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Esto quizá no lo recuerdes, porque jamás te lo conté.

Un par de horas más tarde, un doctor empujaba mi silla de ruedas hasta la sala de espera, donde aguardaba tu madre.

Ella me recibió con un fuerte abrazo, al que yo respondí.

Estuvimos esperando noticias tuyas toda la tarde y toda la noche. 

Cuando el sol comenzaba a salir, apareció tu médico.

No traía buenas noticias, se notaba en su rostro apagado.

Tu corazón no había soportado la cirugía. Intentaron reanimarte, en vano.

Dijeron que era injusto que alguien tan joven sufra tanto. Que quizá era lo mejor para ti. Irte sin sufrir más.

Pero qué saben ellos de injusticia, si no te acompañaron a cada quimio, si no iban contigo de tu casa a la escuela y viceversa, si no te preparaban las cosas de la escuela cada vez que no ibas, si no pelearon contigo hasta el final; y ahora no te tienen. Qué saben ellos de injusticia, si no les falta la persona a la que aman.

Me habían sacado un riñón, pero sentía que me habían arrancado el corazón.

 Si entonces hubiese sabido que las pérdidas pueden ser ganancias, créeme cuando te digo, que hubiese sufrido menos.

Lo que debí decirteWhere stories live. Discover now