Chico lobo.

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Todos los días me parecían iguales, se repetían constantemente en un ciclo interminable. Nada era diferente, era como un robot programado. Pero todo cambió cuando...



En toda la casa se podía apreciar el dulce olor de la tarta recién hecha, la madre cuidadosamente troceo aquel delicioso postre y colocó algunos pedazos en la cesta, también puso un par de manzanas y algunas fresas y para terminar una pequeña jarra bien sellada con jugo de uvas en su interior.

-¡Caperucita!- Canturreo la madre. -Necesito que le lleves algo a la abuela.

La joven entró a la cocina dando saltitos, miró a su madre y luego a la cesta.

-¿Es esto no?- Preguntó ella señalando la canasta.

-Sí.

-¿Quedó algo para mí?- Dijo balanceandose sobre sus pies con una dulce e inocente mirada.

-Aquí tienes.- La madre envolvió un trozo de la tarta en una servilleta y se la dió a caperucita junto con una manzana.- Date prisa, no quiero que estés en el bosque cuando oscurezca, los cazadores aún andan buscando al lobo feroz.

-No te preocupes tanto, no me pasará nada.- La joven corrió hasta la puerta antes de que la madre pudiese decir nada.

Caperucita se adentró en el bosque sin ningún temor, de vez en cuando echaba un vistazo entre los árboles como si estuviese buscando algo.

-¿Porqué te ocultas?- Dijo cruzándose de brazos.

-Quería asustarte.- Dijo él saliendo de su escondite, o sea, de detrás de un árbol.

-¿Crees que puedes lograrlo?

-Por supuesto, después de todo soy el lobo feroz.- El chico se acercó a caperucita de forma intimidante pero sin poder borrar la sonrisa de su rostro.

-hay que miedo que alguien me ayude.- Dijo ella en un tono burlón. Ambos se rieron.

-¿Qué tienes para mí hoy?

-Un trozo de tarta y una manzana.- Dijo ella enseñando el valioso paquete.

-Me quedo con la tarta.- Él ansioso tomó la susodicha y empezó a quitar la servilleta.

-Te vas a enfermar si solo comes dulces.

-Por supuesto que no, además solo puedo comer tartas cuando tu vienes por aquí.

-Mejor voy caminado si me tardo demaciado mamá se pondrá histérica.

-Te acompaño.

Los dos caminaron a través del sendero mientras conversaban. De vez en cuando se veían interrumpidos por algún campesino que cruzaba por el sendero, haciendo que el lobo tuviese que esconderse.

Finalmente llegaron a la división del sendero y tomaron el de la izquierda, el cual conducía a la casa de la abuela.

-Será mejor que me esperes aquí, o la abuela podría verte desde la ventana.- Dijo caperucita.-Vuelvo en un segundo.

La joven caminó hasta la entrada de la casa y antes de que pudiese tocar la puerta, ya la anciana la había abierto.

-Caperucita querida, pasa, pasa.- Dijo la abuela haciendo ademanes con las manos. Caperucita entró a la pequeña pero acogedora casa y se sentó en una de las sillas de madera, colocando la cesta sobre sus piernas.

-Que bueno que viniste a visitarme, ya empezaba a sentirme sola.

-Siento mucho no haber venido antes.

-Hay mi niña, no te preocupes por eso ahora, por cierto ¿Quién era ese joven tan guapo que te acompañaba?

Caperucita se encogió en su asiento y miró a su abuela quien se encontraba en la cocina.

-¿De qué estás hablando abuela?

-Vamos Caperucita, no te hagas la desentendida, cada vez que vienes aquí ese joven lobo te acompaña, es un buen muchacho.

-¿Desde cuando lo sabes?

-Desde la primera vez que vino, anda, dile que pase.

-¿Estás segura? Si los del pueblo lo descubren se va a armar una buena.

-Pues date prisa y dile que entre.

Caperucita salió corriendo con una sonrisa en el rostro, entró al bosque y sin dar muchas explicaciones tomó al joven de la mano y lo arrastró hacia el interior de la casa.

-Caperucita ¿Estás segura?- Preguntó él nervioso.

-Solo entra.

-Es bueno ver que se lleven tan bien, caperucita nunca tuvo muchos amigos.- Dijo la abuela colocando algunos platos sobre la mesa.-

-¡Abuela!

-Tomen asiento.

Ambos caminaron hasta la mesa y tomaron asiento.

-Aquí tienen.- La abuela colocó un trozo de la tarta en el plato de cada uno y sirvió un poco del jugo en cada vaso.

-Muchas gracias señora.- Dijo el joven.

-Puedes decirme abuela.

El lobo la miró extrañado.

-Vamos, coman.- Los tres disfrutaron de la deliciosa merienda, de vez en cuando Caperucita decía algo para intentar romper el hielo.

-No tienes que estar tan tenso jovencito.- Dijo la abuela después de terminar de comer. -No le voy a decir a nadie que andas por aquí, puedes venir cuando quieras a visitarme.

-¿¡En serio!?- Dijo con emoción.

-Por supuesto, si me traes algunas frutas del bosque puede que te haga un pay o una torta.

-Está bien, vendré mañana abuela.- Al pronunciar la última palabra el lobo borró su sonrisa y bajó las orejas, como si hubiese hecho algo malo, se le habían safado las palabra de la emoción.

-Me alegra ver que ya estás menos nervioso.

-Lo siento yo...-Comenzó a decir el lobo.

-¡Ya se! ¿Porqué no vienen ambos a comer mañana? Prepararé algo delicioso.- Los ojos de la abuela parecían brillar de la emoción, le encantaba la idea de "tener otro nieto"

-Buena idea abuela.- Dijo Caperucita. -¿Podemos hornear un pay entre los tres?

-¡Por supuesto que sí!

-Entonces vendré mañana también.- Dijo el lobo entusiasmado.

Los dos jóvenes se despidieron de la abuela y se adentraron al bosque. Por el camino Caperucita recogió algunas bayas para llevarselas a su madre.

Ella y el lobo se despidieron y la joven entró a su casa. ¿Cuánto tiempo más podrían guardar el secreto?

caperusita roja y el loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora