por tres a cinco hombres y contaba con un catálogo, en el cual se enumeraban la edad; las características de sus ocupantes, tanto físicas, como intelectuales y de carácter; un breve resumen de sus intereses (que por lo general se estudiaban para agradar a un target específico); y, por último, pero no menos importante, el precio.

Los precios variaban según la época, ya que, como sucede con la moda en indumentaria, dependiendo de la demanda y las tendencias, un hombre podía pasar de salir más que una mansión, a costar menos que un automóvil, en unos pocos meses. Ese otoño, lo más top eran los rubios de ojos oscuros, de mediana estatura y complexión fornida. De modo que aquellos que cumplieran con esas características estaban mucho mejor cotizados que los pelirrojos de ojos azules, que habían hecho furor la temporada anterior.

Todos, de alguna u otra forma, eran seres físicamente perfectos. Había bellezas naturales, pero pocos habían escapado de algún retoque estético. Si tenían dientes torcidos, cicatrices o marcas de nacimiento, eran arreglados para que no disminuyera su valor. Además, el mercado contaba con hombres hechos por encargo, a quienes se los operaba y caracterizaba a gusto de la compradora.

—¿Tienes alguna idea de lo que quieres, Portia? —preguntó Thea, mientras hacían fila para comprar la entrada.

A pesar de que aún no era hora pico, había bastantes mujeres haciendo fila. Las había de todas las edades y estratos sociales.

La Feria de Apolo era un evento social, que superaba su principal función. Como quien va a un centro comercial, muchas mujeres lo frecuentaban solo para mirar y pasar un rato agradable con compañía interesante.

—Que tenga ojos grises. Amo ese color. —Se quedó pensativa unos segundos— Mmm, creo que es lo único que pido. Lo demás, me lo dirán mis ojos cuando lo vea.

—No tienes grandes pretensiones, pero no creo que encuentres mucha variedad. Es un color bastante raro —razonó su amiga.

Thea apuntaba a ciertas cuestiones intelectuales, además de cierta atracción física. Pero, su amiga se quedaba con las apariencias. Thea lo consideraba algo muy arriesgado, pero Portia era una soñadora enamoradiza.

—En realidad, es un simple parámetro. Ya lo sabré cuando lo vea.

—De modo que nos recorreremos toda la Feria, ¿verdad?

—Por supuesto —dijo, guiñándole el ojo—, quiero verlos a todos. Sé que luego de casarme no volveré a pisar este lugar y quiero disfrutar del paisaje.

—¿Ni siquiera para acompañarme a mí cuando vaya a comprarme el mío?

—Oh, no, querida amiga. Lo siento mucho, pero no —negó, moviendo efusivamente la cabeza.

Mercado de Maridos (HES #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora